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Espectáculos|Viernes, 13 de febrero de 2004
“CHAPUZONES DE CARNAVAL”, UNA MUESTRA HISTORICA SOBRE EL REY MOMO

El museo de las alegres mascaritas

La exposición que se realiza en el Cabildo de Buenos Aires propone un recorrido que arranca en el siglo XIX, con una variedad de objetos que van de los disfraces a las diversas formas de mojarse.

Por Oscar Ranzani
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Chapuzones... analiza costumbres, estilos de festejo y prohibiciones históricas del Carnaval.
De la comparsa a la murga. Del pomo de plomo al bombero loco. Del agua aromatizada a la nieve. Del huevo de ñandú a la bombita de agua. La fiesta de Carnaval en Buenos Aires –al igual que en otros lugares– ha mutado en sus modalidades desde la época de la colonia hasta la actualidad. Buscando reflejar esa historia, la muestra Chapuzones de Carnaval, organizada por el Museo Histórico Nacional del Cabildo y de la Revolución de Mayo, dependiente de la Secretaría de Cultura de la Nación, propone un recorrido por el surgimiento, apogeo y pérdida de masividad (prohibiciones mediante) de esta práctica festiva en la ciudad. Para la nostalgia de los adultos y el conocimiento de los más jóvenes, hay toda una serie de objetos que incluyen afiches, instrumentos musicales, pinturas, estandartes de murgas y comparsas, y disfraces que habitan la sala J. E. Hardoy del Cabildo (Bolívar 65). La muestra puede visitarse de martes a viernes de 10.30 a 17, y los domingos de 11.30 a 18 horas.
Además de los diversos tipos de objetos de variadas épocas, el público encontrará respuestas a diversos interrogantes acerca de esta fiesta que precede a la Cuaresma cristiana. Ambos son (evidentemente) opuestos: la cuaresma es la representación de la penitencia, del ayuno y la abstinencia, mientras que el Carnaval es sinónimo de gula y de “los pecados de la carne”. Otro interrogante que podrá ser develado es la etimología de la palabra “carnaval”, utilizada en la Edad Media principalmente en Italia, y los visitantes podrán conocer también la génesis de esta práctica festiva. En el sector “La colonia y el Carnaval” se explica la costumbre de mojarse con agua que trajeron los españoles, a pesar de que en la península ibérica el carnaval se desarrolla en invierno. Pero en los tiempos de la colonia no sólo se usaba el agua sino también se arrojaba afrecho, huevos frescos, podridos o vaciados y llenados posteriormente con agua. La gente acomodada acostumbraba comprar huevos de ñandú rellenos con agua perfumada.
Otra de las tradiciones expuestas es la utilización de las máscaras que invadieron Buenos Aires a partir de 1854 aproximadamente, después de la prohibición dispuesta por Rosas en 1844 debido a los “excesos” del Carnaval. Es decir, diez años sin Rey Momo. En aquel entonces, la máscara servía para ocultar la verdadera identidad y daba aire de anonimato. Fue en ese período cuando se realizaron los primeros bailes en lugares cerrados como el Teatro Argentino, Victoria y Coliseum. Una curiosidad: en 1857 se habilitó nada menos que el Teatro Colón. Además, la exposición muestra la vivencia del Carnaval a partir de la oleada inmigratoria, donde cada colectividad realizaba sus disfraces y cada modelo se basaba en los trajes de sus lugares de origen. Paralelamente, en Chapuzones de Carnaval podrá saberse cómo surgieron las comparsas, cuya edad de oro fue en la década de 1870. Se caracterizaban por estar integradas por músicos y cantantes muy bien formados técnicamente, con coros e instrumentos. Posteriormente, promediando el año 1915, muchas fueron desapareciendo y reemplazadas, de a poco, por las murgas que, en esa época, estaban formadas por jóvenes cuyos cantos eran simples y no tenían tenores ni bandas sinfónicas.
Entre los objetos que adornan la muestra se destaca un instrumento de percusión formado por tres martillos unidos en sus extremos formando una especie de abanico: el martillo del medio queda fijo y los otros dos son movibles, y al chocar con el del centro producen el ritmo. Otra curiosidad antigua es una zambomba, instrumento de percusión similar a un timbal que está atravesado por una caña finita y larga. Se utilizaba deslizando la palma de la mano humedecida por la caña, de arriba abajo, y esto producía un sonido grave a través del tambor.
Los bailes de Carnaval proliferaron a principios del siglo XX y perduraron por décadas. Así lo demuestran los libros exhibidos con fotos de los míticos bailes en el Club Comunicaciones (1952–1954) y los registros de las recaudaciones. Otra joya histórica es un afiche invitando a un baile del Club de Avellaneda que publicitaba la presentación de Los Bárbaros, Aquelarre, Alma y Vida y Vox Dei, entre otros. Completan la exposición distintos tipos de vestimentas como las recreaciones de trajes de odalisca, bañista, bastonera, cosaco ruso, exhibidos junto a diversos estandartes (Agrupación Comparsa El Chapulín, Agrupación Murga Arrabales de Ilusión, Sociedad Comparsa Coral y Musical Juventud Moderna). Junto con las fotos de murgas actuales (Los Cometas de Boedo, Los Viciosos de Almagro) descansan a la vista de todos unos pomos de plomo para agua florida, lanzafríos, un lanzaperfume de la década del ‘40 y una careta de cartón de 1930.

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