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Espectáculos|Jueves, 1 de abril de 2004

Seis espacios en busca de un autor o cómo ocupar el sótano del Colón

Varios grandes artistas fueron convocados para crear Enclaves, obras escénicas que se representarán, a partir de hoy, en el CETC.

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El compositor Mariano Etkin es uno de los convocados.
El notable artista plástico León Ferrari, el compositor Mariano Etkin, el músico brasileño Tato Taborda, el grupo Oligatega Numeric (participantes de la beca Kuitca del Centro Cultural Rojas), el iluminador Gonzalo Córdova y la coreógrafa y bailarina Gabriela Prado son los protagonistas del multiproyecto con el que el Centro de Experimentación del Teatro Colón (CETC) comenzará hoy su temporada 2004. La idea partió de la propia naturaleza múltiple de la sala. Y parte del atractivo, como dice Ferrari, consiste en saber “que se está en el sótano del Colón, debajo mismo de la gran sala, en sus cimientos”.
Seis obras que, en parte, se superponen en el tiempo y se desarrollan en seis espacios distintos del CETC, omitiendo, casi religiosamente, el centro. Una experiencia que tiene por objeto relacionar artistas de distintos campos para la producción de obras escénicas cortas y que exploren las posibilidades espaciales de la sala. Con funciones, además de la de hoy a las 20.30, mañana, el sábado, el domingo (a las 17), el martes 6 y el miércoles 7 de abril, el nombre del espectáculo es Enclaves y cada uno de los artistas convocó a su vez a otro, de otra disciplina, como coautor, colaborador o intérprete de una obra nueva, que será estrenada en esta ocasión. Prado trabajó con la videasta Silvia Rivas para la composición Andén 6. Oligatega Numeric presentará El enorme. Ferrari, ya uno de los artistas más importantes en los años sesenta, escultor y poeta además de militante político (estuvo exiliado a partir de 1976), inventó una suerte de maravilloso objeto/instrumento musical que él mismo toca en Armonías no figurativas. Gonzalo Córdova se acerca a la figura de Wagner en Proyecto Appia. Tato Taborda, también con un gigantesco instrumento –o máquina– llamado Geralda, que incluye una flauta folklórica, guitarra y percusión, entre otras cosas, se suma a la bailarina Maria Poppe para hacer una obra cuyo nombre coincide precisamente, con el de su invención. Mariano Etkin convocó, por su parte, a la coreógrafa Laura Falcoff para elaborar Los vasos comunicantes. El diseño sonoro estará a cargo de Pablo Abal y el diseño de la iluminación general es de Tony Caldarelli.
El grupo Oligatega Numeric, integrado por Mateo Amaral, Alfio Demestre, Maximiliano Bellmann, Mariano Giraud y Leandro Tartaglia, trabajó alrededor de la idea de que la ejecución de la banda de sonido fuera, a la vez, una parte de la imagen misma. Los artistas utilizan habitualmente imágenes, textos, video, música e instalaciones y sus investigaciones indagan en la tecnología, el relato ficcional, el lenguaje y los procesos de pensamiento en general. También produce música experimental bajo el nombre de Rondamones. Gabriela Prado –ex integrante de la Compañía de Danza Contemporánea del Teatro San Martín y del grupo Nucleodanza y becada por la Fundación Antorchas para un programa de investigación en la Trisha Brown School of Dance (Nueva York), Alexander Technique (Amsterdam) y en el Action-Theater (San Francisco)– explica, acerca de Andén 6: “Víctimas del tiempo, encontramos en la experimentación una estrategia para aplazar la conclusión, una multiplicación del tiempo en el interior de la obra, una fuga... ¿fuga de qué? De algo que se oculta en los relojes. El tiempo se alarga hasta anular su temporalidad, o se extravía en los vericuetos de las formas, atajos que nos permiten permanecer ocultos dentro de su laberinto, eludiendo el final”.
En Proyecto Appia participan los actores Máximo Lazzeri, Alejandra Flores, Esteban Fagnani, Rodolfo Prante y Javier Lorenzo. Para su autor, “la iluminación escénica y la música eran sólo expresión pura. Dos formas de un mismo espacio que expresan una partitura escrita. A partir de ella, se crea el Wort Ton Drama, en donde la iluminación provee claridad para ver y además crea sentido. La propuesta de esta instalación es desnaturalizar ambos objetos expresivos (la luz y la música) mediante la imposibilidad de operar sobre sus signos. Actores que no pueden leer una partitura rodean una iluminación que no ilumina ninguna escena”. La partitura pertenece al Tristan und Isolde wagneriano pero, claro, los actores no sólo no saben leer música sino que tampoco saben alemán. Y tampoco conocen la técnica de ningún instrumento. Aun así cantan en una especie de falso alemán, tocan el violín, un corno natural y un gran cassa y realizan un concierto. Los vasos comunicantes, interpretada por los bailarines María Eugenia Padilla y Rubén Gallardo y por un trío de instrumentistas dirigido por Santiago Santero, toma su título de un libro de André Breton y fue construida, según sus autores, “a lo largo de un intercambio prolongado entre compositor y coreógrafa. La música y la danza surgieron una de la otra. Así, una tensión nacida en la música puede resolverse en una trayectoria en el espacio; un desplazamiento de los cuerpos puede impulsar una textura sonora. No hay relato. La obra no es representativa pero tampoco abstracta”.

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