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Espectáculos|Sábado, 17 de enero de 2004

El juicio a Jackson ya es un banquete mediático

En una puesta en escena digna de su personaje, el cantante se declaró inocente. Su estrategia es forzar la conexión judicial-racial.

Por Esteban Pintos
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La escena podría haber sucedido en la vereda de la calle Talcahuano o en la avenida Comodoro Py (Retiro), pero ocurrió a las puertas de la Corte Superior del condado de Santa Bárbara, en Santa María, California. En medio de un caos, producto de empujones, cámaras fotográficas y de televisión empuñadas por reporteros, guardaespaldas, policías, fans y miembros del grupo activista afroamericano Nación del Islam, Michael Jackson ingresó a declarar en la sesión preliminar del juicio en el que se le imputan siete cargos de pederastia y otros dos por embriagar a un menor. En la sesión, frente al jueza Rodney S. Melville, Jackson se declaró inocente de todos esos cargos. Antes y después, el caos citado, al que la estrella –alguna vez autodenominado “el rey del pop”– contribuyó con una puesta en escena digna de su extravagancia habitual. Llegó en una caravana de vehículos de lujo, sacando la mano por la ventanilla de una de las camionetas 4x4 y haciendo la V de la victoria.
Trajeado y por una vez sin guantes o máscara en la cara, Jackson se tomó su tiempo para romper la vigilancia de sus guardaespaldas y acercarse al público, con el que intercambió saludos. Les dio la mano a sus seguidores, que ondeaban banderas y coreaban palabras de apoyo. Un paraguas negro sirvió para protegerlo del sol de la mañana californiana (alrededor de las 8.40 am). Al salir de la sala, dos horas y media luego de su declaración –que en realidad, demandó apenas cinco minutos–, Jackson trepó al techo de una camioneta del cortejo y volvió a saludar a sus fans. Dos miembros de su escolta, vestidos de riguroso negro, registraron la insólita escena en video digital.
Acompañado de su equipo legal –liderado por el prestigioso abogado Mark Geragos– y de múltiples miembros de su familia, incluidos sus padres y sus hermanos Jermaine y Janet, Jackson fue amonestado por el juez Melville apenas ingresó a declarar. “Señor Jackson, usted comenzó con el pie equivocado conmigo... Le quiero avisar que no aceptaremos esto. Es un insulto para el tribunal. Debe llegar en el horario indicado”, le dijo el juez en referencia al retraso de 20 minutos que tuvo el cantante con respecto a la hora prefijada. “¿Usted me entiende?”, preguntó con tono severo. Con un susurro propio de su estilo, Jackson respondió “sí, señor”. Luego de la declaración, el juez fijó fecha para la sesión preliminar al juicio: será el viernes 13 de febrero. Según una expresa orden de Melville, no permitieron ni permitirán el ingreso de cámaras de televisión y fotográficas, y se prohíbe a las partes involucradas discutir detalles del caso de manera pública. La medida es discutida por las grandes cadenas de televisión, voraces frente a un juicio que parece repetir el modelo O.J. Simpson. Aquella vez, el juicio por homicidio que inculpaba al ex ídolo del fútbol americano se convirtió en discusión nacional. Y como sucede ahora con Jackson, entró en debate un tema que eriza la piel de la sociedad estadounidense: las diferencias raciales.
Es el mismo Jackson quien introdujo la espinosa cuestión, volcándose en los últimos tiempos hacia un discurso antirracista (recuérdese su aparición pública en el barrio de Harlem, Nueva York, donde acusó al Nº 1 de la discográfica Columbia, Tony Mottola, de “malvado y racista”), en la suposición de que todo el revuelo judicial es consecuencia de su condición de afroamericano. Resulta curioso teniendo en cuenta la impresionante transformación epidérmica y facial que ¿sufrió? el cantante desde fines de los años ‘80, en pleno momento de gloria. Pero a su vez, nunca renegó públicamente de su raza y apoyó diversas acciones de agitación civil y fue contribuyente para que el cineasta Spike Lee pudiera concluir la monumental biografía fílmica de Malcolm X. Pero sí es cierto que recién luego de la transformación facial, después de las polémicas entrevistas de los últimos tiempos, de la sobrecogedora imagen con uno de sus hijos en brazos (amagando con arrojarlo por la ventana) y de los constante reportes sobre sus grandes problemas financieros, Jackson recurre al “asesoramiento” de la Nación del Islam, el grupo de activismo afroamericano liderado por el polémico ministro Louis Farrakhan. Actualmente, según reportó el diario The New York Times, el grupo asesora a Jackson en el caso, controla sus finanzas y su relación con los medios.
El grupo político-religioso, que adquirió notoriedad durante la agitación social por los derechos civiles a mediados de los ‘60 de la mano de Malcom X, tiene experiencia en estos casos: en 1964, asumió el control de la carrera de una superestrella afroamericana de aquel momento, el boxeador Cassius Clay, luego rebautizado Muhammad Alí. Más acá en el tiempo, intervino en la “reeducación” del ex alcalde de Washington Marion Barry, aquel que fue descubierto fumando crack en compañía de una prostituta en un hotel. Y también, he ahí la conexión judicial-racial, apareció en el momento caliente de la acusación a O. J. Simpson, finalmente declarado inocente en el juicio por el homicidio de su ex esposa. Con todo, la mesa parece estar servida para un nuevo banquete mediático alrededor de tres temas centrales que fascinan y despiertan el morbo de la sociedad estadounidense: raza, crimen y celebridad.

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