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Espectáculos|Sábado, 7 de febrero de 2004
“VOLVER TANGO”, UNA SOBRIA REVISION DEL GENERO EN TV

Pichuco, rey del bandoneón

Hoy a las 21, la señal de cable emitirá un especial dedicado a Aníbal Troilo, en el marco de una serie que analiza a los grandes.

Por Karina Micheletto
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Troilo y Roberto Goyeneche, dos figuras centrales del tango.
Los comienzos como colectivero del Polaco Goyeneche. Las “bravas barras” de hinchas fanáticos que seguían por los barrios a la orquesta de Pugliese. La pasión por los fierros de Julio Sosa. El día en que Carlos Gardel adoptó al pequeño Astor Piazzolla para que lo guiara por Nueva York. Los pequeños datos históricos se acumulan en forma de anécdotas, extrañas, tiernas o graciosas, que van retratando a personajes fundamentales del tango. El ciclo Volver Tango, que el canal de cable viene emitiendo desde comienzos de año todos los sábados a las 21, rescata estas anécdotas, enmarcándolas en un relato de vidas y obras de grandes del tango, sustentado por una amplia investigación periodística. Dentro del ciclo, por el que ya pasaron emisiones sobre Roberto Goyeneche, Osvaldo Pugliese, Horacio Salgán, Francisco Canaro y Julio Sosa, se emitirá hoy un capítulo dedicado a Aníbal Troilo, los dos sábados próximos uno doble sobre Piazzolla, y el sábado 28 el de Enrique Santos Discépolo.
Volver Tango tiene sus años: los treinta y dos capítulos que lo componen fueron hechos entre 1998 y 1999 por Enrique Marmonti, con producción periodística de Adrián D’Amore. De hecho, algunos de los que aparecen dando su testimonio, como Hamlet Lima Quintana o Julián Plaza, ya no están vivos. Aun así, la edición prolija, sin pretensiones extrañas, y los recursos periodísticos como la superposición de testimonios siguiendo un mismo relato, con mucho de material inédito, mantienen actual al ciclo, más allá del paso del tiempo en los físicos de algunos de los reporteados. Es cierto a veces no hay mucho más para decir de personajes de la talla de Carlos Gardel, Enrique Santos Discépolo, Osvaldo Pugliese, Tita Merello o Roberto Goyeneche, revisitados una y mil veces, y por eso se hace difícil su abordaje. Aun así, el mérito del ciclo es el de encontrar una mirada que hace anclaje en una rigurosa búsqueda documental, pero también en relatos de familiares y amigos íntimos o músicos que compartieron escenario con los homenajeados, y que delinean un retrato más humano de los personajes, y también más cercano a la realidad.
En el capítulo del sábado pasado, por ejemplo, se entendió mejor la muerte trágica de Julio Sosa, en un accidente automovilístico a los 38 años de edad, cuando su mejor amigo contó cómo “iba apretando las patas” cuando se subía al auto con él. O cuando, a través del relato de su hermana y sus amigos, se describió su infancia pobre en el pueblo de Las Piedras, en Uruguay, los muchos oficios por los que pasó, sin durar demasiado en ninguno, la forma en que juntaron plata entre todos los amigos para pagarle un pasaje de ida a Buenos Aires, cómo lo fueron a despedir y lo vieron alejarse en el vapor, tirando fósforos encendidos al aire hasta que el barco se perdió de vista.
El programa de esta noche, dedicado a Aníbal Troilo, recorre la vida de Pichuco desde su infancia en el Abasto, sus inicios junto a Vardaro, Gobbi y Pugliese, la primerísima selección de voces que pasaron por su orquesta, el concierto en el Colón y su consagración como bandoneón mayor de Buenos Aires, con testimonios de Jorge Göttling, José Colángelo, Aníbal Arias y María Cristina Troilo, sobrina del bandoneonista, entre otros.
Para abordar a Piazzolla hay un capítulo doble, con testimonios de sus hijos, Diana y Daniel, las tres mujeres con las que compartió su vida (entre ellas, Amelita Baltar), periodistas y músicos como Gerardo Gandini, Atilio Stampone, Horacio Malvicino y Néstor Marconi. La descripción de su prolífica vida artística pasa por su trabajo como arreglador en la orquesta de Troilo, su primera orquesta en el ‘46, sus estudios con Ginastera y Nadia Boulanger (una “segunda madre”, decía él, que le hizo entender que tenía que seguir incursionando en el tango y no en la música sinfónica), sus sucesivas formaciones, el equipo artístico junto a Horacio Ferrer y Amelita Baltar, el éxito de Balada para un loco y el histórico abucheo del tema en el Festival de la Canción del Luna Park. Sus declaraciones pasan, por supuesto, por la pena que lo acompañó toda su vida: ser reconocido en el mundo y discutido en la Argentina. “París es mi segunda patria, porque ellos comprendieron lo que no entendieron en la Argentina”, decía entre muchas de las declaraciones con las que se defendía, y sonaba arrogante. Pero también: “Yo hago música que es de Buenos Aires. No puede ser de otra manera”.

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