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Espectáculos|Sábado, 17 de enero de 2004
“POLAR = CINE NEGRO FRANCES”, UN CICLO CON NOMBRES FUNDAMENTALES

Los existencialistas de armas tomar

La retrospectiva que arranca hoy en la Sala Lugones del Teatro San Martín permite asomarse a los nombres más grandes del género, en un recuento de clásicos, rarezas, rescates y varios estrenos.

Por Horacio Bernades
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Bob Le Flambeur (1955), título fundamental de Jean Pierre Melville.
Tal vez como confirmación de que no hay nada más cercano al existencialismo que el mundo del hampa, después de Hollywood no hay país que haya aportado tanto al cine policial como Francia. Lo que comunica a Sartre con los tiros tal vez sea la elección de libertad que representan la marginalidad y el delito, así como la náusea que el gangster veterano suele experimentar ante la sociedad y el mundo, prestándole carne y sangre a aquello del ser y la nada. Todo esto en términos de ficción, por supuesto. En la vida real, la muerte violenta, el robo y la ambición de riquezas ajenas suelen darse en términos bastante menos puros y románticos, más ligados al policial “sucio”. Que también lo cultivó (y lo sigue) haciendo el cine francés, con resultados nada desdeñables.
Todo esto podrá comprobarse en la cabalgata que el Complejo Teatral de Buenos Aires y la Fundación Cinemateca Francesa echarán a rodar, a partir de hoy y durante un mes entero, en la sala Leopoldo Lugones del San Martín, con la colaboración del Servicio de Acción Cultural de la Embajada de Francia. Bajo el título de Polar = cine negro francés, el ciclo –el más importante dedicado al género en la Argentina en los últimos años– se compone de casi treinta películas, clásicas y recientes, incluyendo títulos esenciales, rarezas, rescates y una buena cantidad de estrenos. Desfilarán nombres cruciales del género, desde Jean-Pierre Melville hasta Jean-Paul Belmondo, pasando por Jean Becker, Jean Gabin, Lino Ventura, Claude Chabrol e Yves Montand. A todos ellos se suma la posibilidad de relectura que brindan Jean-Luc Godard, Claude Miller, Bertrand Tavernier y André Téchiné, entre otros. El resultado será un completo panorama de lo que, en el reino de los tiros, las traiciones y los crímenes, la lengua francesa aportó al cine de los últimos 50 años.
Si de lengua gala se trata, el sello viene dado ya desde el nombre del ciclo. Aparece allí una palabrita que, aunque suene a frío extremo o a tela sintética para combatirlo, tiene, en este contexto, un sentido bien distinto. En francés, la palabra polar es la contracción de policier d’art o policial artístico, neologismo generado para diferenciar la aristocracia del género de sus versiones más abaratadas. La palabreja surgió en París durante la posguerra, cuando comenzó a llegar, con atraso, toda la producción de film noir que el cine de Hollywood había desarrollado en años anteriores. Uno de los primeros ejemplos de trasplante exitoso –y con una personalidad bien diferenciada ya de sus modelos de ultramar– es Touchez pas au grisbi, dirigido por el gran Jacques Becker en 1953, que en la Argentina se conoció como Grisbi y con ese título se exhibirá el lunes próximo. Protagonizado por Jean Gabin y Lino Ventura (dos de los grandes arquetipos genéricos impuestos, a lo largo de su historia, por el cine off Hollywood) y dirigido con ejemplar laconismo y apagado romanticismo por Becker, se trata de una prototípica fábula de hampones veteranos al borde del retiro, que abriría un profundo surco en desarrollos posteriores.
Ese surco fue cavado hasta su propia médula por quien es, sin duda, el gigante del género en lengua francesa. Se trata de Jean Pierre Melville (1917-1973), a quien el ciclo le dedica un espacio preferencial, exhibiendo tres películas claves. A falta de El samurai o Le doulos, sí se hará presente su liminar Bob Le Flambeur (1955, lunes 26), acompañada de las posteriores El último suspiro (1966, viernes 23) y El círculo rojo (1970, martes 27). Aflora en plenitud en todas ellas la lírica seca y elegíaca que, sobre los temas de la amistad viril, los códigos del hampa y las lealtades, volcó Melville a lo largo de veinte años. Si Melville aparece, haciendo de sí mismo, en esa relectura y desestructuración del género que es Sin aliento, es lógico que ese puente entre generaciones sea recogido, el miércoles 21, por el ciclo que ahora presenta Cinemateca Argentina. De allí en más, y con las ausencias del caso (son notorias las de Disparen sobre el pianista, La novia vestía de negro o La sirena delMississippi) se despliegan versiones y perversiones del género, desde el clasicismo noir de Serie negra, de Alain Corneau (martes 3 de febrero) hasta los exponentes más recientes.
Dentro de estos últimos se destaca la media docena de estrenos que presentará el maratón de la Lugones. La lista la encabeza la elogiadísima L. 627 (1992), donde Bertrand Tavernier se mete, durante unas horas, en la piel de un policía de narcóticos, y que va hoy y mañana. Los otros estrenos son El caso Marcorelle (2000), donde el resucitado Jean-Pierre Léaud se ve arrastrado al crimen por la polaca Irene Jacob (sábado 24 y domingo 25), la desolada caza de un asesino serial que presenta Escenas de crímenes (2000, sábado 31 y domingo 1º de febrero), la negritud terminal de Mercaderes de arena (2000, sábado 7 y domingo 8 de febrero) y el descaro pulp de El pulpo (1998, sábado 14 y domingo 15). A ellas se les suman otras inéditas, como Tchao Pantin (1983), en la que el obeso cómico Coluche tiene la oportunidad de pudrirse (miércoles 11 de febrero), la muy marginal Fred (1997, viernes 13) y En venta (1998), donde la cineasta Laetitia Masson investiga secretos y vericuetos de una mujer desaparecida (lunes 16 de febrero).
Por lo demás, conviene no dejar pasar un par de notables aportes de Claude Miller, como son La quiero con locura, una de las mejores traslaciones cinematográficas del mundo mórbido de Patricia Highsmith (jueves 29 de enero), y Ciudadano bajo vigilancia, extraordinario tour de force entre el jefe de homicidios Lino Ventura y el sospechoso Michel Serrault, con una imborrable aparición de Romy Schneider (martes 10 de febrero). Otras para echarles el ojo son El engaño, donde André Téchiné se desmelena de la mano del dúo Depardieu-Adjani (viernes 30 de enero); Dossier 51, enteramente filmada a través de un panóptico vigilante (lunes 2 de febrero), y 5 % de riesgo, donde el matemático Bruno Ganz intenta cometer el crimen perfecto sobre la base de cálculos de probabilidades. Por supuesto que no podía faltar Claude Chabrol, máximo representante del género de Melville para acá. Lo hará con un inédito (Inspector Lavardin, jueves 12 de enero) y con su película más reciente, La flor del mal, encargada de cerrar el ciclo, el miércoles 18 de febrero. Y después de todos estos asesinatos, ultrajes y perversiones criminales, que no vengan a decir que en el cine francés nunca pasa nada.

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