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Espectáculos|Sábado, 11 de septiembre de 2004

“Mi foto debería salir sólo si lo que hago tiene verdadero interés”

Enrique Bunbury dispara contra la banalización del rock y confiesa que apenas hizo dos discos buenos. “El resto es mierda”, arroja.

Por Cristian Vitale
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Bunbury inició anoche una serie de tres shows en el Gran Rex.
“Hoy parece más importante asistir a entregas de premios, hacer videos, fotos, entrevistas. Y todo esto es una mierda.” Es habitual que Enrique Bunbury juegue con los límites y después se repliegue. Al final, sin chistar, termina posando para el fotógrafo de Página/12 y concediendo una generosa y jugosa entrevista, previa a su serie de tres shows en el Teatro Gran Rex que comenzó anoche, continuará mañana y finalizará el domingo. El mismo método aplica para elevar a algunos músicos y destruir otros. “La gente prefiere más a King Africa que a Bob Dylan, aquel suena más en la radio y nadie dice ‘pero qué coños pasa con nuestras putas cabezas’”, reclama. Pero después concilia: “Pobre King Africa, él también tiene derecho a ganarse el pan, pero menos. Debe comer menos que Dylan”. La dialéctica bunburyana –compuesta de blancos, negros y grises, que se yuxtaponen todo el tiempo– sirve también para explicar su historia musical. El mismo lo cuenta así: “Pensé que ‘El viaje a ninguna parte’ iba a ser exclusivamente político, pero no... La gente no quiere oír de cosas serias, ha olvidado que la música es trasmisión de realidades y sentimientos, por eso enfoca en la cosa lúdica”. En rigor, entre la idea inicial con fuerte impronta social y el resultado final hay un mundo de grises que, en definitiva, termina mostrando al verdadero Bunbury. Es cierto que en El viaje... hay interés por “cosas serias”: en “Que sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha”, denuncia la presión del imperio sobre el tercer mundo (“El uniforme te sienta mejor / y la amenaza practicas / Embargo, bloqueo, boicot / para América latina”). Pero también concede y se entrega al hedonismo en “Adiós, compañeros, adiós”, donde se despide de España en busca del carnaval de Bahía “de licores nuevos”.
“Estuve en Nicaragua y Perú escribiendo canciones para un disco que no sabía bien cómo se iba a llamar, pero que al final vi claramente que era el viaje a ninguna parte, porque no sabía muy bien adónde me dirigía”, cuenta. La historia del disco y del viaje comenzó a principios del año pasado, cuando Bunbury pidió a su compañía discográfica marchar a lugares lejanos como Uganda, Vietnam, Nicaragua o Perú. Al final, optó por los dos últimos destinos sugeridos y permaneció dos meses en cada país. En Nicaragua compuso 60 canciones (“más que en casi toda mi vida”, revela) y se encontró con un universo sugestivo e inspirador. “Conviví con músicos, poetas y pintores maravillosos. Con cafetaleros, gente que vive en los escombros, hasta conversé con Daniel Ortega.”
–¿Cuál de sus discos le gusta de verdad?
–Hice dos discos buenos en mi carrera: este último y Pequeño..., el resto son entre mediocres y mierda.
–¿Por qué critica el hecho de asistir a las entregas de premios, sacarse fotos y dar entrevistas?
–Porque esto debería ser una consecuencia de lo que hacemos y no lo más importante. Mi foto debería salir sólo si lo que hago tiene interés. Pero nos han convencido de que lo que menos importa es que hagamos canciones y lo que más que sonriamos en las entrevistas, que salgamos guapos en los videos o que llevemos ropa de Versace.
–¿Versace?
–Mira... yo no tengo ni puta idea de moda. Pero me imagino que es un señor que hace ropa. Los músicos tenemos que estar en otra cosa. Recobrar el contenido y olvidarnos del paquete. Yo me quiero sentir juglar, mirarme y reflejar el corazón de los demás. Pero la música de hoy no refleja el corazón de nadie, ni siquiera del propio autor. Yo veo a los chavos de los grupos nuevos en MTV (Linkin Park, por ejemplo) y me parecen tan profundos como Britney Spears.
–¿Esa no es una mirada setentista?
–Hay que definirse entre contenido y continente. Y hoy es todo continente. Es competir por ver quién tiene el look más fashion. Espero que Argentina recobre el pulso, por que ha tenido momentos fashion también. ¿Acaso creen que lo que viene de Londres es más inteligente que lo que surge del barrio en que viven?

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