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Espectáculos|Martes, 26 de octubre de 2004
UNA EXPOSICION EJEMPLAR REALIZADA POR PROFESORES Y ALUMNOS DEL PELLEGRINI

La vuelta a Cortázar en 80 mundos

El otro juego se titula la muestra dedicada al autor de Rayuela, que se exhibe en el colegio Carlos Pellegrini hasta el viernes y se repone en noviembre en el Festival Buenos Aires Piensa.

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El proyecto apela al lector activo que propone Cortázar.
Por K. M.

“¿Para qué sirve un escritor si no es para destruir la literatura?”, pregunta Cortázar desde una cita de Rayuela. Lejos de evitar tal contradicción fundante, los profesores del colegio Carlos Pellegrini tomaron esta cita como punto de partida para la creación y el análisis. Y, en el año cortazariano, trabajaron coordinadamente para crear un Proyecto Cortázar titulado El otro juego. El resultado es una muestra sorprendente por su concepción y calidad, que involucra un año de trabajo de alumnos, ex alumnos, profesores y padres, y que puede verse hasta este viernes en el Carlos Pellegrini (Marcelo T. de Alvear 1851), de 14 a 20. La muestra se repondrá el próximo 3 de noviembre en el pabellón 2 de la Facultad de Arquitectura, en el marco del Festival Buenos Aires Piensa, organizado por la Universidad de Buenos Aires y la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad.
El itinerario propuesto por El otro juego dibuja un mandala cortazariano, con varias entradas posibles, lecturas en distintos sentidos, preguntas que abren otras preguntas, juegos de espejos y guiños al admirador de Cortázar. El público al que apela la muestra es ese mismo lector activo que propone Cortázar y que describen las profesoras Marina Durañona y Mirta de Vital, que están allí ofreciendo no una guía, que no tendría sentido en una muestra así propuesta, sino algunos datos que sirven para completar las lecturas.
Mientras escucha esa música de jazz que tanto le gustaba al homenajeado y sus erres arrastradas en entrevistas, el visitante puede acceder a distintos espacios que multiplican la mirada sobre la obra de Cortázar. En Orientación de los gatos se aborda lo lúdico y lo erótico, con la reproducción de un baño al que se puede mirar pero no acceder, un cuarto y un escritorio en el que descansa la mítica Olivetti. Allí hay varios libros y libros-objeto hechos por los chicos, en prolijas ediciones con contratapas que resumen la vida de autores que nacieron en 1989.
En otra área los graffittis vuelven a hablar de la imaginación al poder pero con diseños contemporáneos, y suman otras sentencias: Tengo la cabeza llena de cronopios. Allí también hay un escenario por el que pasan videos, obras de teatro y música. No sólo el área de lengua está involucrada en la muestra. En Matemáticas se puso en relación Continuidad de los parques con la cinta de Moebius. En Gestión y Organización de Empresas y en Formación Etica y Ciudadana se trabajó Fantomas contra los vampiros multinacionales, y la muestra sigue por todas las áreas de estudio.
Cualquiera que haya descubierto a Cortázar con ojos adolescentes sabe lo que puede provocar su lectura en tamaño momento vital. Además de evidenciar mucho y buen trabajo, los textos de los chicos despiertan una mezcla de ternura, nostalgia y envidia en quien se recuerda a sí mismo como aquel adolescente que alguna vez descubrió a Cortázar: “Estimado señor Dios”, comienza una carta fechada en junio de 2004 en Buenos Aires. “Le escribo a Ud. en esta oportunidad para solicitarle que me ayude a disipar algunas dudas que me han aquejado en el último tiempo.”
Bruno Murase cursa quinto año y en su carta da cuenta, básicamente, de cuán distinto es el suyo de El otro cielo. Con la misma consigna, ¿Qué es El otro cielo para mí?, Roxana Aguirre escribió: “Acabo de venir de viaje. No es el de Julio y Carol. No es el recorrido de la autopista que une París y Marsella. Tampoco el de Hércules al jardín de las Héspides. Es el mío, el de egresados, un recorrido que me unió a veintidós compañeros de ruta. Equipados con lo necesario, hoy estamos compartiendo, como Cortázar, la versión oral del viaje (...) ‘Y tal vez por eso mismo comprendimos sin palabras que acaso habíamos cumplido ese viaje obedeciendo sin saberlo a una búsqueda interior que luego tomaría diferentes nombres en los labios de nuestros amigos’ –escribe Julio–. Sueño, deseo, vislumbro otro cielo, en otra época, que nos retorne amigos”.

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