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Espectáculos|Viernes, 9 de abril de 2004
GABRIEL “PUMA” GOITY HABLA SOBRE SU EMILIO URIARTE DE “LOS ROLDAN”

“Me re-encantó que la perra tenga psicólogo”

Dice que construye a sus personajes en base a la observación, que el “andásss” se lo robó a un amigo, que la gracia está en buscarle matices a ese empresario conservador que se enamora perdidamente de una travesti. Su pareja con Florencia de la V. es uno de los puntos fuertes de la tira.

Por Mariano Blejman
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“Claro que trabajo con estereotipos, la calle está llena. Julieta Prandi, Anne Krueger, Aldo Rico son estereotipos.”
Algunos podrán pensar que Los Roldán es una mezcla entre El precio del poder y El groncho y la dama, aggiornada por el espíritu K. Mientras que Emilio Uriarte es Rodolfo Bebán en El precio..., Tito Roldán viene a ser Hugo Arana en El groncho... Por lo pronto, Marcelo Tinelli fue el que compró la licuadora y le salió un explosivo batido televisivo con la producción de Ideas del Sur. En ese contexto, Gabriel “Puma” Goity (Emilio Uriarte en la ficción) viene a representar todo aquello que fueron los ‘90: la avaricia, el amiguismo y el dinero fácil. Aunque nadie podría pensar, sin entrar en profundidad, que Uriarte tiene una sana obsesión con Laisa, la destapada Florencia de la V, que encontró en su travestismo un inmenso halo de seducción que atrae a Uriarte hacia sus deseos más mundanos. Y que tiene detrás a millones de personas que lo miran por tevé. De todas las parejas en escena, ésta se ha convertido –sin duda– en una de las más ricas de la tira. “El mensaje de Los Roldán es ‘¡Basta de afanar’”, dice Goity en entrevista con Página/12.
–¿Su personaje está reprimido?
–Es un personaje del que uno jamás pensaría eso. Lo que lo hace atractivo es lo que uno no se imagina de él. Si el personaje es conservador hay que buscarle un lado progresista. Si es progre hay que ver su parte autoritaria. Si tiene un lado humano hay que buscarle un lado facho, y al revés.
–¿Pero él quiere o no quiere, sabe o no sabe?
–Es un asunto que lo supera. Su relación con Laisa (Florencia de la V) es una cosa conflictiva. El tipo fue educado de una manera, pero no puede con ella. El cree que Laisa es una mujer, obviamente. Pero aunque lo niegue, aunque lo mantenga en su inconsciente, en el fondo sabe que Laisa es una travesti. En uno de los primeros capítulos, Uriarte sigue a Laisa hasta el baño y festeja cuando la ve entrando al baño de mujeres. Laisa le habla del “período” y esas cosas, pero para todos lo demás es claro de quién se trata.
–¿Por qué cree que pegó tanto esta historia?
–Es una historia original, no hubo a las 21 novelas costumbristas como ésta. Nosotros éramos optimistas, no podemos negarlo, pensábamos que íbamos a tener 30 puntos de rating. A veces me juntaba con Miguel Angel Rodríguez y le decía que íbamos a hacer un golazo. Pero jamás pensamos en 37 puntos de promedio. Es demasiado. Aquí no hay excusas. El problema va a ser mantenerse. Miguel viene de dos años de comedias, es un tipo de barrio muy querido. Andrea Bonelli está brillante, Andrea Frigerio hace una pareja interesante. Pero a mí lo que más me gusta es el tema de la perra.
–Y su psicólogo...
–Bueno, el psicólogo de perros existe. No lo inventamos nosotros. A mí me había dado risa cuando salió que Boca tenía un psicólogo. Pero lo del psicólogo de perros es maravilloso.
–¿Hacia dónde va la tira?
–Está muy jugada. Ni siquiera llegamos a los dos meses... Es la gran pregunta, confío ampliamente en los guionistas. Soy un actor que los va a defender a muerte, aunque no sé en qué va a derivar.
–¿Lo confunden en la calle con su personaje?
–Es un halago. Si uno hace de homosexual está bueno que venga una persona y te diga “Vos te la comés ¿no?”. O si hacés de macho que te digan “qué hombre”, o si hacés de progre que vengan y te digan que sos amigo de Horacio Verbitsky. Para eso uno hace actuación.
–Pero no olvide que está en el canal de la familia...
