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Espectáculos|Martes, 2 de noviembre de 2004
ENTREVISTA A GORAN BREGOVIC, ANTES DE
SUS SHOWS EN EL GRAN REX Y EN EL PERSONAL FEST

“Ser estrella de rock es un trabajo fácil”

Además de su show en el festival del finde semana, el músico presentará unaadaptación de Carmen con final feliz.

Por Karina Micheletto
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Bregovic concentra en su música una multitud de componentes de diferentes culturas y etnias.
En su página web, Goran Bregovic es presentado del si-guiente modo: “Nacido en Sarajevo, de madre ortodoxa serbia y padre católico croata, la cosa se complica todavía más cuando se sabe que su mujer es bosnia musulmana. Una situación de esquizofrenia gravemente acentuada por la reciente y cruenta guerra yugoslava, que partió familias en dos y tres bandos, y llevó el dolor y la muerte a un país que parecía un modelo de convivencia entre culturas”. Habría que agregar que en su populosa banda hay búlgaros, polacos, serbios, zíngaros. Con esta misma idea de esquizofrenia acentuada podría definirse su música, compuesta con retazos de bandas militares serbias, tambores turcos, folklore croata y zíngaro, coros de iglesia ortodoxa, orquesta gitana y cierto desenfreno que remite al rock y hasta el punk. Si no fuera porque en la música, a diferencia de las nacionalidades, siempre hay lugar para la convivencia de lo diferente. Bregovic actuará mañana y pasado en el Teatro Gran Rex y el sábado en el Personal Fest del club Ciudad de Buenos Aires con la misma Banda de Bodas y Funerales –en versión algo reducida– con la que dio sus conciertos del año pasado en el Luna Park. Para los shows del Gran Rex trae un espectáculo particular: su propia adaptación de la ópera Carmen de Bizet (ver aparte), que en versión Bregovic no termina con muertes trágicas sino con final feliz, es decir, con múltiples y desmesuradas fiestas de boda gitanas. Al fin y al cabo, ésa es una de las especialidades de la orquesta.
En diálogo telefónico desde Italia, Bregovic cuenta que ya está escribiendo un guión para una futura película a partir de Karmen, que espera filmar el año que viene, pero que por ahora quiere dedicarse a tocar esta ópera por el mundo. Al momento de la entrevista, el autor de la música de Underground y Tiempo de gitanos está en el último día de otra filmación, en la que interpreta a un violonchelista sobre el que caen todos los estereotipos del extranjero vigentes en Europa. Estuvo intercalando esta filmación con conciertos por Europa. El resto del tiempo lo reparte entre París y Belgrado, adonde tiene su propio estudio de grabación.
Durante la charla, el músico y compositor tiene una inquietud importante. En su última visita a la Argentina fue a ver a Boca, en el partido contra el Santos. Ahora dice que si es verdad lo que le dijeron, que llega justo para el clásico River-Boca, puede considerarse un hombre de suerte, pero por las dudas quiere rechequearlo. Una vez tranquilizado, explica: “El que nunca vio fútbol en Sudamérica no sabe lo que puede llegar a ser. No se puede comparar el fútbol que tienen ustedes con el europeo”. Y se explaya sobre el tema: “En mi vida fui a ver cientos de partidos, pero nunca viví algo parecido a lo que viví cuando estuve en Buenos Aires. Lo que ocurre allí es totalmente diferente de lo que se ve en Europa. Es mágico. No es sólo lo que pasa en la cancha de juego, es todo lo que se ve alrededor”, se entusiasma. Aunque no es hincha declarado de ningún equipo (puesto a elegir se inclina por el Real Madrid, dice, “porque tiene muchos buenos jugadores sudamericanos”), Bregovic quiere dejar sentado su gusto por ver y jugar fútbol. Entonces puede volver sobre otros recuerdos de sus visitas a Buenos Aires. El tango, por supuesto (tiene escrito varios, entre ellos O Sensin, que se escucha en Underground, dedicado a Cesaria Evora). Y también, especialmente, el público que fue a verlo. “Hay algo que me quedó grabado: el concierto ya había terminado y la gente seguía cantando. Esa es la sensación más fuerte que uno se lleva de la Argentina, que toda esa multitud puede cantar mejor que vos.”
–¿Cómo es esta Karmen con K y con final feliz, según su versión?
–Lo que hice en realidad no es una versión. Tomé la historia para inspirarme, pero la música no tiene que ver con Carmen, es una aproximación completamente diferente. Se necesitarían cientos de actores ycantantes para poner en escena una ópera como Carmen entre los gitanos. Entonces yo hice una ópera mucho más simple y pequeña, escrita para una orquesta gitana standard como las que tocan en las bodas, con la ambición de que algún día ésta sí pueda ser tocada donde los gitanos realmente tocan, como bodas o fiestas.
–¿Y por qué eligió Carmen como punto de partida?
