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Espectáculos|Miércoles, 19 de mayo de 2004

Una arqueología del anarquismo

Virginia Martínez habla de Acratas, un documental que rescata la figura de Miguel Arcángel Roscigno, célebre anarquista expropiador de los años ’20 y ’30.

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"Roscigno era muy culto, autodidacta, y no tenía límites en su compromiso", dice Martínez.
Por Ana Bianco

En el documental Acratas, la directora uruguaya Virginia Martínez rescata del olvido la figura del anarquista expropiador Miguel Arcángel Roscigno, nacido en Argentina, pero que operó en ambas márgenes del Río de la Plata en los años ’20 y ’30 y que fue asesinado junto con sus compañeros, el español Andrés Vázquez Paredes y el argentino Fernando Malvicini, y sus cuerpos arrojados al Río de la Plata en 1936. Antes del estreno de mañana en el Cosmos, Martínez se refiere a la figura de Roscigno: “Intento reparar su memoria, devolverle el estatuto de luchador social, de hombre que se jugó por sus convicciones, más allá de las discusiones sobre la metodología. No tenía límites en su compromiso: partió a Ushuaia y dejó a su mujer, su hija y un trabajo estable para rescatar a un compañero que no conocía. Uno siente que este tipo de personas se extinguieron”. Martínez, conocida por el documental Por esos ojos, referido al secuestro y desaparición de la niña uruguaya Mariana Zaffaroni, vuelve en Acratas a rescatar la memoria. El film cuenta con una cuidada información gráfica y un material de archivo fílmico y fotográfico producto de una investigación realizada en Ushuaia, Buenos Aires, Montevideo y Barcelona, y recupera un hallazgo: una filmación de Durruti en España, antes de morir. El film se sostiene también en testimonios de algunos testigos directos y relatos de historiadores como Osvaldo Bayer, Luce Fabbri y Abel Paz, entre otros.
–¿Por qué eligió reflejar el anarquismo en el Río de la Plata?
–Desde niña y por ser uruguaya conozco las historias sobre la banda de Roscigno y de Moretti. La crónica policial de esa época reflejó sus acciones, como el asalto sangriento a la casa de cambio Messina, realizado por anarquistas catalanes en 1928 y la fuga de la cárcel de Punta Carretas en 1931. A partir del libro Historia de bandidos, de un abogado uruguayo que consiguió los expedientes judiciales, me interesé en el tema hasta apasionarme. El problema era cómo centrarme en algunas historias y no dejarme llevar por la épica de todas. Es la vida de Roscigno, pero también es Severino Di Giovanni, Simón Radowitzky, Kurt Wilckens y otros.
–¿Qué representaba Roscigno en el anarquismo expropiador?
–Pertenecía a una corriente minoritaria, los anarquistas expropiadores o de acción, que hicieron mucho más ruido en Argentina que en Uruguay en los ’20 y ’30, y luego se extinguieron. Quizá fueron los precursores de la guerrilla. Entre sus principios básicos definen a la propiedad como un robo y por lo tanto es lícito expropiar para facilitar las actividades del movimiento anarquista, que se expresaba en la solidaridad con los presos, en la edición de libros y periódicos. Ellos partían de la base de que no es ladrón el que roba un banco sino el que lo funda.
–¿Por qué el documental muestra a Roscigno como el más inteligente entre los anarquistas?
–Era muy culto, autodidacta, y con gran capacidad para planificar acciones militares. Como en el asalto al Hospital Rawson y la simulación que hacen para asaltar al pagador de sueldos, o en la fuga por la carbonería. La habilidad de montar enfrente de la cárcel una carbonería como cobertura y que eso a su vez les permitía ir sacando tierra del túnel. Hay una fineza, una precisión y un arrojo que lo distingue. Radowitzky, considerado “El santo” de los anarquistas, estaba preso en Ushuaia por el asesinato del coronel Ramón Falcón, y Roscigno llegó a Ushuaia y se hizo pasar por carcelero para organizar la fuga. La solidaridad para él no eran sólo palabras. Roscigno se opuso al asalto violento a la casa de cambio Messina en 1928 y adelantó lo que iba a suceder, pero mantuvo su solidaridad con los compañeros encarcelados. Ellos no existían como organización, eran hombres que pasaban a la acción y establecían relaciones fuertes, de amistad, pero no orgánicas.
–Roscigno y sus compañeros fueron los primeros desaparecidos arrojados al Río de la Plata...
–Fue como una especie de avanzada del Plan Cóndor. Había una coordinación en la represión entre ambas policías. Roscigno salió en libertad después de estar preso siete años en una cárcel uruguaya y lo mandaron para Argentina. El creía que le llegaba la libertad y en realidad lo esperaba la muerte. Si hubiese vivido tenía cualidades para convertirse en líder. Roscigno no transaba con la policía ni con los comunistas.
–En el documental hay un soporte importante en información gráfica y fílmica.
–Contaba con una historia fuerte, pero me faltaban voces porque la gran mayoría de los testigos directos habían muerto y la hija de Roscigno no quiso participar. Empecé a ver fotos y caricaturas sobre la reconstrucción de los asaltos y tomé el desafío y el riesgo de contar la historia con fotos. Un trabajo arduo, hasta arqueológico: rescatar una esquina donde había ocurrido algo de la historia, un prontuario, los registros en Ushuaia, España y los rostros. Llegamos a escanear 1500 fotos y conté con un buen equipo de animación fotográfica. Ese material que era rico en sí mismo tuvo un tratamiento visual que me dejó muy conforme.

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