–La novela puso el tema del travestismo en un lugar donde tiene que ponerse. El tema siempre fue tratado de un modo espantoso, hubo representaciones guarras. Pero en Los Roldán se muestra como es: es un ser humano que se enamora como cualquiera. Es el más ético, el más moral y el primer programa que los pone a la vista en grandes sectores reaccionarios que tenemos. Porque por más que nos hagamos todos los K, seguimos teniendo zonas moralistas al pedo. Los chicos se lo toman con naturalidad. A los más grandes nos da cosita, nos da como impresión, porque fuimos educados de otro modo.
–La tele sirve para abrir cabezas.
–La televisión está para entretener y, de última, cambia algo, pero no jodan... la televisión es un mueble en tu casa, la de ahora que tiene 100 canales, un mueble movido. El otro día me paró una vieja en la calle y me dijo: “Señor, ¡qué barbaridad la chica que ponen!”, y yo le dije: “Por qué no cambia de canal, señora... ¡cambie! Ponga Animal Planet, ponga un reportaje a Saramago, ponga el canal del Papa, ¡qué sé yo...!”. No es una obligación vernos.
–Pero puede ayudar a romper tabúes.
–Es gran formadora de opinión. Pero no podemos dejar todo librado a la tele. Como dice ese señor chiquitito que sale en la tele, no creas todo lo que te dicen. Es evidente que Laisa representa un sector de la población y es buscado por otro sector que puede estar reprimido. Porque los mismos que los critican son los que le dan de comer. Los cabarets están llenos de gente, si cierra alguno es porque no le paga su cuota a la policía.
–¿Por qué dijo recién que estamos “re K”?
–Estamos muy esperanzados, es bien argentino eso de yo no lo voté. Ahora resulta que nadie lo votó pero todos lo apoyan, y es uno de los mejores presidentes en imagen y en hechos en muchos años. Dure lo que dure, por el trato que les da a los demás. La gente está esperanzada. A los que laburan con él al menos no se los ve en Buenos Aires News, ni aparecen en Caras.
–¿Cambió el relato de poder?
–Hay algo más accesible, porque si lo llamás viene y pone el físico donde hace falta. Al menos cambió lo que estábamos acostumbrados a ver.
–¿Y Los Roldán corresponde a un proceso de inclusión?
–El mensaje de Los Roldán es “basta de robar”. Vamos a laburar, es un mensaje de convivencia moral, de que le vaya bien al que labura. Basta de ventajistas, de amiguismo.
–Su personaje es todo lo contrario.
–Sin duda, Uriarte representa los ‘90, los privilegios y las ventajas, donde gana el pícaro y no quien se lo merece.
–¿No hay riesgo de estereotipo?
–A mí no me importa eso... Si se pone a ver a Menem uno termina diciendo este tipo está muy estereotipado, y el tipo es de verdad. No puede ser tan real, es un chanta real. La Krueger del FMI es gorda, tiene anteojos, cara de mala, parece un perro. Dígame si no es un estereotipo de sí misma... Y sin embargo existe. Es un personaje totalmente inverosímil. Si yo le muestro a usted una clase de teatro donde se hacen personajes y viene uno de estos jóvenes y dice “ay, no... che... es muy estereotipado...” y te da ganas de meterle un cabezazo tucumano. ¿Qué? ¿No se puede hacer de Julieta Prandi? La Prandi es un re-estereotipo. Rico es un estereotipo. Seineldín, mírelo, con ese perfil militar. Son estereotipos de sí mismos, son totalmente inverosímiles pero existen. Son personalidades muy fuertes, se destacan sobre otros distintos a lo normal y sin embargo son estereotipos. Qué curioso. ¿Cómo voy a construir una escena con un hombre que hace nada? ¿Quién se va a acordar de él?
–¿Cómo construyó a Uriarte?
–Uno observa personajes. Nos dedicamos a esto. No nos ponemos a ver especialmente una cosa, sino todo el tiempo venimos viendo por la vida muchas cosas. Yo he vivido con gente así, empecé por los gestos, esas imitaciones, esas cosas de gente amiga. Un tío de un amigo mío era así, de otro amigo de la escuela le saqué el “andáass” que digo cada tanto. El otro día me llamó y se cagaba de risa. En Buenos vecinos hacía de un hincha de Huracán y ahora hago de un ricachón. El personaje no tiene que ver conmigo, pero cuando la gente viene y te dice “hola... paquete” ya está, gané. Yo no hago juicio sobre los personajes, no los juzgo por su estereotipo. El malo malo me aburre, me gusta el hijo de puta que te saca una sonrisa.
–¿Es consciente de que lo ven casi cuatro millones de personas, sólo en Capital y Gran Buenos Aires?
–Da miedo. Mire... no quiero ni pensarlo.

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