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Espectáculos|Miércoles, 7 de julio de 2004
COTI SOROKIN, AHORA CON “CANCIONES PARA LLEVAR”

“Yo soy muy desprejuiciado”

El músico intenta mirar más allá de Color esperanza, con un disco en el que asoma su pasión por las melodías bien construidas.

Por Karina Micheletto
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“Cuando escribís para otros liberás tu tema, queda en manos del otro.”
Coti Sorokin se pone algo incómodo cuando se le pregunta sobre Color esperanza, el mega hit de su autoría. No es exactamente que no le guste o que reniegue de la canción que un par de años atrás se transformó en el himno del upa el ánimo en plena crisis. De hecho, cuando Diego Torres lo invitó a tocarla con él en el Luna Park aceptó encantado. “Sigo disfrutándola como quien puede mirar hacia atrás y ver que hizo algo bueno, pero lo que ahora me movilizan son las canciones que vienen”, dice, y no parece con ganas de extenderse mucho más en la explicación. Esas canciones que vienen son las que ahora él mismo se ocupa de cantar en su segundo disco, Canciones para llevar. Canciones que tienen algo definitivamente pegadizo y que por momentos suenan un tanto calamarescas, como Bailemos, que suena por estos días en todas las radios, con una guitarrita flamenca al tono aportada por el Ketama José Miguel Carmona.
Sorokin (o Coti, como prefiere presentarse artísticamente) es rosarino, pero desde hace dos años vive a 15 kilómetros de Madrid, en el serrano poblado de Majadahonda. Antes de iniciar su carrera solista fue conocido por su trabajo como autor y productor. Además de Diego Torres, sus socios artísticos fueron Andrés Calamaro y su hermano Javier, Natalia Oreiro, Alejandro Lerner, Turf, Los Ratones Paranoicos, la revelación mexicana Julieta Venegas y siguen los nombres.
–¿Por qué decidió dar este paso como intérprete?
–Sentí la necesidad de usar mi propio idioma y mi propia expresión en todo lo que suene en la canción, integralmente, ya no sólo una parte. Cuando escribís para otros liberás tu tema, en algún momento queda en manos de otra gente. Ahora tenía ganas de tener más control sobre lo que hago.
–¿Alguna vez llevaron una canción suya a un lugar que no le agradó?
–Sí, pero no voy a dar nombres. Sólo puedo decir que fue hace tiempo. Una vez que empezás a tener un nombre y a ser conocido podés poner más condiciones. Y aprendés en quiénes podés confiar ciegamente (Cachorro López, por ejemplo) y en quiénes mejor no.
–Entre tanta gente con la que trabajó, ¿de quién recibió más influencias?
–Uf, muchos. Yo soy muy desprejuiciado, trabajé con gente muy diferente y con muy distintos estilos, y de casi todos aprendí algo.
–¿A quién cree que le quedan mejor sus canciones?
–No puedo dar un nombre. Creo que el mayor mérito de componer una canción para alguien es que al intérprete le quede como si la hubiera escrito él hace un ratito. Eso pasa con Mercedes Sosa o con Diego Torres, pasa con los buenos intérpretes.
–Cuando Diego Torres cantó Color esperanza frente al Papa usted se enojó porque él se adjudicó el tema como propio.
–No, no, en los medios siempre aparecen estas bolas, y entre los músicos tenemos que estar todo el tiempo llamándonos para aclarar lo que en verdad quisimos decir. Por ahí hice un comentario y se jerarquizó como si fuese una denuncia. No fue así. Con Diego está todo bien.
–¿A la hora de su carrera solista, un éxito como Color esperanza lo ayuda o lo perjudica?
–Todo puede ayudar o no, según cómo uno lo tome. Cualquier cosa que hagas, si tratás de hacerla bien, cuidándola, potencia al resto.
–A pesar de tener una letra más bien liviana, Color esperanza se transformó en un himno, una canción con contenido social. ¿La escribió con esa intención?
–Como todas las letras, cada uno la puede interpretar a su gusto. Puede ser súper light o no, porque en definitiva el estribillo dice lo que dijo el Che Guevara, pero también puede ser algo personal, de autoayuda.
–Parece un arco demasiado amplio.
–Primero, yo no creo en las canciones panfletarias, y segundo, sigo pensando que la canción tiene que estimular la imaginación y no dar todo por hecho, igual que el arte en general. El mensaje está muy claro, pero si uno es revolucionario lo puede interpretar para ese lado, si uno tiene un problema y le sirve para ese problema puntual también está bien. Para eso está la música, para ser disfrutada.

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