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Espectáculos|Sábado, 16 de marzo de 2002
EL DIRECTOR FRANCES CLAUDE LANZMANN NO OLVIDARA MAR DEL PLATA

Una historia como de película

El cineasta presentó en la muestra, que termina hoy, “Sobibor, 14 octobre 1943, 16 heures”, una fascinante película que relata un caso de rebelión exitosa en un campo de exterminio nazi, en Polonia. Se produjo un escándalo en la sala por problemas técnicos con el subtitulado, y Lanzmann terminó demandado.

Por Martín Pérez
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Lanzmann se enojó por los problemas técnicos en la exhibición de su film y terminó envuelto en un problema legal.
“Les pido disculpas, porque esto es una vergüenza”, alcanzó a decir un enfurecido Claude Lanzmann desde el escenario del cine Colón, una vez finalizada la primera exhibición de su film Sobibor, 14 octobre 1943, 16 heures. Su exaltación por ciertas lagunas en el subtitulado electrónico sorprendió a los presentes, ya habituados a superar las deficiencias del festival para acceder a las películas. Por eso una señora mayor intentó calmarlo aclarándole, en francés, “entendimos el mensaje”. Pero Lanzmann no alcanzaba a masticar su bronca por la mutilación del prólogo del film y la ausencia de traducción en el epílogo. Y al escuchar por enésima vez el latiguillo “entendimos el mensaje”, el director francés no aguantó más, enfrentó a la mujer y gritó: “Mi película no tiene mensaje”.
El episodio sucedió el jueves, en el estreno del impresionante film de Lanzmann en el del marco del festival de Mar del Plata, cuando sus principales responsables se encontraban en una recepción organizada por la Embajada Francesa. Ayer por la mañana, lejos de recibir una disculpa, Lanzmann recibió en cambio la visita de un abogado. “Quieren hacerme una demanda porque dicen que agredí a la persona responsable del subtitulado”, le explicó a Página/12, aún enojado por el escándalo del jueves por la noche. Un escándalo generado, en gran parte, por la furia del director, que arremetió contra todo y contra todos por lo que consideró un ultraje a su película.
“Mi film comienza con un texto escrito por mí, un texto teórico y práctico a la vez que explica quién es el personaje del film y como se sitúa este con respecto a Shoah”, explicó Lanzmann. “Lo que me pareció espantoso es que la persona encargada del subtitulado jamás vio el film y no respetó el ritmo del texto, perdiéndose y finalmente cortando la traducción para pasar a la siguiente escena”. No sólo eso sucedió el jueves: tampoco se tradujo el epílogo del film, donde se enumeran la cantidad de personas asesinadas en el campo de exterminio Sobibor. Al que, según Lanzmann, se tradujo como “campamento”. “Esto es casi un sabotaje”, se enoja Lanzmann. “Estoy escandalizado porque sé que Argentina es un país de cine. En Europa muchos me decían que no viniese a Mar del Plata, pero yo decidí venir igual y así es como me lo agradecen. No se tiene derecho a hacer un festival cuando no se es profesional. Yo entiendo todas las dificultades que existen en la Argentina de hoy en día, pero nunca vi algo como esto que pasó aquí”, afirma Lanzmann, que es de temer cuando se enoja.
A pesar de las acusaciones mutuas –Lanzmann acusa a los responsables de la traducción de mala voluntad, incompetencia y arrogancia, mientras estos le enviaron un abogado por los maltratos que habría recibido la encargada de disparar el subtitulado el jueves por la noche–, todo parece indicar que hoy, de todos modos, se podrá ver Sobibor... en Mar del Plata (Ambassador 3, a las 14). Que es un film apasionante, estrenado el año pasado en Cannes, en el que a partir del relato de un sobreviviente de los campos de exterminio nazi se narra el único caso que se conozca de una rebelión en esos campos que logró su cometido: la del campo polaco de Sobibor,justamente.
“El testimonio de Yehuda Lerner apareció durante el rodaje de Shoah, fue una de las última entrevistas que hice antes de volver a París luego de un agotadora temporada de difícil rodaje en Israel”, cuenta Lanzmann. “Y quedó afuera de Shoah porque no tenía el mismo tono que el resto del film. Shoah es un film sobre la radicalidad de la muerte, mientras que en este film la esperanza y la desesperanza están ligadas. Hay mucha esperanza en este film, porque es una victoria. De todos modos, no quise hacer un final feliz, y por eso agregué la lista de los muertos en Sobibor. Para que se tuviese conciencia del exterminio”.
En aquel entonces, durante la realización de Shoah, cuenta Lanzmann que al dejar afuera el testimonio de Lerner no consideró que con él se pudiese hacer otra película. “Las cosas sucedieron extrañamente”, cuenta el director, que realizó otros dos films entre Shoah y Sobibor. “Durante la realización de Un vivant qui passe, mi compaginadora trabajaba con otro productor al que le dijo que yo tenía un material extraordinario para otro film. Se refería a la entrevista con Lerner. Pero aquel productor estuvo muy bien porque no pregunto de qué se trataba. Simplemente permitió que la hiciéramos”.
Aunque en un principio coqueteó con la posibilidad de editar el material en bruto, como un testimonio, Lanzmann se dio cuenta de que debía volver a filmar en Polonia. Y así fue como, a veinte años de su última visita, regresó a Sobibor. Un viaje que cambió rápidamente el sentido de la película. “Una de las cosas que encontré allí es un pequeño museo, construido por las autoridades polacas”, explica Lanzmann, que comienza su film diciendo –y esta es una de las partes que no alcanzaron a ser traducidas el pasado jueves–, “pero los museos y los monumentos instituyen el olvido al igual que el recuerdo”. A continuación el texto invita a escuchar las palabras vivientes de Lerner. Y lo que cuentan esas palabras es su vida de huida permanente antes de llegar a Sobibor, cómo llegó allí y cómo seis semanas más tarde se tramó una rebelión que lograría concretarse al lograr su objetivo, que era matar a todos los alemanes del campo.
Film de pocos y precisos recursos, uno de los planos que más sorprenden en Sobibor es el de los gansos que ilustran el recuerdo de que los alemanes utilizaban los gritos de bandadas de gansos criadas para tapar los gritos de los judíos que llevaban a las cámaras de gas. “Filmé especialmente el plano de los gansos, pero me costó incluirlo en el film. Porque siempre pensé que la imagen no debe ilustrar la palabra. La combinación debe ser más sutil, ya que sino incluso se corre el riesgo de ser obsceno. Pensé en la función de esos gansos, y decidí que sus gritos no iban a ilustrar sino a luchar con la voz de Lerner. Y así fue como la palabra de Lerner y el ruido de los gansos se anudan como un músculo en el film. Y su imagen ya no es ilustrativa y mucho menos obscena”.
Calificado por Les Cahiers du Cinema y Le Monde como “una película hitchcockiana” y “la quintaescencia de una película de acción”, Lanzmann acepta que Sobibor... bien puede ser vista como una película de suspenso. “Pero también es una película mitológica, porque narra la historia de David y Goliath. Y a suvez es un cuento de hadas. Y una película divertida, porque la gente se ríe cuando se entera que la rebelión salió a la perfección gracias a que los alemanes eran precisos como un reloj”, explica Lanzmann, que no cree que nadie pueda hacer un film de ficción alguna vez basándose en el relato de Lerner. “Se pueden hacer buenas películas sobre evasiones, es fácil hacerlo. Pero para mostrar lo que es una evasión de un campo de exterminio, hay que explicar antes lo que es un campo de exterminio. Y ahí entonces aparecen los mismos problemas de Steven Spielberg y Benigni”.

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