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Espectáculos|Viernes, 1 de octubre de 2004
ENTREVISTA AL CANTAOR FLAMENCO DIEGO “EL CIGALA”

La hermandad gitano-cubana

El español actúa hoy y mañana en el Luna con Chucho Valdés, hijo de Bebo, con quien grabó el notable Lágrimas negras.

Por Esteban Pintos
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El Cigala canta boleros con el instinto primal del flamenco.
Diego Ramón Jiménez Salazar es, seguramente, el mejor cantaor flamenco del mundo en la actualidad. La afirmación cobra sentido concreto si se menciona que el tal Jiménez Salazar –madrileño, 36 años– es, para el mundo y mucho más desde el Lágrimas negras compartido con el pianista cubano Bebo Valdés, Diego “El Cigala”. Esta noche en el estadio Luna Park, el mejor cantaor flamenco del mundo debuta en Buenos Aires acompañado por otro Valdés, “Chucho”, hijo de quien grabó el notable disco. Como pasó con Buena Vista Social Club y la música cubana químicamente pura, habrá un antes y un después de Lágrimas negras para el flamenco, o más bien para una manera “flamenca” de interpretación vocal aplicable al bolero y demás géneros tropicales e incluso el tango o la bossa nova. El hallazgo de este disco impulsado en Madrid por el cineasta Fernando Trueba –a partir de su película-celebración del jazz latino, Calle 54– es, justamente, la explosiva combinación que revela el ADN en común entre la música de habla hispana y su raíz netamente africana, que también incluye en una de sus intersecciones, al mundo árabe. Un gitano que canta como nadie boleros con el instinto primal del flamenco, asentado en el acompañamiento instrumental protagónico del piano de Bebo Valdés y la guitarra del Niño Josele (quien también brilla en El cantante, de Andrés Calamaro).
El gitano que llega por primera vez a Buenos Aires está enojado con la publicación en un diario chileno de unas declaraciones suyas, tajantes y negativas, sobre la reciente entrega de los premios Grammy Latino. Pide aclarar los tantos. “Uno puede tener su opinión personal sobre estos premios, pero como músico me puedo considerar agradecido por las cinco nominaciones y el premio que nos dieron. Pero nunca dije que fue un insulto premiarnos en la categoría en que nos premiaron” (se refiere al premio en el rubro “mejor álbum tradicional tropical”). Enojo aparte, El Cigala está emocionado con esta visita y así lo hace notar en la entrevista con Página/12. Tenía muchas ganas de conocer la Argentina, por distintos motivos ligados indisolublemente a sus sentimientos. Finalmente sabrá de qué se trata realmente –si es que le toca un día nublado, pero si no es igual– esa Niebla del Riachuelo de la que cantó en su famoso disco, también tratará de hacerse tiempo para ver caballos y gauchos argentinos en acción (“caballos y ganadería de la hostia, grandes jinetes, según me han contado”, dice) y podrá hacerse de grabaciones de su canción favorita del momento, Alfonsina y el mar: de ella quedó prendado luego de escuchar la versión de Andrés Calamaro, pero poco más sabía. “Me llevó el corazón Alfonsina, creo que es un tema flamenco. Tiene una cadencia que para mí es flamenca.”
Cuando se le cuenta la historia de la canción, clásico folklórico de Ariel Ramírez y Félix Luna, pregunta: “¿De verdad se metió en el mar por amor? Pero ¿es real esto? ¿Por amor se fue andando al mar y desapareció? Hostia ¡qué fuerte! Fíjese cuánto amor tendría esta mujer para morir así ¿no? Esa tía sería todo amor...”. Dice que posiblemente la cante esta noche y mañana, además. Pero no es todo. Un rato después, vuelto a hablar de la canción de la que está enamorado, concede: “No pensaba hablar mucho del Lágrimas negras 2 que vamos a grabar con Bebo, pero puedo decirte que pienso incluir esa canción maravillosa. Ya verás cómo queda con un cante flamenquito”. El Cigala, además, quiere recorrer las mismas calles que caminó, alguna vez, su “hermano” (remarca esa palabra) Antonio Flores. Por cierto: la mención del hijo de Lola y su estancia en la ciudad (vivió aquí a principios de los noventa, luego murió en 1995 dos semanas después de su madre) provoca un pequeño momento de emoción durante la conversación.
–Aquí, un músico argentino siempre habló y bien de usted. Seguramente lo debe conocer...
–¡Andrés Calamaro! Por supuesto, hombre... Andrés Calamaro es como un familiar mío, lo queremos y lo admiramos en España. Lo conocí en una actuación mía con el trompetista Jerry González. Ese día, luego del show en camarines, se presentó un señor con una melena extraña y era... El señor Andrés Calamaro: siempre le admiré, desde Los Rodríguez, y creo que es un fuera de serie. Te lo juro. Y si me gusta como músico, más me gusta como persona. Le deseo lo mejor y desde aquí le mando un abrazo grande. Además, un hombre cuando ha tenido sus altibajos, sus pro y sus contra, y supera todo eso, es porque tiene un par de cojones bien grande. Es un guerrero de la vida, me encanta.
–En estos shows en Buenos Aires lo acompañará Chucho Valdés, el hijo de Bebo. ¿Qué puede decir de él?
–El maestro Chucho... Hay que tener en cuenta la edad de Bebo y su estado de salud, que prefiero conservarlo y seguir disfrutándolo como nuestro querido patriarca. Viajar tanto, los aviones, los aeropuertos, es mucha presión para él. El estuvo conmigo en Estados Unidos, y de Miami se fue a Brasil, para la película El milagro de Candeal, que rodó con Carlinhos Brown, de Fernando Trueba. Es un señor con una vitalidad impresionante, pero no olvidemos que tiene 85 años. Entonces me dijo: “Diego, ahí tienes a mi hijo, llévalo contigo”. Creo que Chucho es uno de los mejores pianistas del mundo, ya lo ha demostrado.
–¿Qué cambia para usted de acuerdo al estilo de interpretación de ambos pianistas?
–La interpretación no cambia para nada, lo que cambia es la diversidad y la manera de tocar. Bebo es clásico-clásico, y Chucho... Se asemeja mucho a su padre porque no ha tenido ningún otro maestro. Tiene la escuela de su padre y el virtuosismo que caracteriza a su talento. Además, Chucho me dijo: “Voy a tocar como mi papá”. Lo dijo y lo ha hecho. De entrada respetó lo que es el disco Lágrimas negras, de principio a fin, pero luego cuando hay espacio para la improvisación ahí está Chucho Valdés. ¿Quién mejor para seguir el rumbo de Lágrimas negras creado por Bebo Valdés, que su hijo?

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