Imprimir|Regresar a la nota
Espectáculos|Domingo, 30 de noviembre de 2003
DIVIDIDOS, ENTRE LO ACUSTICO Y LO ELECTRICO

“Nunca importó el recurso, sino las ganas de hacer”

Su público los celebra como “la aplanadora del rock and roll”, pero Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Jorge Araujo siempre buscaron ampliar los horizontes. Ese es el gran encanto de “Vivo acá”, show registrado en el Gran Rex que da nuevos colores a un historial salpicado de grandes canciones. En su quinta-refugio-sala de ensayo, el trío habla largo y tendido.

Por Eduardo Fabregat
/fotos/20031130/notas/NA33FO01.JPG
Divididos presentará “Vivo acá” en el Gran Rex, los días 5 y 6.
Paisaje habitual de cualquier quinta conurbana, en el refugio de Divididos abunda el verde y se respira paz. Podría ser una de tantas, pero el corazón de la casa esconde una habitación que es el núcleo del asunto: una gran puerta vidriada le da luz a los lugares de Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Jorge Araujo, pero lo primero que invita a la mirada son las paredes, donde cuelga una serie de instrumentos acústicos, algunos reconocibles y otros que llaman a la adivinación. “Tienen una nobleza que no se baja con nada”, dirá Arnedo más tarde, con el mate de yuyos casi agotado y la charla avanzada, mirando bajo varias luces posibles el porqué de las versiones estrenadas en julio en el Gran Rex, que acaban de editarse en el CD Vivo acá y serán re-presentadas el 5 y 6 en el mismo teatro. La tribuna de Divididos suele gritar eso de “La Aplanadora del rock and roll...”, pero siempre fue claro que sus señas de identidad no se agotan allí: el trío de Hurlingham es también folklore y tripeo, reggae y funk, demolición y sutileza. “Se abrió una puerta, y el corredor es largo y hay que caminarlo”, admite Mollo, y basta ponerle la oreja al disco para certificar la firmeza de esos pasos. Al cabo, será sólo uno de los temas a tratar en ese salón con vista al verde, donde impera la comodidad de quien toca ante todo por placer, la esencia misma de Divididos.
–Cuando se analiza al grupo, la palabra ineludible es “química”. ¿Cuál creen que es la clave para conservar el placer después de tantos años?
Mollo: –Se mantiene la pulsión del primer día. Si no te pasa eso, no te da ni ganas de hacer 30 kilómetros para venir a ensayar: el principio básico tiene que ver con las ganas, que es lo que mueve todo esto.
Arnedo: –Es un terminar y empezar continuo, como la cosecha y la siembra. Una vez que se cosechó se vuelve a sembrar la semilla, volvemos a empezar. Es seguir adelante con esto que tiene que ver con la música, la investigación, la imaginación, meter sonidos en la cabeza, tomar instrumentos y hacer canciones... en cada final hay un nuevo principio.
Araujo: –No podemos evitar hacer música juntos, nunca es un esfuerzo.
–¿Cómo funciona hoy la banda? ¿Hay una mecánica de trazar un plan, o se dejan llevar por lo que suceda?
Mollo: –Si hablamos de mecánica, es una máquina de coser, de a una puntada, tac tac tac y de pronto terminaste el vestido. Ir de a una cosa por vez, como cuando salió lo del acústico. Empezamos a ver qué había para hacer, elegimos todos los temas que nos gustarían y quedaron... como 40 y pico. Era imposible, pero teníamos que arrancar por algún lugar. El paso siguiente es relajarse y dejar que venga el formato, ponernos a tocar. Con “Gárgara larga” pasó eso, empezar a tocar algo que parece más Morcheeba que Divididos y me cayó la letra y quedó, como otras cosas no quedaron. Los planteos son de a pasos, si no, no lo hacés.
–Ustedes ya habían experimentado con el formato en aquel show en FM Supernova, pero era más cuelgue...
Mollo: –Mucho más ambient, porque era directamente sin canciones, venía lo que venía. Y había un montón de músicos, eran más cabezas y más energías moviéndose.
–Aun siendo músicos experimentados, ¿significó un aprendizaje?
Arnedo: –Es la búsqueda de algo nuevo, ver qué hacer para romper lo de todos los días. Una lección. Eso nos llevó a esto, pasar por acá y seguir. Una de las ideas era que todo, pero todo, salía de un piano acústico.
–Fue un poco lo que hicieron con “15-5”, que genera como una campana...
Arnedo: –Ahí fue increíble la actitud de la gente. En el disco no tocamos nada, el público se comportó tal como se escucha.
