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Espectáculos|Lunes, 14 de junio de 2004
LUIS MARGANI, MAS CONOCIDO COMO “EL RULO” DE “MUNDO GRUA”

“Ahora lo que quiero es legitimarme”

Su personaje en el film de Pablo Trapero lo hizo popular, pero lo encasilló. Hoy busca que sus pares lo acepten como actor.

Por Mariano Blejman
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“Aún me sigo engrasando las manos”, señala Margani, ¿ex? electromecánico.
Bastaría con decir que “el Rulo” es demasiado parecido al personaje que interpretó en el film Mundo Grúa de Pablo Trapero, inaugurando una camada de buenas películas argentinas. Aunque el Rulo es, en realidad, una persona real: Luis Margani. Un ¿ex? electromecánico a quien Mundo grúa le cambió la vida. “Nunca pensé que me pasaría todo esto”, dice Rulo en la entrevista con Página/12. Desde su “destape”, Margani trabajó en otras películas con diversa suerte: Tus ojos brillaban de Silvio Fischein, y la reciente El favor de Pablo Sofovich. Esta última, con Mariana Briski, Victoria Onetto y Juan Lombardo, cuenta la historia de dos lesbianas que quieren ser madres y le proponen al Rulo que les haga “el favor” de dejar a una de ellas embarazada. Margani recién termina de rodar Un minuto de silencio, con dirección de Roberto Maioco y actuaciones de Eduardo Blanco y Alejandra Darín. Además, sigue ensayando una obra que se estrenará en el teatro Del Nudo.
El entrañable Margani habla de su paso al mundo de la ficción, la lejana realidad de grasa y asfalto, el olvido de apoyar la panza contra el suelo en busca de ese cablecito que cayó allá por el fondo. “Todavía me sigo engrasando las manos”, dice Margani, quien conoció a Martín Trapero treinta años atrás. “Desde los 14, mi viejo le llevaba a arreglar el auto a Martín.” Un día, su hijo Pablo estaba filmando en el local de Martín y Rulo entró para contar que Ricky Maravilla se había caído al entrar a un almuerzo con Mirtha Legrand. “Ahí me propuso que trabajara en Negocios”, aquel mítico primer corto de Trapero. “Si Pablo no me iba a buscar todavía estaría en el taller”, admite.
Pablo vio la imagen en su cámara y entendió que en la forma de relato que tenía Rulo había un futuro actor. Muchos años antes, Martín Trapero había conocido al Rulo vendiendo repuestos de automóvil, pero aun antes el mismo Martín había tenido ya un taller mecánico. La amistad se construyó entre bobinas, afinaciones y balanceos. Inspirado en Martín, el Rulo puso un taller en la misma época que descollaba como bajista de una banda que quedó retratada, o algo así, en Mundo grúa. “Una vez fui a tocar a Mendoza con una banda toda de chicas, porque una de ellas se había enfermado y me invitaron a mí. Y cuando subí, las pibas me tocaban el culo”, recuerda. Un poco antes, cuenta el Rulo, había hecho junto a Martín Trapero “un cursillo de cristiandad, donde se hace más fuerte la amistad”.
Después de Mundo grúa comenzaron a lloverle ofertas. Gracias a la película viajó a Europa y Estados Unidos para los festivales. Nunca había llegado más lejos de Venado Tuerto, cuenta. “Ah, no, esperá... –recuerda de pronto– una vez fui a Río Negro”, dice, mientras busca ponerle pan a un pedazo de manteca. Pero de pronto se acuerda, como si nada, que nació en Sicilia. Que llegó siendo un pibe en 1949, de la mano de su padre, en pleno gobierno de Perón, y que no volvió nunca a Italia. “Pero mi viejo era fanático de la Argentina. Cuando llegué a Europa con Mundo grúa no lo podía creer. Me preguntaba si era verdad lo que me estaba pasando.” El mecánico del Gran Buenos Aires recibía invitaciones todo pagas para conocer el mundo. De vuelta de aquel salto a la ficción, fue el protagonista de una publicidad institucional del diario Clarín. Parecía estar “en la cresta de la ola”, pero pasó el furor y Trapero no lo eligió para trabajar en El bonaerense. “No me enojé, ¿cómo me voy a enojar con Pablo? Me dolió no estar, pero no deja de ser como mi sobrino”, admite Rulo.
Hace un tiempo estuvo en Chile filmando La fiebre del loco de André Wood, sobre la época en que se levantó la veda del molusco chileno. “Hice de un cura... muy real”, cuenta Margani. ¿Se sentía más cerca de Dios? “No soy un fanático pero sí un creyente.” El asunto es que tuvo que hacer de cura chileno y le doblaron el personaje “porque es más difícil hablar en chileno que en inglés”, se queja. Desde entonces apareció en Una noche con Sabrina Love y en La fuga, mientras que en televisión grabó en Los buscas,como un entrenador ficticio, en Luna salvaje, en Enamorarte, e hizo de papá de Celeste Cid en Cuatro amigas.
Pero 2002 fue un año difícil. “Tenía cuatro proyectos, pero por la crisis no salió ninguno.” Entonces se dedicó a estudiar teatro con Jorge Gómez y Luis Varela, en busca de mayor aceptación entre sus colegas. No de los mecánicos sino de los actores. En esa búsqueda de un hombre ligado a su personaje había escondida una intención de romper con la envidia de otros. De encontrar la aceptación entre sus pares. “La primera vez actué sin formación, no sabía si estaba acertado o no. Ahora quiero legitimarme.” La crítica fue unánime en los elogios, pero el apoyo mermó con el tiempo. “Todos hablaron bien, pero después sentí la envidia o la bronca, porque me fue bien con una sola película. Muchos actores que no tuvieron esa suerte me tiraban la bronca”, dice.
Margani volvió a ingresar al mundo Trapero en noviembre pasado con el rodaje de Familia rodante, donde iba a hacer de asador en un casamiento, pero su rol se interrumpió por una participación en Son amores de Canal 13. Allí se encontró nuevamente con su amigo Martín y la esposa Carmen. “Fui a estar con mis amigos”, cuenta. Rulo parecía más entusiasmado con pasar el tiempo entre utileros, técnicos y operarios del film que con los actores. “Me gusta estar con los técnicos, parece que en los sets a veces soy un poco pesado.” Allá en Misiones, donde fue a filmar, encontró a Pablo contando su propia historia. Margani la conocía. “Esa película la lleva en la sangre desde chiquito”, se anima a decir sobre el tercer largo de Trapero, con posibilidades de ir al Festival de Venecia. “El mira mucho las caras. Con Mundo Grúa se la pasaba mirando a la gente”, cuenta.
A Trapero le gusta improvisar y eso “te lleva más a lo natural. Decís lo que sale. Como ahora... no sé qué me va a preguntar usted, no tengo la respuesta pensada, no es como cuando tenés que estudiar”. Por eso dice Margani que la película de Chile (La fiebre...) fue un reto importante, porque tenía que respetar el guión a la perfección. “Pero yo siempre fui muy responsable.” Margani, el mecánico devenido actor de culto, sabe que su futuro está en sus propias manos de oso. Margani tendrá que saber separarse de su personaje que lo catapultó o, mejor, no encerrarse en los estereotipos de su propios rulos. Un inmenso desafío para el Rulo, que confiesa sobre el final: “A mí nunca se me hubiera ocurrido ser actor”.

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