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Espectáculos|Sábado, 3 de abril de 2004

“Watt” o una invitación al desenfreno electrónico

Las bailarinas Inés Rampoldi y Leticia Mazur y el DJ Paulino Estela ponen cuerpo y música a una obra que busca disparar la vibración de una pista tecno.

Por Silvina Friera
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Rampoldi y Mazur, aquí con el DJ Paulino Estela, protagonizaron la celebrada Secreto y Malibú.
La música dance golpea en los cuerpos y los hace vibrar como poseídos. Las bailarinas Inés Rampoldi y Leticia Mazur husmearon el asunto de la movida electrónica, pero sin el afán de documentar intramuros esas sensaciones, ni de intelectualizar el placer que les provocaba ingresar en un estado de trance. “Cuando estábamos en el boliche no daba para zarparse mucho”, sugiere Leticia. Entonces, decidieron juntarse con el DJ Paulino Estela, alquilar un estudio y lanzarse a improvisar, sin pretensión de crear un espectáculo. El interés fue generar un lenguaje nuevo a partir de la música electrónica, aunque sin desechar sus experiencias de formación, gustos e influencias. Watt, que se estrena hoy a las 22 en el lugar de mismo nombre (Sarmiento 4006), es el resultado de esta propuesta poco frecuente en la danza profesional, más preocupado por perfeccionar la técnica e inculcar el virtuosismo que por incorporar fenómenos que, aunque no surjan en las academias, los estudios o los teatros involucran al cuerpo.
Durante abril y mayo, todos los viernes y sábados a las 22, el trío invitará a los espectadores a sumarse a un viaje físico a través de la música y del espacio. “Una cosa es improvisar para producir material en estudio para una obra y otra, muy distinta, hacer que esas improvisaciones se produzcan cada noche frente a un público diferente”, advierte Rampoldi, intérprete, junto con Mazur, de Secreto y Malibú, obra de teatro-danza estrenada en 2000 que fue representada en EE.UU., Francia, España, México, Chile, Brasil y Japón. “Nos entusiasmaba la combinación del lenguaje del movimiento que se genera con la música electrónica, de la posibilidad de hacerlo en vivo, improvisando, que sea un espectáculo con unas características no tanto vinculadas a la creación de una ficción con un sentido, sino algo mucho más móvil, más blando, que nos permita comunicarnos de otra manera. Es una apuesta en la que tratamos de mostrar cómo un lenguaje del movimiento se las arregla para transmitir algo, para llegar y establecer una conexión con el público. La idea es que el cuerpo del bailarín es un instrumento más”, agrega Rampoldi.
“Cada vez que uno hace un espectáculo invita en cierto sentido a un viaje”, opina Mazur. “Pero cuando hay una conexión con la música, pareciera que el cuerpo y los sonidos son una misma cosa. Las decisiones que uno toma improvisando son físicas, jamás cerebrales. Ese estado de decisiones y pensamientos físicos, estimulados por la música, es un viaje. Cuando sucede exitosamente la idea es que el espectador pueda vibrar.” Para que esto suceda, Rampoldi aclara que los momentos coreográficos de Watt se mezclan con partes improvisadas. “Necesitábamos un marco de contención porque nos daba vértigo embarcarnos en algo caótico como la improvisación, que puede provocar que los espectadores se pierdan. Queremos sorprenderlos, pero que nos puedan seguir.” El DJ Paulino Estela, en sintonía con lo que las bailarinas pretenden, comenta que no utiliza música experimental. “Empezamos usando house progresivo, que es lo que más se escucha. Es música de club, porque la que se pasa en las raves es más masiva, en cambio, el club es un lugar pequeño que marca tendencias. La idea es juntar el placer del baile del club con los bailarines, a los que veo muy encerrados en la técnica.”
–¿Qué sucede si el público quiere bailar?
P.E.: –Que bailen, que se suban a los bancos. La idea de presentarlo en este lugar en el que ensayamos es porque no sabíamos cómo iba a reaccionar el público: si se va a quedar asombrado, sentadito, o si se contagia y baila. Nos parecía muy arriesgado tirarnos con la idea de que los espectadores van a bailar porque puede ser chocante y los podés inhibir.
I.R.: –Queremos usar todas las posibilidades del cuerpo y no estar como salchichitas, uno al lado del otro, todos transpirados.
L.M.: –Durante el proceso nos preguntábamos si darle lugar a eso o esperar a que la gente lo pida. Queremos provocar ganas de bailar, pero no es lo mismo querer eso que permitir que suceda. El DJ se va a quedar tocando y que sea lo que sea. No queremos imponer una fiesta. La música electrónica de pista, por cómo la ponen en los clubes, golpea en el cuerpo. Entonces la gente salta y algunos se copan y se ponen a bailar de una manera particular. A nosotras nos estimulaba muchísimo. Pero no nos metimos en la movida y nos convertimos en fanáticas. Entramos en el after hour de la gran movida.

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