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Espectáculos|Martes, 11 de mayo de 2004

Un choque de personalidades, en el micromundo de la locura soft

Locas de amor, el unitario de Canal 13, aborda un tema difícil con gracia y rigor dramático, aunque suele caer en clichés.

Por Emanuel Respighi
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Soledad Villamil, Julieta Díaz y Leticia Brédice, “casi normales”.
Las “locas” salen del encierro y todo se les presenta extraño, en la visión iniciática a una realidad desconocida desde su nueva condición de “casi normales”, aunque todavía un poquito piradas. En su primer contacto con el mundo exterior, en busca de dejar atrás un pasado que amenaza con retornar ante cada paso en falso, las chicas perciben la realidad a través de sus patologías: Simona (maníaca-bipolar) enfoca su ansiedad en una pareja besándose y en una mujer embarazada; Juana (obsesiva compulsiva) se alarma con la mugre apilada en una bocacalle y en la transpiración de la gente que la rodea, mientras que Eva (psicótica, con delirios místicos) ve en todas partes objetos geométricos en forma de cruces. Se sabe: cada persona percibe la realidad a su manera, de acuerdo con sus propios fantasmas internos. El choque de personalidades, ese recurso tan remanido, con el peso extra de una locura soft flotando en la atmósfera, es la clave de Locas de amor, el flamante unitario del 13.
La compleja frontera entre el mundo de lo “normal” y el de la “locura” vuelve a ser retratado por la TV local. Luego del paso en falso dado por Sol negro el año pasado, Locas de amor se introduce en el controvertido mundo de la insania, pero desde un lado si se quiere más ligero. Mientras el unitario de Ideas del Sur se empeñó en mostrar la trastornada convivencia en un neuropsiquiátrico de un grupo de personas con severos problemas (involucrándose incluso en los inconvenientes económicos y políticos de la salud pública argentina), Locas de amor cuenta lo que ocurre puertas afuera del encierro, siguiendo la reinserción social de tres chicas jóvenes, bonitas y conscientes de que tienen algunos “problemitas”. Un mundo mucho más light, tierno y emocionante, que hasta da lugar a algunas dosis de comicidad que resultan de las mismas situaciones.
En su vuelta al unitario dramático luego de un par de años, Pol-ka logró plasmar en la pantalla un programa entretenido, en el que se destaca por sobre cualquier otro rubro la excelente dirección de Daniel Barone (Culpables, Vulnerables), que incluso se le anima al contraste de la imagen en digital (la caminata de Simona por la noche porteña, por ejemplo) y una musicalización que acompaña y refuerza cada una de las situaciones. En cuanto a las actuaciones, Julieta Díaz (la rígida y estructurada Juana) y Soledad Villamil (Eva, la “enviada de Dios”) son las que mejor representan a estas “locas” recuperadas en un 70 por ciento; no así la labor de Leticia Brédice, quien sube el tono de su papel hasta la exageración, con una permanente mirada perdida y una voz gutural más cercana a una enferma bajo los efectos de un fuerte cóctel de sedantes que a los de una bipolar en franca recuperación.
Pese a su buena factura técnica, Locas de amor no se propone nada nuevo en lo que a género se refiere. Pol-ka se vale de una suma de fórmulas ya conocidas, comenzando con el día y horario de proyección de Locas de amor (martes a las 23.30, el mismo de Culpables y Vulnerables). Cábala al margen, y más allá de tratarse de un sello identificatorio del director, tanto en la junta médica como en la reunión de consorcio se pudo observar también el típico travelling de la cámara alrededor de los personajes, explotado en los unitarios anteriores de la productora. Un recurso que no por efectivo deja de ser reiterativo. Por otra parte, y aun reconociendo una sobria actuación como el psiquiatra que lleva adelante el proyecto “casa de convivencia”, no es descabellado asociar al personaje de Diego Peretti con el Ravenna de Los simuladores (desde sus disertaciones profesionales hasta su tendencia a practicar deportes extraños, como la pelota vasca). Y lo mismo puede señalarse del extrovertido verdulero interpretado por Alfredo Casero, quien pareciera no poder despojarse de sí mismo. Un cúmulo de clichés que hablan de una conservadora apuesta a lo seguro. Aun así, no por sus repeticiones Locas de amor deja de ser una de las mejores propuestas televisivas en lo que va del año, con un vasto y jugoso camino por recorrer.

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