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Espectáculos|Martes, 26 de octubre de 2004
CRISTINA BANEGAS Y LAS MADRES TREMENDAS QUE COMPONE EN LA TELEVISION

“Trato de ponerle rock & roll a la tele”

Tanto en Vulnerables como ahora en Locas de amor, las madres impedidoras que compone Cristina Banegas se dan de patadas con el modelo abnegado que todo lo da.

Por Julián Gorodischer
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Banegas interpreta, además, La señora Macbeth, y sigue cantando tangos y milongas.
Madre en el cine como en la tele, y siempre corrida del lugar común. A Cristina Banegas no se la verá dulce y protectora, ni tampoco adherida al modelo “Hogar, dulce, hogar”. Ella prefiere componer a sus madres con la mirada extraviada, la adicción como compañía, siempre en conflicto. La TV se enamoró al verla salirse del canon desde aquella pionera Mercedes, que interpretó en Vulnerables, borracha, maltratadora, lesbiana... Con Regina De Teglia vuelve a la carga, en Locas de amor, para demostrar que una madre no es lo que era: dominante, egoísta, avergonzada de la locura de la hija (Simona, por Leticia Bredice). Otra vez, en Palermo Hollywood (que se estrenó el jueves 14), se convierte en Beba, una madre impedidora que prefiere retener a soltar: un obstáculo para el amor.
Es por ese karma que llega a las actrices de más de 40, y ya no las apartará del rol de madres hasta que pasen a ser abuelas. Pero no es sólo eso: en sus criaturas del cine y la TV hay una presencia perturbadora. Si la pionera entre las madres brotadas fue Leonor Manso (en Vulnerables, como la señora Soria), Cristina Banegas se detiene un paso antes. Sus personajes son hiperracionales, un minuto antes de “pirar”, allí donde el defecto se hace familiar y no se reserva al catálogo de freaks. A Regina la desvela ocultar la locura de la hija y enfrentarse al tratamiento psiquiátrico; a Mercedes, la de Vulnerables, la enceguecía mantener la ficción de normalidad familiar a pesar del caos. A Beba, la de Palermo Hollywood, le preocupa ahuyentar al marido de su hija. En el mes de las madres, Banegas las homenajea rindiendo culto a la imperfección, haciendo caer el mito de la “siempre amorosa”.
–Las suyas son madres que impiden...
–¿Y qué madre no lo hace...? En general, las madres son conflictivas. Yo siempre trato de perforar el canon de la actuación televisiva, y la gente agradece esa mayor intensidad, esa hondura. Ponerle el factor emocional a lo no dicho, más allá de los guiones. Es el honor de poder tocar un poco más de rock & roll en ese espacio pasteurizado que es, a veces, la televisión. Lo digo en el peor sentido, entendiéndolo como un lugar represor, censor, marketinero y obsesionado por el rating. Grabo doce horas con la cabeza arrasada, contando a una madre y una hija con escenas terribles. Aparece la angustia que sentimos todos, y se trata de contar eso.
–¿A sus madres las une el modelo tilingo?
–No hay un único modelo: no es lo mismo Mercedes que Regina, o que Beba. Si bien son mujeres de la clase media alta de Buenos Aires, y contemporáneas, pero con diferentes problemáticas de adicción. Mercedes era una mujer más viciosa, más alcohólica; en el caso de Regina es menos fácil de diagnosticar: vivió todas las adicciones.
Lo que impacta en Regina De Teglia, de Locas de amor, es ver a una mujer quebrada: se perciben sus fisuras. Ella fue una revoltosa de los ‘60, que apenas guarda de ese tiempo el gusto por la marihuana; luego formó una familia y en algún momento de su vida, y del país, algo falló, se hizo hipócrita, internó a su hija y mintió sobre un supuesto viaje a Europa, se afincó en sus contradicciones y en adicciones múltiples (pastillas, drogas, alcohol). Si el modelo maternal de Leonor Manso es “la pirada” del todo, la que tiene la mirada extraviada y se aleja por completo del canon realista, las madres de Banegas prefieren mantenerse dentro del orden social, y son aún más perturbadoras en esa cercanía: hay una posibilidad de hacerse peligrosamente parecidas al que las está mirando. Regina podría ser hasta una “progre” con varias caras: una del montón.
–Progre –dice Banegas–, ¿sólo porque fuma porros? Pero es cierto que una persona de la cultura del porro no es muy autoritaria. No elige esa ética y estética de vida. Ayer le tuve que dar un par de bifes a Leticia, y no sé si quedarán. En la TV todo es un poco azaroso: no es como hacer una película, una obra (interpreta actualmente La señora Macbeth, de Griselda Gambaro –ver aparte–), donde el guión está y está. Depende más del rating: eso quita o agrega a un personaje, lo hace más descartable, genera otra relación con las narrativas.
–¿Sus madres hacen caer el mito de la incondicionalidad?
–Tengo una posición explícita: no soy mitológica con la maternidad. Lo pongo en cuestiones de otro orden: en el dolor, por ejemplo, o en ciertas cualidades de los seres, en algo más indecible, más inefable, desgarrado. Estos son roles que perforan su propio rol: van más allá de sí mismas, en general hacia el desastre.
–¿Ayudan a repensar ciertos modelos heredados?
–Tal vez tiene que ver con algo kamikaze que tengo: no me importa mucho hacer desastres. En la ficción, en general, hay una intención buenista, como tratando de hermosear las miserias humanas hacia la construcción de una poética. Yo creo que no sirve, y no porque crea que toda poética tenga que ser repugnante ni mucho menos. Como diría Alberto Ure, con las miserias se puede preparar un manjar. Con las bajezas, una ofrenda. Humildemente, no me importa ir un poquito más allá del límite que me pone el guión. Encontrar ese punto que no tiene que ver con las palabras sino con una conmoción emocional, una angustia, un dolor.
–Es notorio cómo la ficción se aparta de las familias tradicionales...
–¡Pero cuántos años hace que la familia cambió! Yo misma, que tengo 56, soy hija de padres separados. No es tan cercano el referente de una familia bien constituida: hay poca gente que sigue junta por más de diez años; se juntan con otros, se separan, se hacen amigos, recorren espacios atípicos para lo que sería un modelo de familia del siglo XIX. La TV lo refleja, pero eso viene pasando en la realidad desde hace 50 años.
La cantante que también es Cristina Banegas reserva otro tono para sus chicas tangueras, que aparecen cuando se presenta en el Club del Vino o cuando se escucha su disco La Criollez. Son “de otros barrios” –dice–, más livianas, en general tonadilleras, vedettes o bataclanas, a tono con el perfil de los años ‘30. Pero cuando es convocada a ser madre, otra vuelta más, elige volver al registro intenso que heredó de los clásicos. En Decir tu nombre, el próximo film de Albertina Carri, Banegas tendrá su primer protagónico en cine, como madre de una pareja de hermanos incestuosos que, de pronto, se entera, lo ve todo. Otra vez madre, espantada, sufriente... Pero el tiempo la acostumbra a todo.
–Después me tocarán las abuelas –asume, resignada–. Parecería que la edad es una cuestión determinante.

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