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Espectáculos|Martes, 18 de mayo de 2004
MICHAEL MOORE PRESENTO “FAHRENHEIT 9/11”, UN ALEGATO FILMICO INCENDIARIO

El gordito que le saca el sueño a Mr. Bush

El director de Bowling for Columbine atrajo más prensa que las estrellas. A pesar de que su film da pie para alguna crítica, resulta ideal para contrarrestar las peores mentiras de la “guerra contra el terror”.

Por Luciano Monteagudo
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Moore y un ejército de fotógrafos custodiando su espalda.
“¿Acaso fue un sueño?”, se pregunta la voz de Michael Moore en el primer comienzo de Fahrenheit 9/11, su nuevo documental, mientras las imágenes de archivo recuerdan la manera turbia y fraudulenta con que George W. Bush (h) llegó hace casi cuatro años a la presidencia de los Estados Unidos. Durante las dos horas siguientes, la conclusión a la que arriba la película –presentada ayer en estreno mundial en la competencia oficial del Festival de Cannes, con una impresionante repercusión mediática, que este año no lograron siquiera las mayores estrellas de Hollywood– es que se trató en realidad de la peor de las pesadillas. Y el director de Bowling for Columbine está decidido a que ese mal sueño termine el próximo 2 de noviembre, en las elecciones nacionales que decidirán la presidencia de los Estados Unidos por los próximos cuatro años. ¿Cómo? Con Fahrenheit 9/11, un documental de agit-prop pensado para hacerle comprender al pueblo estadounidense por qué la administración de Bush Jr. es la más corrupta, insensible y peligrosa que haya llegado a la Casa Blanca.
“La gente de mi país verá cosas que nunca vio antes”, prometió Moore frente a los cientos de micrófonos y cámaras que lo rodearon ayer durante su desbordante conferencia de prensa en Cannes. Y su documental –mucho más periodístico que cinematográfico– no lo desmiente. Lo primero que expone Moore es de qué manera la cadena Fox, manejada por gente del entorno más cercano de Bush, logró imponerlo en las elecciones del 2000 con un triunfo mediático antes que democrático. Lo que sigue es todavía más grave: el film de Moore presenta pruebas de las viejas conexiones de la familia Bush con la familia Bin Laden, cuando desde Arabia Saudita comenzaron a fluir poderosas inversiones hacia las compañías petroleras de Texas. A su vez expone documentos que demuestran que el mismo día del atentado a las Torre Gemelas, y en los días subsiguientes, 24 miembros de la familia Bin Laden, radicados en los Estados Unidos, entre otros 142 árabes prominentes vinculados con el negocio del petróleo, pudieron salir del país sin ningún problema, mientras comenzaba la caza de brujas sobre todos los ciudadanos estadounidenses de origen musulmán.
La investigación de Moore también desnuda las relaciones del vicepresidente Dick Cheney con contratistas talibanes, con quienes formó una empresa llamada Unocal, que terminó construyendo un oleoducto en Afganistán, con la bendición del presidente afgano Hamid Karzaim, cuya ocupación anterior había sido en los Estados Unidos... como asesor de Unocal. Hay también testimonios que afirman que Osama bin Laden nunca fue buscado realmente en Afganistán y que la administración Bush decidió en cambio desviar la atención hacia Saddam Hussein, para justificar la invasión a Irak. En este tramo del film, y utilizando material de camarógrafos free-lance e imágenes grabadas sin duda por los propios soldados estadounidenses en Bagdad, Fahrenheit 9/11 muestra las primeras imágenes en movimiento de saqueos militares a las viviendas civiles en la ciudad y de humillaciones sexuales a los prisioneros iraquíes, que hasta ahora sólo se habían conocido en fotos.
“¿Por qué esas imágenes no se ven en los Estados Unidos?”, le preguntó a Moore, en la rueda de prensa, una periodista del periódico Los Angeles Times, conmocionada también por las imágenes de los niños iraquíes víctimas de los bombardeos de la coalición liderada por la Casa Blanca. “Eso se lo tienen que preguntar a nuestras cadenas de televisión, a la Fox, a la CNN, a la NBC. ¡Hagan su trabajo! ¡Pregunten, presionen!”, instó el documentalista a su audiencia. También aclaró que mostró ayer en Cannes una versión final de su película, pero no definitiva. “Tengo nuevas revelaciones e imágenes y antes del estreno puedo llegar a incluirlas si me parece necesario”, aseguró. “No se sorprendan de lo que puede llegar a verse, porque de una conducta inmoral sólo se desprende más conducta inmoral. Lo que hizo la administración Bush fue la peor violación de la confianza del pueblo que haya tenido lugar en mi país.”
La prensa de Cannes también quiso conocer, de primera mano, el episodio de censura que habría sufrido la película cuando la productora Icon, de la que es dueño Mel Gibson, decidió abandonar el proyecto una vez que ya estaba iniciado. “Yo no salgo a cenar con Mel Gibson –bromeó Moore–, pero sé de una fuente irrefutable que él recibió una llamada de un miembro prominente del Partido Republicano diciéndole que no esperara más invitaciones a la Casa Blanca si respaldaba esta película.” Por su parte, aunque Fahrenheit 9/11 ya tiene distribución asegurada en todo el mundo (incluida la Argentina), aún no tiene un distribuidor para el territorio estadounidense. Según Moore, Disney se retiró prudentemente de la línea de fuego, pero su subsidiaria Miramax va a encontrar la forma de lanzar la película, preferentemente el 4 de julio, el día de la independencia de los Estados Unidos. “Yo no estoy afiliado al Partido Demócrata”, afirmó Moore, que tampoco deja muy bien parado a Al Gore en su película. “Pero George Bush Jr. no debe resultar elegido. Y no digo reelecto, porque para este período nunca fue elegido realmente.”
A todo esto, ¿es Fahrenheit 9/11 una buena película? No necesariamente. Como cineasta, Moore puede llegar a ser tan manipulador de la opinión pública como sus adversarios. Su montaje va siempre en una única dirección de sentido, intentando llevar por las narices a su espectador y conmoverlo por todos los medios, los lícitos y también los ilícitos, como cuando lleva a llorar frente a la Casa Blanca a la madre de un soldado muerto en Irak, a quien antes de la tragedia mostró como a una ferviente patriota y defensora de la misión de su hijo. Sus chistes son cada vez menos sutiles y sus burlas a Bush y compañía, aprovechando bloopers e imágenes de las bambalinas, le restan profundidad a su denuncia. Pero, aunque ahora está disfrutando del prestigio de Cannes, Moore tiene muy claro su objetivo: “No quiero que mi película se pase en los cines de arte, quiero que se vea en los cines comerciales, en los shoppings, para que la pueda ver la mayor cantidad de gente posible. Quiero que se entretengan, que rían y que lloren. Pero que después también se lleven algo para pensar en sus casas”.

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