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Espectáculos|Sábado, 22 de mayo de 2004
AL FIN SE VIO “2046”, EL FILM DE WONG KAR-WAI FAVORITO A LA PALMA DE ORO

Cuando un hombre sigue con ánimo de amar

Aunque demuestra el singular virtuosismo del director hongkonés, el film vuelve obsesivamente sobre temas y personajes de su título anterior. Hoy se anuncian los premios, y La niña santa tiene buen pronóstico.

Por Luciano Monteagudo
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Kar-Wai parece no poder desprenderse de la historia de Con ánimo de amar (2000), sus personajes, su época y sus ambientes.
Finalmente, en la jornada previa a los premios que se conocerán hoy por la noche, la Croisette vibró con 2046, la nueva película de Wong Kar-wai, favorita a la Palma de Oro desde antes incluso de haber comenzado el festival. Y las opiniones no pueden mostrarse más divididas. Están quienes afirman que se trata de una nueva obra maestra del director hongkonés, un film que viene a revivir, tres cuartos de siglo después, las fantasías eróticas orientales del cine de Josef von Sternberg. Y en el otro extremo militan aquellos que aseguran que se trata de una película fallida, de un eterno work in progress que Wong Kar-wai nunca supo terminar, sobre el que viene trabajando laboriosamente hace cuatro años –al punto de que en los créditos figuran tres fotógrafos diferentes, entre ellos Chris Doyle, un incondicional del director– y que sólo llegó a Cannes, a último momento, con las bobinas aún frescas, porque sus productores le fijaron un límite inapelable.
Lo primero que hay que reconocer de 2046 es que se trata del film de un director de un virtuosismo fuera de serie. Pocas películas vistas en la competencia oficial tienen el grado de elaboración visual y de estilización de la de WKW. Pero ésas ya eran virtudes muy evidentes en su obra previa y particularmente en Con ánimo de amar (2000), su película inmediatamente anterior, sobre la que ahora 2046 vuelve obsesivamente, como si el director no pudiera desprenderse ni de aquella historia de amor ni de sus personajes, su época o sus ambientes. “Hay una necesidad en todos nosotros de guardar ciertos recuerdos, pensamientos, impulsos, esperanzas, sueños”, dice WKW. “Forman parte de nuestra vida, momentos que no podemos resolver, pero de los que no queremos separarnos.” Y como si no se quisiera alejar de In the Mood of Love, en 2046 WKW la vuelve a filmar otra vez, regresa a esos pasillos claustrofóbicos, a esa pensión oscura y rumorosa, a esos amantes ilícitos, a esos años ’60 que sólo existen en la imaginación, en el recuerdo de su música melosa y del sonido melancólico de sus tacones lejanos.
La diferencia fundamental entre uno y otro film radica en que en la película anterior el deseo de la pareja encarnada por Tony Leung y Maggie Cheung nunca llegaba a consumarse, lo que le daba a Con ánimo de amar una intensidad y un grado de concentración fuera de lo común. Aquí, en cambio, la trama se abre y se dispersa. Maggie Cheung desaparece y se multiplica en otras, varias mujeres. Y, a diferencia de su alter ego del film gemelo, el personaje de Tony Leung –otro, el mismo– puede dar rienda suelta a su líbido y romper el corazón de todas sus vecinas. Lo que no puede es librarse de sus recuerdos. Es escritor y piensa que compone una novela sobre el futuro, cuando en realidad no hace sino volver en busca del tiempo perdido, reescribir minuciosa, obsesivamente, como un Proust pulp fiction, los retazos de su memoria sentimental.
En armonía con su protagonista, el film de WKW es caligráfico hasta la exasperación, de un manierismo por momentos agobiante, pero al mismo tiempo de una seducción embriagadora. Es mucho más de lo que puede decirse del otro film que –en las escalinatas del Palais y en los corrillos de la prensa– suena como un fuerte candidato a la Palma: Diarios de motocicleta, del brasileño Walter Salles, protagonizado por el mexicano Gael García Bernal como el joven Ernesto Guevara y con una nutrida participación argentina en todos los rubros, empezando por Rodrigo de la Serna como Alberto Granado, el inseparable amigo de viaje de quien luego sería el Che. El problema con el film de Salles es que, más allá de sus buenas intenciones, nunca consigue realmente dar cuenta de la transformación del joven Ernesto en el legendario Che, de la toma de conciencia de ese estudiante de medicina que en 1952 se lanzó a recorrer el continente latinoamericano y volvió decidido a transformarlo. Si Wong Kar-wai eventualmente consigue profundidad a partir del examen minucioso de las superficies, se diría que el film de Salles –de un paisajismo for export– funciona exactamente al revés: los motivos más hondos se expresan de manera epidérmica.
¿Y las chances de La niña santa, de Lucrecia Martel, para alguno de los premios? Se diría que no son pocas, considerando la altísima calidad de la película (reconocida en particular por la crítica europea) y factores mucho más aleatorios, como la composición del jurado, que incluye cuatro mujeres –las actrices Tilda Swinton, Emanuelle Béart, Nicole Garcia y Kathleen Turner– y un exigente crítico europeo, por caso, el danés Peter Von Bagh. La poderosa presencia latinoamericana en esta edición de Cannes –que incluyó un homenaje al Cinema novo brasileño y films de Uruguay, Chile y hasta Ecuador en las muestras paralelas– no debería pasar inadvertida para el jury oficial, y en este caso Diarios... y La niña santa van a pelear seguramente un espacio en el palmarés con el numerosísimo cine asiático, que tuvo además un brillo preponderante.
Y hablando de América latina... Por afuera de los premios oficiales, la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (Fipresci), que constituye aquí en Cannes –como en los principales festivales– un jurado aparte, integrado por críticos de todo el mundo, distinguió, en la sección no competitiva Un Certain Regard, a la película Whisky, de los uruguayos Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll. Whisky tambien obtuvo, a su vez, el segundo premio del jurado paralelo de Un Certain Regard. Verdadera sorpresa de esa sección, celebrado por los principales medios acreditados en Cannes, el segundo largometraje de los directores de 25 watts es a su vez una coproducción con Argentina, a través de Rizoma Films, la compañía del director Martín Rejtman (de quien en Buenos Aires se está por estrenar Los guantes mágicos) y del productor Hernán Musaluppi. Una muy buena noticia, que quizás anticipa para la noche de hoy otras aún mejores.

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