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Espectáculos|Viernes, 14 de mayo de 2004

“Yo creo que el tango debe ser fundamental, no fundamentalista”

Hoy y mañana en el Ateneo, José Libertella y el Sexteto Mayor se despedirán antes de una gira que los paseará por toda Europa.

Por Karina Micheletto
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Libertella fundó el Sexteto Mayor en 1973 junto a Luis Stazo.
José Libertella extiende un papel que le mandó su agente en Alemania. Allí tiene el machete de los lugares en los que va a actuar el Sexteto Mayor en los próximos meses. La lista es larga: tienen que pasar por Rusia, Andorra y Helsinki. Y también por Leeds, Turín y Lisboa. Y Hamburgo y Los Angeles. De allí vuelven a cruzar el océano para una gira europea. Pero antes de todo eso, hoy y mañana a las 21, estarán en el teatro ND Ateneo. “¡Cuánto trabajo me está llevando tocar en la Argentina!”, comenta el bandoneonista, que como siempre está pendiente de todos los detalles de sus actuaciones. Enseguida aclara que lo suyo no es una queja. “Aquí es difícil porque hay pocos empresarios que inviertan en nuestra música, entonces hay que estar en todo. Pero nosotros ya sabemos que hay que poner el hombro y vamos a tocar porque lo necesitamos”, explica. “¿Sabe por qué, pase lo que pase, vamos a seguir trabajando en la Argentina? Porque no hay nada peor que el olvido. Y actuar en el mundo está bien, pero no hacerlo en tu país... es como ganar dinero y no poder contarlo en tu casa”, dice con una sonrisa.
José Libertella tiene 70 años, pinta e historia de tanguero. Integró orquestas como las de Osmar Maderna y Carlos Di Sarli, grabó con Angel Vargas y acompañó en Japón a Edmundo Rivero. Pero desde 1973 su nombre está ligado al Sexteto Mayor, la formación que dirige y que creó junto a un amigo que también sigue firme tras el bandoneón, Luis Stazo, y que actualmente se completa con Mario Abramovich y Eduardo Walczak en violines, Eduardo Aulicino en contrabajo y Oscar Palermo en piano.
Libertella no parece darles demasiada trascendencia a hechos como haber grabado dos discos con Bryan Ferry. “El último ni siquiera lo escuché, no me lo mandaron”, dice pasando a otro tema mientras posa para las fotos.
Entre las hazañas que reconoce como propias cuenta a Tango Argentino, el espectáculo con el que en los ’80 se abrieron las puertas del mundo para el tango. Recuerda el Grammy que ganaron con el disco Homenaje a Piazzolla. Cuenta que en Japón le editaron once discos. Que en París conoció a Julio Cortázar, cuando en el ’81 el Sexteto Mayor inauguró el Trattorie de Buenos Aires. Que en los únicos lugares donde les falta tocar son la India y Africa. “Después, anduvimos por todos lados. Que toquen mejor que nosotros hay un montón, ahora, que hayan ido a más lugares, difícil”, dice, y se toma su tiempo para detallar anécdotas, dar largas citas de memoria o explicar con pasión lo que en realidad quiere decir una letra, para que no le vengan con eso del machismo en el tango.
–Pero es verdad que hay letras que tratan bastante mal a las mujeres.
–Al principio puede ser, había tangos donde todas las mujeres eran malas. Pero eso ya pasó, y no hay que quedarse con esas letras. Como siempre digo, el tango debe ser fundamental, pero no fundamentalista. Y no creo que a uno le tengan que gustar todos los tangos. Hay que elegirlos, y hay uno para cada momento.
–¿Cuál fue el lugar más raro en el que tocó?
–No sé... A mí me da la impresión de que con el tango no existen los lugares distintos. En todos lados la reacción es la misma. Uno puede pensar que en China, por ejemplo, va a pasar algo distinto con la gente. Pero no: siempre es el mismo entusiasmo.
–¿Qué es lo que gusta tanto del tango?
–No podemos pretender que en el mundo sepan de tango lo que sabemos nosotros. Pero hay algo que sabe todo el mundo, y que también lo saben los estadounidenses, que hasta ahora son siempre los que menos saben de los demás. Fíjese que el 11 de septiembre estábamos en Seattle y ese día teníamos que viajar a otra ciudad para dar otro concierto. De lo único que se hablaba era de ese atentado terrible, y ya nos habíamos enterado de que se suspendían todas las actividades, los vuelos, todo. Así que creíamos que no iba a haber función. Pero para nuestra sorpresa, se hizo. Cuando llegó el momento de levantar el telón hicieron un minuto de silencio y una soprano cantó Dios te salve América. Y el director del teatro dio unas palabras que todavía recuerdo. Dijo: “Hoy vamos a hacer el espectáculo de tango, porque el tango está muy emparentado con la vida, el amor y la pasión”. Y eso, si lo saben los norteamericanos, lo sabe todo el mundo.
–¿Cómo hizo el Sexteto Mayor para durar tanto tiempo como grupo?
–Es que con el tiempo se van acomodando las cosas, cada uno sabe su función y la función del otro, hay un respeto, cosas que no se necesitan hablar. Y todos sabemos que tenemos mucha libertad en lo que hacemos. Por supuesto que además somos amigos. Imagínese que con Stazo empezamos a tocar juntos en el año ’50, los dos vivimos la época de oro del tango.
–¿Qué es lo que más extraña de esa época?
–No la extraño, ya pasó, con sus cosas buenas y malas. Para mí es mejor esta época, porque en lo social hay muchas cosas que mejoraron. Como dice la canción de María Elena Walsh: “Quien no fue mujer ni trabajador piensa que el de ayer fue un mundo mejor, y al compás de la nostalgia hoy bailamos por error”. Antes había mucho menos para repartir, tanto para el rico como para el pobre. Yo no me olvido de eso. Por supuesto, hay gente que hoy está muy mal, eso yo no lo niego. Y por eso hay que repensar el país, de una forma más solidaria.

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