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Espectáculos|Domingo, 30 de mayo de 2004
SEBASTIAN WAINRAICH, NOTERO, GUIONISTA, CONDUCTOR, MONOLOGUISTA

Entre los indomable s y el stand up

“No hay que tomarse tan en serio lo que ocurre en la farándula, porque es una jungla llena de máscaras”, dice el calvo movilero, que consigue un perfil distinto en el mundillo de los chimentos.

Por Emanuel Respighi
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El pelado encara, micrófono en mano, sin mucha idea de lo que va a preguntarle al famoso distante o al “eventero” cholulo y extraño que disfruta como un nene, codeándose entre las estrellas locales de la farándula argentina. Sin preguntas rebuscadas ni mostrar conocimiento de la causa a la que se presenta, Sebastián Wainraich ha demostrado en Indomables que se puede ser ingenioso y gracioso aun siendo notero de un programa con visos frívolos. Su única arma es tratar a las “estrellas” en pie de igualdad, casi con indiferencia, sin la absurda solemnidad que acompaña la faena de los noteros ávidos de chismes. “El otro día –señala Wainraich– me encontré con una notera de un programa de chimentos y me preguntó, entre asombrada y espantada: ‘Ahhh!, cómo fuiste capaz de tocarle con la mano la pera a Suar’. No lo entendía, porque para ellos Suar es como Dios. En cambio, para mí, no es más que un gerente importante de la TV que hace diez años era un ruso como yo, que vivía en Villa Crespo comiendo pizza.”
Wainraich ingresó al particular mundo de Indomables en enero pasado. Tras unos primeros meses sin encontrar su lugar, el “pelado” hasta formó parte del panel del ciclo que conduce Roberto Pettinato durante una semana y media, pero no se sintió muy cómodo en ese rol. “No la pasé muy bien y hasta pensé en renunciar. Estar permanentemente en cámara es una tarea muy brava porque tenés que decir cosas graciosas o polémicas, hablar fuerte y hablar un buen tiempo para que llegue a enfocarte la cámara. Y, por sobre todo, tenés que opinar absolutamente de cuanto tema se toque en el ciclo. Y yo muchas veces no tenía nada para decir. Uno no siempre tiene cosas para decir”, señala Wainraich en la entrevista con Página/12.
Luego de encontrar su lugar como notero desprejuiciado e irónico, el también coguionista de los espectáculos teatrales de Fernando Peña (ver aparte) admite que su trabajo se aligera bastante por el simple hecho de formar parte de un programa descontracturado tanto en cámara como fuera de ella. “Indomables es un experimento extraño, porque si bien habla sobre la farándula y los medios, no llega a ser un ciclo de chimentos. Más bien es un periodístico humorístico”, detalla. “Es un noticiero de la farándula llevado al extremo, donde lo interesante es que nos reímos del circo de la farándula pero no desde afuera, sino desde adentro. Petti le da un respaldo y una identidad muy fuerte al programa: es el stand up argentino.”
–¿Tiene un método para ir a realizar las notas o el método es la “pura espontaneidad”?
–Cada vez que salgo a hacer notas afuera me llevo una premisa, y a partir de ahí van surgiendo cosas que se me ocurren en el momento. Por ejemplo, el otro día, en la inauguración de arteBA fui a buscar a Cristina Kirchner y de la nada surgió onda con Karina Rabolini. Y eso está bueno porque se concreta un reportaje desde la espontaneidad, que no cae en lugares comunes sino que camina por lo humorístico. Creo que en algún punto desconcierto a los entrevistados con mis preguntas, y eso es lo copado. Y después me gusta ir a eventos donde puede haber personajes raros, donde uno no busca personajes sino que la fauna es atraída por el poder del micrófono.
–Tiene una facilidad enorme para encontrar todo tipo de personajes...
–A veces me pasa que encuentro a personas que me resultan interesantes para hablar, como Mario Mactas, y hablamos como diez minutos. Pero es un material que no le sirve al programa porque no es gracioso. Porque uno no puede hablar de boludeces con todo el mundo. Hay gente que te predispone más a que la agarres para la chacota, como Ante Garmaz, que lo único que hace falta es que le pongas el micrófono y listo. Uno de mis errores es que a veces soy demasiado rebuscado para hacer las preguntas. Y creo que debo ser más sencillo, más simple. Con preguntar “¿cómo estás?” o fijar algún detalle de la ropa ya basta. O con preguntas que salen de lo común, que a mí me intrigan, como ¿qué hacen Macri o Ibarra después de ir a algún evento? ¿Se van a sus casas? ¿Van al cine, miran TV o juegan al play station? Me intriga saber cómo hacen determinadas personas públicas para desconectarse, cómo hacen para vivir.
–Cuestiones que escapan al mundo del espectáculo.
–Es que no sé nada del mundo del espectáculo ni me interesa conocer sus internas. Creo que está bueno desconocer para no caer en las obvias preguntas de los noteros de chimentos. Está bueno no tomarse tan en serio lo que ocurre en la farándula, porque es una jungla llena de máscaras. Es como que la gente intenta ponerle dramatismo a su trabajo para que parezca más serio. Y en ésa Indomables no entra. Creo que para subirse a un escenario de stand up uno tiene que estar respaldado por un guión. En cambio, para hacer una nota en TV es como que ya tengo el respaldo: tengo un par de chistes que me defienden. Es como dice Woody Allen, que “los seres humanos hablamos todo el tiempo de cuatro o cinco temas”.
–Usted pareciera no tener ningún problema en hacer u decir de todo en cámara, ¿no tiene miedo de quedar en ocasiones como un estúpido?
–Yo no me creo rebelde. A veces parezco un boludo, en otras graciosas. Muchas veces no creo lo que estoy haciendo. El otro día, justamente, me encontré con Duglas Vinci, un hincha de Atlanta, que me dijo: “Estás en el límite de ser un boludo o muy inteligente. Por ahora vas ganando”. Para mucha gente debo parecer un boludo y para otros muy inteligente. Lo que están de mi lado argumentan que el problema es que los que piensan que soy un nabo no me entienden. A mí, igual, mucho no me importa. ¿Está mal?

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