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Espectáculos|Sábado, 30 de octubre de 2004
EL MUNDO SEGUN BUSH, UN DOCUMENTAL IMPERDIBLE

Michael, con acento francés

El documental, dirigido por William Karel y con producción francesa, explora temas y ángulos no cubiertos por Moore en Fahrenheit 9/11. Se verá mañana a las 22, por I-Sat.

Por Luciano Monteagudo
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“Tenemos el peor presidente de la historia de EE.UU.”, dice Norman Mailer en el documental.
“Lo más perturbador es comprobar lo eficaz que puede llegar a ser la propaganda política repetitiva, que manipula el pensamiento de las personas. Y el gobierno de Bush ha elegido usar la misma propaganda política que Hitler, Goering y Goebbels.” Quien hace esta afirmación no es un activista universitario, ni un intelectual de izquierda, ni un miembro del Partido Demócrata. Se trata de Robert Steele, oficial a cargo de operaciones encubiertas de la CIA. Y no es lo único que dice: “Hemos elegido a una marioneta como presidente... en verdad no lo elegimos sino que fue designado: su hermano Jeb robó cincuenta mil votos en Florida, y la Corte Suprema de su padre lo designó”. Pero Steele no es el único que habla. Según el novelista Norman Mailer, “tenemos el peor presidente de la historia de EE.UU.: ignorante, arrogante, tonto, salvo por un detalle: es increíblemente astuto respecto del pueblo estadounidense, sobre todo con la parte menos inteligente, que está muy contenta con él porque se dan cuenta de que es estúpido y piensan: ‘Muy bien, si este tonto es presidente, yo también puedo serlo’”. Estos y muchos otros testimonios del mismo tenor están vertidos en El mundo según Bush, documental de producción francesa dirigido por William Karel, que estrenará mañana a las 22 la señal I-Sat, a sólo dos días de las elecciones en EE.UU.
Le monde selon Bush debió haber tenido su estreno mundial en mayo pasado, en el Festival de Cannes, para el que había sido preseleccionado, pero la presentación a último momento de Fahrenheit 9/11, de Michael Moore (que ganó la Palma de Oro), llevó a los organizadores a decidirse por el documental del director de Bowling for Columbine. La idea era que si Cannes –el más importante festival internacional de cine– iba a fijar una posición sobre la actual administración republicana lo hiciera a través de un realizador estadounidense famoso y no a partir de un documental francés, inspirado en las investigaciones del corresponsal de Le Figaro en Washington, Eric Laurent, autor de los libros La guerre des Bush y Le monde secret de Bush.
Esta postergación no le impidió al film de Karel llegar a medio mundo, aprovechando su absoluta actualidad: estrenado en TV y en salas en casi toda Europa, El mundo según Bush tuvo circulación, en los últimos meses, por festivales de Canadá y EE.UU., donde una pequeña compañía acaba de lanzarlo en salas independientes de las principales ciudades, desde San Francisco hasta Nueva York. En principio, el terreno que cubre Karel no es muy distinto al de Fahrenheit 9/11, pero lo hace con mayor rigor y sobriedad, sin golpes bajos ni divismos, siguiendo la línea del clásico reportaje televisivo, con entrevistas y elocuentes materiales de archivo.
Los estrechos vínculos entre la familia Bush y los reyes del petróleo de Arabia Saudita vuelven a aparecer en el trabajo de Karel, así como la campaña de inoculación de terror que lanzó el gobierno para manipular a la opinión pública después del 11-S, que le sirvió para justificar la invasión a Irak y de la cual se hicieron eco las principales corporaciones periodísticas y cadenas de TV. Pero el film de Karel encuentra ángulos que, o bien no estaban explorados en profundidad en el film de Moore, o que directamente Fahrenheit 9/11 no abordó. Es el caso de la relación entre los grupos más radicalizados del neoconservadurismo (donde militan varios halcones de la administración republicana), del teleevangelismo cristiano y la política del gobierno israelí de Ariel Sharon.
“Hay una alianza en EE.UU. y es muy importante: no está en los papeles sino que es de hecho, entre los cristianos y el lobby judío”, dice en el film Arnaud de Borchgrave, columnista del Washington Post. “La alianza es directa, infrecuente y la primera que vi en mi vida.” Material de archivo, a su vez, registra el paso de Sharon por mitines de “sionistas cristianos” de EE.UU., en los que el primer ministro israelí es aclamado como una estrella de rock. “Con la ayuda de Dios y la solidaridad de ustedes, ¡venceremos!”, les devuelve su afecto Sharon.
Esa suerte de cruzada mixta contra el Islam tiene una expresión que podría llegar a ser cómica si no fuera tan inquietante. El teniente general Jerry Boykin, encargado de inteligencia del Pentágono, se dirige –ataviado con uniforme militar, engalanado de condecoraciones, ominosas botas de combate– hacia una asamblea de creyentes de túnica blanca. Les habla de Osama bin Laden y les dice, como poseído: “No es lo que ven, es el enemigo espiritual, es Satán”. Hasta su aspecto, ridículamente marcial, hace recordar al general Jack D. Ripper que encarnaba Sterling Hayden en el Doctor Insólito (1964) de Stanley Kubrick, que iniciaba, por su cuenta, una guerra nuclear contra el demonio de aquellos años, el comunismo. El porte es el mismo, su mirada enajenada también.
Otro aspecto que no cubre Fahrenheit 9/11 y al que el documental de Karel le presta atención es la historia familiar del presidente, que se remonta a su abuelo, el viejo Prescott Bush, patriarca del clan. Mientras su hijo George W. senior peleaba en el frente del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial, Old Prescott movilizaba fondos de Hitler y de la familia Thie- ssen. “Todas las empresas de Prescott Bush fueron en su momento expropiadas por el gobierno debido a su colaboración con el Tercer Reich y por comerciar con el enemigo”, informa en el film el historiador Joseph Trento. “Una de sus empresas operaba minas en Polonia y empleaba a presidiarios de los campos linderos de concentración como mano de obra gratuita. Pero cuando a comienzos de 2004 se dio a conocer el legajo de las conexiones de Prescott Bush con el gobierno de Hitler, ninguna cadena de TV se atrevió a mostrarlo”, se lamenta Trento. Mientras tanto, se ocupaban de mostrar a Bush en un servicio tele-religioso, en el que el mismo presidente le pedía a su audiencia: “Pueden orar por mí, por mis hijas, mi esposa y nuestra familia...” Amén.

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