Mollo: –Hay un silencio imposible para un teatro con 3300 personas. Estás en una misma frecuencia, al que está sentado le pasa lo que a nosotros, y es impagable. Si no lograste esa comunicación hay interferencia, a alguien le molesta la butaca, pide un faso... Pero cuando lográs ese punto... A mí me sorprendía, a veces el clima me sacaba de clima (risas). Decía “no puede estar pasando esto, este silencio”. Nunca hay silencio en nuestros shows, pero eso también habla de la oreja de la gente. Es una cosa para estar orgulloso, no es que alguien está todo el show “Loco, el 38, loco, el 38”, La gente vino a escuchar.
Araujo: –Muchos agradecieron haber ido a escuchar, una situación nueva para pibes acostumbrados a sentir la cosa desde otro lado.
Mollo: –Fuimos muy explícitos: “Vamos a tocar en el Gran Rex y a hacer esto, si querés al power trío no compres la entrada”. Y la gente vino a nada, permeable, y les agradecimos que se sumaran a un experimento que a nosotros nos parecía bien, pero... para mí tuvo más carga de vértigo y adrenalina que un show eléctrico, porque era el opuesto al poncho de volumen de siempre. El silencio era el gran invitado de la noche.
–Como “Let it Be”, desnudo...
Mollo: –Exacto, desnudo, y es todo un tema que después de 15 años todavía les gustes en bolas...
Arnedo: –Más allá de lo eléctrico y lo acústico, es abrir más el abanico de posibilidades, jugar con ese vértigo de hasta dónde podemos ser.
–El teatro, además, es el lugar ideal para escuchar. ¿No es increíble que aquí, con semejante actividad musical, sigan sin existir lugares donde el sonido no sea una desgracia?
Mollo: –Hay tanto caudal creativo y tan pocos lugares de expresión, se le da tan poca bola a la cultura habiendo tanta gente haciendo cosas, no solo en la música, no podés creer que todo pase acá, con todo en contra.
–Aquí la crisis ha servido como motor, ¿no?
Arnedo: –Siempre fue así, no importaba el recurso sino las ganas de hacer. Lo que sí recuerdo es que no quería otra cosa, mucho antes de ponerle un nombre. Las circunstancias no eran las mejores, pero agarramos los instrumentos y dijimos “¿dónde?”, y bueno, donde se pueda, y así pasamos por todo, tocamos en peñas, en cuanto lugar donde te decían “acá se puede tocar”, no si está bueno.
–En el Gran Rex se vio otro cambio: el público parece haber abandonado cierto enganche con la bandería futbolística. Subió Juanchi a tocar, y quizá en otro momento histórico lo hubieran silbado.
Mollo: –¡Le tiraban un gas paralizante! Los antagonismos estaban mal ubicados, en un lugar donde vos podías ser antagónico sin que te caguen a trompadas. Andá a ser antagónico con un político o con alguien que te mete un dedo en el culo. Yo toqué con gente que a alguno le habrá incomodado, pero desde los hechos confirmo que a mí no me importa. No es que “soy pluralista”, simplemente lo hago. Pero últimamente está más tranquilo.
Arnedo: –La negligencia, la hipocresía, existieron siempre. Cambiaron las posturas generacionales, los pibes que nacieron con el mundo globalizado y los macroconciertos se quedaron con eso y por ahí les cuesta adaptarse. Nosotros venimos arrastrando, en todo caso es interesante qué pasa con nosotros y cómo podemos contar toda esa colimba que atravesamos.
–¿Por qué nunca trabajaron seriamente en salir al exterior?
Mollo: –Porque queríamos laburar acá. Lo de Vivo acá también es un poco por eso. Cuando teníamos contrato con Polygram nos plantearon una gira, “está todo pago, vayan”, y dijimos no...
Arnedo: –Teníamos trabajo.
Mollo: –¿Dos meses afuera? No, ¿no pueden ser sólo quince días fuera de casa, ir y volver? Y nos decían que no, era imposible, si salís vas hasta el fondo. Y entonces nos quedábamos, nos quedábamos y nos quedamos. Ahora a veces nos da ganas de salir, y salimos esporádicamente. Somos respetuosos de la música, y pedíamos un equipo de guitarra y no había, o tenés que tocar atrás de un grupo local y no probás sonido, y lo único que hacés es que la gente te vea, porque escucharte... cuando fuimos alfestival de España no estaban las cosas que habíamos pedido, y no habíamos pedido el equipo de Metallica. Tratame bien. Decime que no va a estar, y yo no voy a España al pedo. Si yo me ocupo de que mi guitarra esté como está y mi sonido esté como está, ¿por qué voy a ir a mostrar algo que es el 50% de lo que hice, o menos?
