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Espectáculos|Sábado, 22 de mayo de 2004
“EL CAMINO DE LAS NUBES”, DE VICENTE AMORIM

Pobreza brasileña for export

Por Horacio Bernades
Coproducida por el veterano Luiz Carlos Barreto y su hijo Bruno (sí, el que dirigió Doña Flor y sus dos maridos) e internacionalmente distribuida por el sello Buena Vista (subsidiario de Disney), El camino de las nubes es como un concentrado degradado de la clase de cine brasileño que a las majors estadounidenses les interesa apoyar. Allí se cuenta la historia de un viaje realizado por gente pobre a través de distintas regiones, lo cual recuerda a Estación Central. Tanto los paisajes retratados como el carácter primario de los personajes coinciden con los de Detrás del sol, dirigida, como la anterior, por Walter Salles, igual que Diarios de motocicleta. Como en esa película, la pobreza aparece fotografiada con lujo de tarjeta postal, contradicción que habla de una ética más que equívoca en el abordaje del tema. Por último, abundan los tics típicos del cine publicitario (encuadres vistosos, montaje sincopado, grandes movimientos de cámara), que remiten a la tan discutible Ciudad de Dios. En suma, lo que muestra O caminho das nuvens no es Brasil. Es Brazil, que es como en inglés se denomina al país vecino.
Basada en una historia real –según el típico cartel introductorio– El camino... es algo así como una road movie familiar. Un hombre desempleado llamado Romão (Wagner Moura, que más tarde aparecería en Carandirú) arrastra a su esposa Rose (la ascendente Cláudia Abreu) y sus cinco hijos en un maratónico viaje en bicicleta. El destino es Paraíba, en el paupérrimo nordeste, donde el hombre espera obtener de un santo local el milagro de un trabajo. Pero no cualquier trabajo: debe ser uno que le reporte 1000 reales. Lo cual, en su situación, suena a disparate. En el curso del viaje y mientras Rose se gana algunos pesos tejiendo o cantando canciones de Roberto Carlos (la película está dedicada a él, y la banda sonora es casi un Grandes Exitos de R. C.) se irá revelando que, además de patriarca inflexible y marido machista, Româo es un vago liso y llano, ya que a lo largo de mil kilómetros se la pasa rechazando ofertas de trabajo y resistiéndose aunque más no sea a vender una tarjeta postal.
Los pobres son pobres porque quieren, es el mensaje que la indolencia del pater familiae transmite, de modo transparente y para satisfacción de los ricos que contemplen la película. Básicamente una sucesión de clips musicalizados por Carlos y fotografiados a todo color, a su reaccionarismo a toda orquesta el realizador debutante Vicente Amorim le suma movimientos de grúa dignos de una superproducción, una visible dificultad para hilar de modo dramático los distintos episodios y el suficiente arrojo (de algún modo hay que llamarlo) como para poner a la impecable blonda Cláudia Abreu a hacer de pobre, en un país en el que un abrumador porcentaje de gente desposeída es negra o mulata y sufre de severos problemas de salud y nutrición. Pero claro, ya se sabe: los yanquis las prefieren rubias.

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