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Espectáculos|Lunes, 11 de octubre de 2004
EL ANIVERSARIO DE TITA

La mujer que supo construir su mito

Los homenajes por su centenario incluyen una retrospectiva de su trabajo en cine.

Por Karina Micheletto
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Tita Merello moldeó su personaje sin hacer concesiones.
Aunque es dudoso que hubiera deseado llegar viva, hoy Tita Merello cumpliría cien años. Al menos según lo que repetía a quien la quisiera escuchar en sus últimos años, los que pasó internada en la Clínica Favaloro. Cantante, actriz, vedette, el personaje que encarnó Tita Merello trascendió una a una todas sus artes. Merello se transformó en un símbolo de la mujer a la que todo le cuesta mucho en la vida, esa que asciende socialmente pero que no olvida su origen ni el de los que marcaron su destino sufrido. Mujer y porteña, la Merello moldeó su personaje –uno muy distinto al que le hubiera reservado la industria del espectáculo de su época– sin concesiones de por medio. Fue, y sigue siendo, Tita de Buenos Aires. Varios homenajes volverán a poner durante esta semana su figura en las pantallas de cine de Buenos Aires. Y una muestra en el hall del Teatro San Martín mostrará sus fotografías más famosas y las poco conocidas, afiches de sus films, objetos personales y los vestidos que usó en varias de sus películas.
Mañana comenzará el homenaje que el Complejo Teatral de Buenos Aires y la Fundación Cinemateca Argentina organizaron en el Teatro San Martín (Corrientes 1530), bajo el acorde título de Se dice de mí... El ciclo abarcará la exhibición de ocho películas clásicas de la filmografía de la Merello en la sala Leopoldo Lugones y una exposición en el hall del teatro. La celebración se iniciará con un maratón integrado por ocho de sus films más representativos, desde ¡Tango!, el primer largometraje sonoro del cine argentino, de 1933, hasta Los miedos, que filmó en 1980 Alejandro Doria (ver aparte). La muestra que podrá verse en el hall Carlos Morel del teatro hasta el próximo domingo contó con la colaboración del vestuarista Horace Lannes, que expondrá algunas de las piezas más famosas que creó especialmente para Tita Merello. También participaron Argentina Sono Film, la compañía productora para la cual Tita filmó la mayoría de sus grandes éxitos, y la Asociación Amigos de Avenida Corrientes, que puso a disposición de la muestra una importante cantidad de documentos inéditos.
El complejo de cines que lleva su nombre también será sede de otra serie de exhibiciones en homenaje a la Merello, organizada por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales y la Comisión de Cultura de la Legislatura porteña, al que llamaron El siglo de Tita. Entre este jueves 14 y el próximo jueves 21 se proyectarán, siempre en la sala de Suipacha 442, los filmes Los isleros, Mercado de Abasto, Filomena Marturano, Morir en su ley, Noches de Buenos Aires, Amorina, Para vestir santos y Arrabalera.
Hija de una planchadora y un cochero, Tita Merello nació en un conventillo de San Telmo, pasó parte de su infancia en un asilo, fue peona de campo y trabajó como corista en locales de mala fama. Tuvo su primer trabajo en el teatro a los dieciséis años, en un rol que peleó “por hambre”. Nunca negó su origen de privaciones, más bien hizo de él una reivindicación y una explicación entre cómica y trágica del sentido de la vida. “Cuando nacemos nos marcan como a la hacienda, para sufrir”, aseguraba. “Si juntara todas las lágrimas que he derramado, me podría dar un baño de inmersión”, subrayaba. Nunca pudo superar el abandono de Luis Sandrini, a quien hasta sus últimos años seguiría nombrando misteriosamente como su “único y gran amor”.
En varios de los personajes que encarnó (la luchadora de Mercado de Abasto, la madre castradora y bravísima de Los isleros, su gran personaje de Filomena Marturano) se adivina a la verdadera Tita detrás de la actriz. También en los tangos que interpretó con sello personalísimo: “Si me gano el morfi diario / qué me importa el diccionario / ni el hablar con distinción / llevo un sello de nobleza / soy porteña de una pieza / tengovoz de bandoneón”, dejó dicho en Arrabalera. Por si quedaban dudas de quién era y cómo quería mostrarse ante propios y ajenos, se encargó de dejar escritos sus propios tangos, como Decime Dios.. dónde estás: “Le di la cara a la vida / y me la dejó marcada / En cada arruga que tengo / llevo una pena guardada (...) Decime, Dios, dónde estás, que me quiero arrodillar”.

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