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Espectáculos|Martes, 4 de mayo de 2004

“Una novela sobre los ‘70, pero situada en los ‘50”

Guillermo Saccomano presentó La lengua del malón, y motivó un debate sobre literatura y política.

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Guillermo Saccomanno y Leopoldo Brizuela reflexionaron sobre una novela que recupera la antinomia “civilización o barbarie”.
Por Sandra Chaher

“De lo que habla este libro en definitiva es de civilización y barbarie. De lo que no está dicho en ningún lado. Desde la conquista del desierto hasta el golpe del ‘76 hay mucho resentimiento escondido. Y en este libro aparece mi propio resentimiento, mi incomprensión hacia un padre socialista, opositor al peronismo, pero que veneraba la revista Sur. Yo no podía entender esta cosa de ‘cultura rubia’ en un barrio cabecita.” En un encuentro dinámico, intenso, pero breve, que dejó a la gente con ganas de más, Guillermo Saccomanno presentó su último libro, La lengua del malón –editado a fines del año pasado por Planeta– en compañía del escritor Leopoldo Brizuela.
La lengua del malón, que en la historia literaria de Saccomanno sigue a El buen dolor –un texto publicado en 1999 en el que narra la muerte de su abuela y la decadencia de su padre–, no se desvincula de ese libro en cuanto a la profundización de un vínculo ambiguo y contradictorio como suele ser el de un padre con su hijo. La novela surgió de un proyecto fallido sobre una mujer que había nacido y crecido en cautiverio en los ‘70. La novela no avanzaba y apareció el profesor Gómez, personaje central de La lengua del malón. Y todo se dio vuelta, retrotrayéndose 20 años, ante la imposibilidad, y su humilde admisión por parte del autor, de no poder escribir sobre los años de plomo. Entonces surgió una novela que transcurre en 1955, en la que se articulan la relación homosexual de dos mujeres, la homosexualidad del mismo Gómez –que se debate en su propia contradicción de intelectual y simpatizante del peronismo– y un texto sobre la historia de amor entre un indio y su cautiva. Todo eso teñido con las ambigüedades de los intelectuales frente al poder, en particular frente al peronismo; y, finalmente, las ambigüedades del mismo autor que, sin ser peronista, ve en este movimiento popular una punta de ovillo para hilvanar la historia de las víctimas en la Argentina.
“¿Cuál es la tragedia de esta novela?”, se preguntó Brizuela durante la presentación. “¿La de la masacre del ‘55, la de la cautiva? Yo creo que Saccomanno trata de reencontrar el legado de esas víctimas antiguas para que las actuales –las del genocidio de la dictadura, las de los planes económicos que empezaron con Martínez de Hoz– se liberen. Yo tengo una enorme gratitud hacia este libro porque me ayuda a hablar de las víctimas en una batalla que para el autor no está perdida.” “Yo también creo que mi novela habla de las víctimas actuales y las antiguas”, coincidió Saccomanno. “Me di cuenta de que no podía escribir sobre los ‘70, que caía en la demagogia de decir ‘todos somos Robin Hood’. Yo puedo pensar los ‘30, los ‘80, pero no tengo distancia para los ‘70. Quizá lo que hice fue escribir una novela sobre los ‘70, pero situada en los ‘50.”
Una novela que transcurre en 1955 ligó inevitablemente la charla a los géneros literarios –¿qué es una novela histórica y, yendo más allá: qué es una novela?– y al peronismo. Sobre el primer tema, Brizuela se refirió a la búsqueda de un género nuevo por parte de Saccomanno: “La lengua del malón está hecha de melodrama, porno, gauchesca, más cerca de Julián Centeya que de Platón, es una mezcla de géneros populares”. “La literatura es una cosa un poco más anárquica que los géneros literarios”, aportó Saccomanno. “Viene también de otros lados, de textos que la academia no considera literarios y sin embargo confluyen. Creo que algunos escritores nos estamos dando cuenta de que trabajar la ficción en sentido ortodoxo en Argentina es complejo. ¿En qué casillero ponemos al Facundo? Esto es lo que permite, por ejemplo, que (Rodolfo) Walsh pueda hacer periodismo con las herramientas de la literatura. A mí me encanta la literatura decimonónica, pero me cuesta mucho pensar la novela en términos de gran escritura, me identifico más con los escritores norteamericanos.”
Sobre el peronismo, el debate pasó por el rol de los intelectuales en relación con el poder –desde los comunistas e integrantes del grupo de Boedo que pasaron por el staff de La Prensa después de la intervención de la CGT, hasta la oligarquía de Victoria Ocampo y la revista Sur, para finalmente llegar a quienes hoy reniegan de su pasado setentista– y por las luchas en el campo popular. “Si uno lee historia –apunta Saccomanno– va a encontrar cómo se repiten los nombres de militares en el ‘55, en los ‘70, son todos parientes. Y entonces me viene la frase de Edward Said: ‘La cultura es un campo de batalla’. Y frente a esta evidencia surgía todo mi resentimiento por las víctimas. Yo no soy peronista, pero de ese partido salieron la mayoría de las víctimas de este país en los últimos 50 años. Y mientras no haya justicia, es inevitable la bronca, un sentimiento que me costó mucho aceptar, porque lo primero que piensa un escritor es que debería estar más allá, que debería desear y pensar el bien.”

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