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Espectáculos|Jueves, 15 de abril de 2004
“OCEANO DE FUEGO”, CON V. MORTENSEN

Cowboy melancólico

Por Martín Pérez
Después del éxito de la trilogía de El señor de los anillos, era lógico que Viggo Mortensen dejase de ser un actor marginal, listo para embarcarse en proyectos bizarros, para probarse las ropas del estrellato. A juzgar por lo que se puede ver en Océano de Fuego, no le va tan mal. Su cowboy triste y melancólico, que viaja de las praderas norteamericanas de fin del sigo XIX directamente a Medio Oriente para competir en una carrera por el desierto, es lo que mantiene unida a una película de aventuras que es una mezcla del plebeyo heroísmo de Seabiscuit con el exotismo de Indiana Jones. Más de dos horas de aventuras y misticismo, cuyos mejores parlamentos son las miradas mudas que le dedica su caballo a un cowboy aventurero a pesar de él.
Dirigida por un especialista del cine de acción como Joe Johnston (director de Jumanji y Jurassic Park III) y con guión de otro especialista, en este caso del western, como Jon Frusco (guionista de Young Guns y Spirit), Océano de Fuego lleva por nombre Hidalgo en el original, y vaya uno a saber por qué decidieron cambiarle un nombre tan hispano y comprensible para su estreno latinamericano. ¿Tal vez para despegarse de las críticas desfavorables que despertó la película después de su estreno estadounidense? Asegurar que está basada en un hecho real no es la mejor de las publicidades para una película que roza todo el tiempo el ridículo, como debe suceder en semejantes gestas.
Contando una historia de amor a dos puntas, y una carrera imposible por la gloria y el botín, Océano... es aburrida cuanto más ampulosa se presenta, y divertida cuanto más se aferra a la aventura. Con el increíble Omar Sharif como el jeque que organiza el evento, el debut de Mortensen como estrella de Hollywood es una película menor y entretenida. El problema es que por momentos no se aviene a semejante descripción y juguetea con la trascendencia y lo espiritual. Ahí es cuando aparecen los bostezos. Por suerte, también aparece siempre el rostro triste de Viggo y su muda relación con su fiel montura para regresar al sendero correcto.

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