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Espectáculos|Jueves, 8 de abril de 2004
MARIANA FABBIANI, LUIS RUBIO Y “EL OJO CITRICO”

“No somos el dedo acusador”

El dúo asegura que su intención no es poner a la televisión en el banquillo sino simplemente divertirse: “Desde el humor uno puede expresar opinión, se puede ser crítico desde el absurdo”.

Por Emanuel Respighi
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Fabbiani y Rubio encontraron rápidamente la química necesaria para conducir de a dos.
Exactamente veintiocho en poco más de media hora. Esa es la cantidad de veces que Mariana Fabbiani desplegó su enorme y sonora carcajada durante la charla que tuvo con Página/12, junto a Luis Rubio, su coequiper al frente de El ojo cítrico (viernes a las 23). Haciendo un simple cálculo matemático, el promedio asombra tanto como la excesiva regularidad de sus dientes blancos: a razón de casi un estallido por minuto. Aunque la cifra es por demás desmesurada, hay una cuestión que redime en cierta manera el histrionismo gestual de la rubia: la usina de chistes que le depara Rubio. “Tenemos muy buena onda, lo cual es raro porque no siempre ocurre que uno entre fácilmente en simbiosis con el otro, menos si de conductores se trata. Suelen ser muy conocidas las duplas que se odian”, dispara Fabbiani, sin dar nombres. Y, por supuesto, estalla en una de sus clásicas carcajadas.
Caso atípico el de El ojo cítrico. Ultimo exponente de un género televisivo que por la saturación parecía caer en desgracia (¿cuántos ciclos hay dedicados a mirar críticamente a la TV? ¿Y programas que destinan parte de su espacio a mostrar sus propios furcios?), el programa producido por GP logró diferenciarse a partir de una sencilla fórmula: el humor. Así, lejos de colocarse en la misma línea política de ciclos como Televisión registrada o Televicio, El ojo cítrico encontró en Fabbiani y Rubio a la pareja ideal para desandar los errores y los furcios televisivos en un tono humorístico más que periodístico. De hecho, el programa le agregó a su materia prima –la propia TV– divertidos sketches y secciones fijas interpretadas por la versátil dupla.
“Nuestra prioridad es hacer reír a los televidentes más que juzgar lo que ocurre en los medios”, explica Rubio, en uno de los pocos momentos serios de la entrevista. “Arrogarse el derecho de juzgar a los otros y tener la única verdad –prosigue– no es la idea para un programa de este formato. Si uno quiere realmente hacer eso tiene que construir un espacio donde se analice el discurso de la TV y pensar si realmente contribuye o no a mejorar el vivir de los argentinos. No es nuestra premisa: El ojo cítrico es un programa para la familia.”
Conocedora del género (se inició en la conducción televisiva en PNP), Fabbiani compara a El ojo cítrico con la segunda etapa de PNP, cuando el ciclo que conducía Raúl Portal pasó del 7 a Telefé. “PNP empezó siendo tremendamente crítico y cuando pasó a Telefé viró hacia un humor más popular. El ojo cítrico, en algún punto, refleja la segunda época de PNP. Mientras que TVR, por ejemplo, refleja la primera época”, analiza. Aunque el ciclo puede ser objeto de crítica por cierta liviandad en su contenido, la ex Mariana de casa reivindica su poder ácido. “Hay muchas maneras de bajar línea. No siempre es haciendo una editorial o criticando desde un lugar tan violento que se cae en una actitud similar a la que se critica. Me parece que también desde el humor uno puede expresar opinión. Se puede ser crítico desde el absurdo, desde una manera más sutil e inteligente: sólo hay que saber leer los mensajes”, detalla, aun cuando admite que la crítica política no es el leitmotiv del ciclo. “Nuestra esencia es divertir.”
En busca de diferenciarse del resto de los ciclos que observan a la TV, El ojo cítrico construye una relación con el público y los protagonistas de los furcios o errores en un nivel de igualdad, mostrando sus propias perlitas televisivas. “No recibimos demasiadas críticas de los famosos porque nosotros somos los primeros en tener humor con nosotros mismos”, confiesa Fabbiani. “No nos situamos y observamos a la TV desde el púlpito, sino que nosotros también estamos perseguidos por ese ‘ojo maligno’ y ponemos al aire nuestros propios furcios. Hacemos el programa desde adentro de la lógica de la TV y no con el ánimo de levantar el dedo juzgador.”
Buena parte del éxito de los programas cuya materia prima es la misma TV se basa en la recopilación de curiosidades, errores y/o contradiccionesque se observan en la TV. El trabajo de los productores, horas y horas sentados frente al televisor, es arduo y requiere de un fino ojo para captar lo imprevisto allí donde el espectador común no ve nada raro. En este sentido, una parte considerable de la usina de material que abastece a El ojo cítrico proviene de las producciones de ficción del canal. Una práctica que puede encubrir una cierta censura empresarial. “Nosotros no censuramos nada, siempre y cuando mantengamos el respeto”, aclara Rubio. “Aunque no lo sé a ciencia cierta, puede que el material en bruto pase anteriormente por un filtro interno, para no mostrar imágenes que no ayuden o vayan en contra de lo que la ficción quiere construir. Pero no pasa por nosotros. En todo caso, nos hacen llegar errores o furcios que sean publicables”, admite.
Coincidencia o resguardo empresarial, lo cierto es que los conductores remarcan que conseguir material se torna cada vez más complicado. “Ahora nos está costando mucho conseguir los backstage de los programas. Y no puede ser que nadie se equivoque... Algo está pasando”, vislumbra Fa- bbiani, con la única media sonrisa que ofrendó en todo el diálogo. Pese al lamento, Fabbiani le reconoce al surgimiento de este tipo de ciclos un importante bastión de cambio de la pantalla televisiva. “Más allá del humor –señala–, el valor de este tipo de ciclos es que desacralizaron muchísimo la TV. La solemnidad que antes tenían las estrellas ya no existe y no sirve. Ahora es mejor ser más natural y admitir el error que tratar de taparlo. Porque además, esconder el furcio o el equívoco es a esta altura una misión que se torna casi imposible: los ojos cada vez son más.”

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