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Espectáculos|Viernes, 28 de mayo de 2004

“Fue un fruto de la conciencia”

Federico Urioste, director de Rebelión, relata cómo reconstruyó la historia en un país “en el que todo se termina olvidando”.

Por Mariano Blejman
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“Fuimos colonizados por derecha pero también por izquierda.”
Federico Urioste es un hombre paciente para contar historias movidas. Después del histórico Hundan al Belgrano (que mostró una cara oculta de la Guerra de Malvinas del ’82), esperó cinco años para terminar Rebelión, documental dedicado al Cordobazo que estalló el 29 de mayo de 1969. A 35 años de aquella rebelión, sigue el debate: ¿Cómo fue que una de las clases obreras mejor pagas del país y sectores estudiantiles muy politizados terminaran haciendo arder a Córdoba para reclamar –al menos en lo formal– contra el fin del “sábado inglés”, que Onganía quería derogar? El realizador intenta responder ésta y otras preguntas en Rebelión, nutrido de un valioso material de archivo que consiguió con paciencia y perseverancia. Urioste había codirigido La República Perdida II con Miguel Pérez y, desde entonces, la idea de retratar el Cordobazo le laceraba la mente. “La verdadera razón era el hartazgo hacia Onganía, la conciencia de la clase trabajadora de un gran cinturón industrial, junto a las posiciones más radicales de la politizada universidad cordobesa”, dice Urioste en entrevista con Página/12.
–¿Por qué rescató este acontecimiento?
–Porque la Argentina no tiene memoria histórica. Aquí todo se olvida. La sociedad ha sido colonizada tanto por derecha como por izquierda: en los ’60 se hablaba de Vietnam o de Argelia, pero poco de los cañeros de Tucumán. Fue para nosotros un shock que permitió que después alumnos y obreros se juntaran a hablar. Había un gran nivel de desarrollo y de convivencia entre las masas en esa época. Una marcha de obreros, otra de estudiantes protagonizaron un proceso insurreccional: fue un remezón.
–¿El Cordobazo motivó otras rebeliones?
–Había un nivel de desarrollo de la conciencia política, que luego inspiró al Tucumanazo, al Rosariazo, al Viborazo en 1971. El fenómeno se correspondió con un país muy politizado y tuvo, desde sus comienzos, dos grandes líneas políticas: el sindicalista Agustín Tosco, de Luz y Fuerza, líder de los 21 gremios independientes, que decía que “la Sierra Maestra argentina estaba en las fábricas”. Y el dirigente de la Smata Elpidio Torres. Tosco no estaba a favor de la lucha armada y –años después, estando preso en Trelew– decidió quedarse en la cárcel cuando lo rescataron. La CGT vandorista de Elpidio Torres también jugó su papel. Pero la tensión entre Canelles (militante del PC) y Elpidio Torres (de Smata) se nota en el trabajo.
–¿Cuándo comenzó el rodaje?
–Los reportajes comenzaron a gestarse en 1998. Me contacté con la Universidad Nacional de Córdoba, que hoy cuenta con un valioso archivo audiovisual. También conseguí material de camarógrafos locales. Grabaciones caseras no encontré, todo se filmaba en 16 milímetros. Aun así, junté apenas unos 40 minutos. Y muchos de los posibles entrevistados habían muerto. Entre las caras visibles, el ministro del Interior de Onganía, Guillermo Borda, me dio valiosa información, pero no quiso aparecer. Entrevisté al abogado laboralista Lucio Garzón Maceda, Jorge Canelles, de Luz y Fuerza, al periodista Pablo Ponzano, a monseñor Storni, al camarógrafo Cirilo Pitón y Elpidio Torres, dirigente de Smata. Tosco era de izquierda, pero nunca llegó a afiliarse al Partido Comunista. Fue un mítico dirigente sindical, que murió enfermo en la clandestinidad en la época de Videla. Cuando empecé, el entonces ministro de Economía Adalbert Krieguer Vasena vivía, pero no quiso ser entrevistado.
–¿Dónde más había material audiovisual?
–Buena parte estaba en el Museo del Cine y el Archivo General de la Nación. Este material tiene que ser público, tiene que ser del Estado. Pero acá no se cuidan los materiales. En el Archivo General de la Nación hay materiales originales que se están pudriendo, hay máquinas antiguas, cosas que fuimos a buscar para La República Perdida que ahora no están. Me fui armando un archivo extenso sobre la época. Y ahora quiero saber qué hago con eso. Tengo, por ejemplo, el audio de un discurso de Tosco que dio en Luz y Fuerza. Dejé una copia en la universidad.
–¿Qué le sorprendió en las imágenes que halló?
–Sobresale el nivel de pulcritud, las vestimentas de la gente que salía de las fábricas, en comparación con el deterioro que dejó el neoliberalismo. La limpieza de la ciudad, hasta que se llenó de barricadas, gomas incendiadas y el ingreso de las fuerzas represoras, como si el tiempo no hubiese pasado. Pero valdría la pena recalcar este dato: la policía perdió el control de la ciudad, no hubo orden durante casi 48 horas, hasta que aparecieron las Fuerzas Armadas.
–Los motoqueros parecían del 19 y 20 de diciembre...
–Aquellos motoqueros estaban munidos de Siambretas y oficiaron de medios de comunicación, después del asesinato del obrero metalúrgico Máximo Mena, una especie de bisagra en el Cordobazo. Porque el asesinato de Mena aceleró la unión de distintos sectores (estudiantes y obreros), que tomaron la ciudad. Hay una gran similitud de la función que ejercieron los motoqueros hace 35 años y los del 19 y 20 de diciembre. Pero fíjese que aquellas eran motos de los obreros, que las tenían para ir a trabajar. Eso remarca el standard de vida del obrero de aquel país. También, un alumno que vivía en pensión era potencialmente más revolucionario que uno de su casa. Y Córdoba era una universitaria por excelencia.
–¿Cuál es el valor actual del Cordobazo?
–Las condiciones sociales son otras, el mundo es otro. Hoy es todo más brutal, con Irak y la franja de Gaza. La dictadura de Onganía hoy parece un gobierno de beneficencia al lado de lo que hacen en el Medio Oriente. El Cordobazo fue un hecho masivo y hoy nada de eso existe. Hay otras organizaciones, pero con una concepción más anarquista. Lo que tenemos que analizar es que nuestra generación fracasó también por nuestros propios errores. Pero cuando los pueblos no tienen memoria, carecen de identidad. Y si no tienen identidad, otros escriben la historia.

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