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Espectáculos|Sábado, 6 de marzo de 2004
UN CICLO REVISA LA RELACION ENTRE EL MOVIMIENTO SURREALISTA Y SUS EPIGONOS CINEMATOGRAFICOS

Pesadillas en lo profundo de una noche sesgada de luz

Simultáneamente con la realización de la exposición titulada “Soñando con los ojos abiertos. Dadá y surrealismo en la colección de Vera y Arturo Schwarz, Museo de Israel, Jerusalén”, el Malba inicia hoy una muestra integrada por films de Luis Buñuel, Man Ray y René Clair, entre los representantes más puros y duros del mundo onírico en la pantalla grande.

Por Horacio Bernades
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Belle de Jour (1967), de Luis Buñuel, con Catherine Deneuve entre la realidad y la fantasía.
¿Puede ser el cine territorio de los sueños, lo impensado, de todo aquello que se alza contra la lógica diurna? Eso es lo que los surrealistas buscaron, desde temprano, en un arte cuya propia esencia (la luz y la sombra como materiales constitutivos, el mecanismo físico y psicológico de la proyección, la nocturnal oscuridad de la sala) siempre pareció fomentar la emergencia de lo reprimido, lo soñado, lo temido. Aquellas son, también, las preguntas que inevitablemente volverá a levantar el ciclo Dadá y surrealismo en el cine. Soñando con los ojos abiertos, que Malba.cine pondrá en pantalla, en el auditorio de Figueroa Alcorta 3415, a partir de hoy y hasta fin de mes. Integrado tanto por clásicos del surrealismo cinematográfico como por títulos que, sin serlo, fueron amados (o lo serían, de haber podido verlos) por los representantes de ese movimiento estético, el ciclo es tan amplio, detallado y abarcativo como suelen serlo los que la gente de Aprocinain y Malba.cine programa regularmente en esa sala. Dadá y surrealismo en el cine ha sido pensado como contrapunto de Soñando con los ojos abiertos. Dadá y surrealismo en la colección de Vera y Arturo Schwarz, Museo de Israel, Jerusalén, exposición pictórica que a partir del 12 de marzo ocupará las salas centrales del museo.
“Lo que veíamos en el cine era una sustancia lírica que simplemente estaba pidiendo ser recolectada en masa”, confesaba, allá por 1951 y en un artículo liminar publicado en la revista L’Age du Cinéma el mismísimo André Breton, sacerdote máximo de la logia surrealista, recordando los tiempos en los que él y otros conjurados como Louis Aragon, Paul Eluard, Antonin Artaud, Robert Desnos, concurrían al cine en busca de maravillas. Para los desprejuiciados surrealistas, esas maravillas podían estar tanto en un film de Eisenstein como en un serial de aventuras, una de Mark Sennet o una de terror. Además de espectadores ávidos y ensayistas pasionales (la revista L’Age du Cinéma, que duró un intenso año, era algo así como el órgano oficial cinematográfico del grupo) los surrealistas –con carnet o no, de toda la vida o durante un tiempo– también intentaron tomar por asalto el cielo del cine mismo. Esto, tanto a través de la escritura de guiones (el de Artaud para La caracola y el clérigo, 1928; ver recuadro), la dirección de arte (algunos esfuerzos aislados de Dalí, Duchamp, Man Ray) y la realización cinematográfica.
En el campo de la realización descuella como máximo surrealista cinematográfico don Luis Buñuel, que se ganó ese cielo desde el momento en que, con ayuda de Dalí, tajeó un ojo con una navaja y equiparó esa imagen con la de una nube que corta la luna (en Un perro andaluz, 1929) hasta que, medio siglo más tarde, dividió una mujer en dos (en Ese oscuro objeto del deseo, 1977). Entre una y otra, claro, el completo desfile de imágenes como de sueño y la violencia subversiva y descolocadora, todo ello de neto cuño surrealista. Como no podía ser menos, en el ciclo programado por Malba.cine aparecen todos esos clásicos de la corriente, incluyendo Entreacto y París que duerme, de René Clair, y dedicándosele un apartado entero a Buñuel, con nueve títulos de su cosecha en total. Como es costumbre en estos ciclos –que cuentan con colaboración de Aprocinain y Filmoteca Buenos Aires– se hace también su lugar una buena cantidad de copias restauradas a nuevo (como la de Cuéntame tu vida, que incluye el famoso sueño “blanco”, diseñado por Dalí), títulos rescatados del olvido (por ejemplo Sueños que el dinero puede comprar, film en episodios que cuenta con aportes de Duchamp, Léger, Max Ernst y Man Ray) y rarezas poco vistas. Entre estas últimas se destacan los cortometrajes Emak-Bakia (dirigido por Man Ray en 1926), Anémic Cinéma (Marcel Duchamp, 1926) y hasta el aporte argentino de Rodolfo Kühn con La flecha y un compás, de 1950.
Más allá de aportes más o menos ortodoxos (a los que el programa de Malba.cine califica como afines “al dogma”), el ciclo Dadá y surrealismo en el cine despliega otro abanico de películas que, o bien fueron amadas por los surrealistas (el caso de El conquistador del Oeste, de Buster Keaton, película a la cual Rafael Alberti dedicó un poema), o bien recogen ciertos motivos, búsquedas o afinidades de aquellos movimientos de vanguardia, como puede ocurrir con un par de oscuros melodramas (la italiana La estatua viviente y la mexicana Amok, sobre relato de Max Aub) en los que la mujer amada se vuelve soñada. Aunque no deje de llamar la atención la ausencia de esos dadaístas en estado puro que fueron los hermanos Marx, en el ciclo no faltan notorias apologías cinematográficas del sueño y la pesadilla, como La ciudad de las mujeres (que se exhibirá en versión completa) y Corazón salvaje. Así como el dadaísmo pythoniano de Los caballeros de la mesa cuadrada y Estamos todos locos. El furor completista que caracteriza estos ciclos de Malba.cine no podía dejar afuera el género de terror, uno de los más reivindicados por los surrealistas, incluyendo allí la presencia de ese amo del sueño que es Freddy Krueger, que hace de las suyas en la cuarta parte de la serie Pesadilla en lo profundo de la noche. Título que, por cierto, bien podría haber sido el de un cuadro de De Chirico o el propio Dalí.

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