–Es sólo una historia que podría haber sido verdadera en la época en que la hizo Bizet. Yo hice una Karmen que puede ser una historia verdadera de hoy, aunque en las vidas de los gitanos no son tan frecuentes los finales felices. Pero en mi ópera puedo poner las cosas como se me da la gana. Por supuesto, no puedo cambiar las historias en la vida real, pero al menos como compositor puedo cambiarlas en mi ópera. Entonces hice que todo terminara con un final feliz. Y un final feliz para los gitanos es, por supuesto, con todo el mundo casado, y con una gran fiesta de bodas.
–En los ‘70 usted estudió filosofía y terminó siendo una estrella de rock de la Yugoslavia comunista. ¿Cómo llegó a dar ese giro?
–En aquella época no imaginaba que mi vida tomaría la dirección que finalmente tomó. Comencé a tocar la guitarra muy temprano, a los dieciséis, así que imagínese: tengo un millaje terrible acumulado. Había estudiado filosofía durante cuatro años, y en el último año de la universidad hice mi primer disco. Pero mi destino era ser profesor de filosofía, porque eso era lo que estudiaba, y eso era lo que se suponía que iba a ser. Y en tiempos comunistas ser profesor de filosofía equivale a ser profesor de marxismo. Escapé de ese destino terrible a último momento. Me transformé en esto y éste es el único trabajo que hice toda mi vida, ser un compositor profesional.
–¿Cómo era hacer rock en un país comunista?
–Era algo importante, como todo el arte en tiempos comunistas. Creo que los artistas fueron más importantes en los países comunistas que en Occidente. Porque de alguna manera el arte era la única pequeña ventana por la que podían ser dichas cosas realmente diferentes. Lo que hacíamos en aquel entonces era una música bastante berreta, o al menos una copia berreta del rock and roll occidental. Pero socialmente era muy importante. Así fue escrita la historia del rock and roll en tiempos comunistas: no era gran cosa a nivel artístico, pero socialmente era muy importante.
–Entonces era más fácil ser músico que ser...
–Profesor de marxismo, sí. Ser una estrella de rock es la cosa más fácil del mundo.
–¿Lo cree?
–Por supuesto. Es el trabajo más fácil. Como dice esa canción de Dire Straits: “Money for nothing and chicks for free” (“dinero por nada y chicas gratis”). Eso es rock and roll.
–Entonces para usted no vale esa muletilla repetida: “Se ve glamoroso de afuera, pero aquí adentro hay mucho trabajo...”.
–¡Por favor! Que se lo vayan a decir al tipo que trabaja en una mina, o a cualquiera que realmente trabaja. Es una suerte ser una estrella de rock. Realmente es money for nothing. Vaya si lo es (risas).
–Tuvimos muchas noticias de Bosnia durante la guerra, pero no se sabe demasiado sobre qué pasó después. ¿Cómo sigue la vida de todos los días?
–Es un lugar en el que se sienten ciclos de entusiasmo y después períodos de desesperación, como siempre ocurre en la historia. Ahora quizá sea más realista sentir optimismo, pareciera que esta vez Europa tiene un espacio para nosotros. A lo mejor las cosas pueden ir mejor. Al menos ahora se tiene la seguridad de que esta guerra terminó, entonces podemos comenzar más o menos de cero, pero al menos podemos comenzar a hacer algo.
–No era tan optimista al respecto unos años atrás.
–No se puede ser pesimista todo el tiempo. A veces tenés que sentir que pasarán algunas cosas. Aun cuando sabés que los espacios que hay para el optimismo son pequeños. En el último tiempo las cosas en Europa cambiaron mucho, y para nosotros sólo puede mejorar.
–Para la industria, usted hace world music. ¿Se siente cómodo en esa categoría?
–No lo sé, en realidad no me importa. Mientras haya gente curiosa que se pregunte qué hay detrás de eso que le venden como world music, adelante. Mi música no tiene nada que ver con el mainstream, eso está claro. El problema con la world music es que muchos imaginan que siempre implica música vieja, sólo lo tradicional. Mi ambición es escribir música contemporánea desde un lugar que toma tradiciones menos conocidas, por eso se percibe como algo un poco diferente. Pero esto de tomar una tradición para hacer música contemporánea es un método muy viejo de hacer música, el que se usa desde siempre, de Stravinsky a Gershwin, de Bartok a McCartney, Lennon, Bono, todos. Eso es lo que estoy tratando de hacer: música contemporánea.
–¿Lo ve a Emir Kusturica hoy en día, o se hablan por teléfono?
–No. En este tipo de cosas, la gente que no trabaja junta no se ve. Así son las cosas.
–¿Qué opina de su banda, la No Smoking Orchestra?
–Creo que es algo muy diferente de lo que hago yo. Lo que ellos tratan de hacer es pop. Lo mío es otro plan.
–El lo acusó de no tomar partido durante la guerra, de no comprometerse.
–Por supuesto que no tomé partido. ¿De qué lado podría haber estado? Ninguno de los lados posibles era el mío. No había un lugar original que fuera el mío. Era una disputa que no me pertenecía. ¿Cómo podría haber tomado partido?
–¿Pero ése fue el motivo de su separación, una causa política?
–No, para nada. Llegó un momento en que yo tuve suficiente de él y él tuvo suficiente de mí. Así de simple.

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