Arnedo: –Y además: fuimos a tocar a Londres, público argentino. En Toulouse, público argentino. En Miami, lo mismo, España lo mismo. Igual, tienen una emotividad, te abrazan, como que se encontraron con sus cosas.
–¿Están al tanto de las polémicas sobre MP3, piratería, las demandas judiciales en Estados Unidos? ¿Les interesa el tema?
Mollo: –Si te remontás a un lugar donde está la guitarra y el tipo que compone una canción, dan ganas de salir corriendo, es algo que tiene que ver más con un auto que con una canción. Me parece opuesto a la música, algo que encarcela a la canción, la convierte en un formato y un soporte, algo que provoca juicios y un montón de mierda que la canción no provoca. Ponerme en técnico y hablar de la industria, la piratería y el MP3 me parece una cagada.
–Pero hay un punto interesante: los capos de las discográficas, que no son precisamente benefactores de los músicos, están muy preocupados.
Mollo: –Sí, pero el capo de BMG va y compra Napster. Se trata de guita, no de música. El problema es que los que menos injerencia tienen son aquellos por los que todos se pelean, que son los creadores de la música.
–La primera demanda en Estados Unidos fue a una piba de 12 años que se había bajados unos archivos...
Mollo: –Ahí está, es como cuando agarran a un mono con tres papeles y le meten quince años de cana.
–En su sitio de Internet, el productor Steve Albini muestra una cuentita que delata que en la industria se les paga mejor a los abogados que intervienen en el contrato que a los músicos.
Mollo: –Los derechos de autor les chupan un huevo, quieren que los tipos sigan componiendo para seguir ganando guita. Vas a Sadaic y ves tipos de 70 años que cobran 200 pesos y decís qué carajo, acá hay una ingratitud... y la industria se preocupa por si hay un tipo que tiene 500 MP3 y si le hace juicio, y el autor no está protegido ni nada.
Araujo: –Por suerte nuestro caso es de tipos que hacen música, después pasa a una situación de discográfica y eso. Pero ahora la mayoría parte de un negocio. Ojo, me preocupa que los discos se vendan y no los puedan piratear, pero la situación nuestra es ante todo poder tocar.
–El músico en vivo no se puede piratear.
Mollo: –No pueden ponerte en un lugar que digas “tá bien, tienen menos luces, pero es lo mismo”. Por eso están tan apurados con la clonación, porque va a ser el pirata del vivo.
–¿Cómo vivieron lo del “Quilmes Rock” con Spinetta?
Mollo: –Estuvo bueno, pero lo más fuerte fue lo que pasó acá: que Luisito haya bajado del auto con la guitarra colgada me mató.
Arnedo: –Fue una foto de los ‘70. Vino con la guitarra, su novia y un amigo. Me sentí como en esa época, con este entorno y esa compañía, esa gente querida que te acompaña. Y vino a aprender su propio tema.
Mollo: –Le decíamos “Luis, pero el tema es tuyo”, y el respondía “Ahora no”, como que vino a aprender un tema nuestro. Fue una alegría que estuviera y que haya venido cuando tuvo ganas, que es lo más lindo, porque lo invitamos un montón de veces, pero es una cuestión de ganas. Luis tiene la cultura de los ‘70, ensayar y ensayar hasta que estás conforme y armado. Era más importante ensayar que ir a grabar un demo. Tenés que llegar a eso, no pensar en eso.
Araujo: –Hoy hay como una velocidad que es una cagada. Ves el Anthology de los Beatles y te das cuenta que dejaron una cosa pesada. Las velocidades eran otras, te metías en una sala y le dabas. Ahora parecieraque hay que salir al palo, a mostrarlo enseguida. Es una cosa cultural que se pierde, no sé si es ese velocímetro o que son ambiciones diferentes.
Mollo: –Necesitabas llegar a ese lugar de conformidad con vos mismo, de sentir que es orgánico, que no estoy disociado de lo que toco y lo que canto, de la guitarra y las canciones.
Arnedo: –Antes se jugaba a la pelota, la pisaban, la jugaban antes de pasarla. Ahora lo único que se espera es que la pelota entre rápidamente en el arco.
–La selección de Bielsa.
Arnedo: –Claro... yo tenía un técnico que me gritaba “disfrutá la pelota, Dieguito...”.
Mollo: –¿Qué es lo que te gusta de Maradona? Que la tiene atada. Es el dueño de la pelota, y andá a sacársela. Es eso, una comunión, lo que pasa con el instrumento. Si no estás ahí se te va todo al carajo, y viene un tipo y te pone el pie y chau, la pelota la tiene otro.

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.