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Espectáculos|Jueves, 9 de diciembre de 2004
HOMENAJE A CARLOS GOROSTIZA EN
LA SALA CASACUBERTA DEL TEATRO SAN MARTIN

Tributo a un maestro del teatro argentino

La comunidad teatral se congregó el martes en el Teatro San Martín para rendir homenaje al escritor y dramaturgo Carlos Gorostiza, dueño de una de las más extensas y prolíficas trayectorias de la escena local.

Por Hilda Cabrera
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Al final del acto, un abrazo entre Gorostiza y Tito Cossa, colegas y amigos. Abajo, Alicia Zanca y Jorge Marrale.
Desde una pantalla de video colocada al fondo del escenario de la Sala Casacuberta del Teatro San Martín, la imagen del rostro del novelista y escritor Carlos Gorostiza anticipaba el reconocimiento que en la noche del martes le brindaría un grupo de artistas. Al apagarse las luces, en esa misma pantalla se vio a la actriz Cipe Lincovsky refiriéndose al homenajeado como a un “patriarca del teatro”. A su adhesión se sumaron otras, y la mayoría en vivo, sorteando el desfasaje que se producía, por dificultades técnicas, entre lo dicho o interpretado y el complemento visual. Pero algo quedó: fragmentos de entrevistas, fotografías y escenas de obras con audio. Convertidos en guías del acto –organizado por Foros-Espacio de Ideas, de Capital Intelectual–, la periodista Olga Cosentino y el actor Jorge Graciosi, aquí a cargo de la dirección teatral, introdujeron a algunos de los actores y actrices que a su vez cumplirían el rol de presentadores. No quedó faceta sin descubrir: Gorostiza –se dijo– fue también letrista de tango. Se recordó especialmente a la pionera y exitosa El puente (de 1949), obra estrenada en La Máscara (reducto del teatro independiente), que, para asombro de su autor, pasó, casi inmediatamente y con otro elenco, al teatro comercial. El merodeador enmascarado, libro de memorias de Gorostiza (editado por Seix Barral) de reciente edición, se convirtió en un texto muy transitado por los participantes al acto. Hubo ficción en varias secuencias de “teatro leído”. Así, Alicia Berdaxagar e Ingrid Pelicori interpretaron una escena de El puente, espejo de conflictos sociales que aún perduran. El ingreso de María Cristina Láurenz puso en primer plano el tema de la bipolaridad como idiosincrasia argentina, tanto a nivel político como personal. La actriz destacó la particular sensibilidad del autor, nacido el 7 de junio de 1920 de padres vascos, y su tenacidad artística: “Tenía 19 años cuando escribió Destino”, señaló. Un texto que fue luego leído por Patricio Contreras. También este actor no encontró en la pantalla de video el complemento visual del escrito: las imágenes se atascaron y hubo que rebobinar. Se habían seleccionado fotogramas de la versión fílmica de El puente y, entre otras secuencias, una de la memorable El patio de atrás, obra que dirigió Gorostiza y en la que actuaron Leonor Manso, Carlos Carella, Cipe Lincovsky y Contreras, todos admirables.
El mismo Gorostiza aludió durante el acto a la ausencia de la actriz María Rosa Gallo, fallecida esa tarde, y conjugó un discurso sobre los misterios de la vida, concebida como un viaje. Otra de las obras que mereció comentarios fue Los prójimos (de 1966), recordada por la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú y por Láurenz, quien hizo recuento de anécdotas en ocasión del estreno en la sala Artes y Ciencias. Alicia Zanca y Jorge Marrale interpretaron un fragmento de El pan de la locura, pieza que alude a la inmovilidad, a la parálisis individual y social, al egoísmo y el miedo de romper el cerco de lo propio. Estas y otras obras, así como algunas de sus novelas, descubren en profundidad a la Argentina y su gente. En este punto, los títulos que enumeró la actriz Stella Maris Closas son elocuentes: Vivir aquí (1964), ¿A qué jugamos? (1968), Los hermanos queridos (1978), El acompañamiento (1981), Matar el tiempo y Hay que apagar el fuego (1982), A propósito del tiempo (1982) y Toque de queda (2003), y, entre las novelas, Vuelan las palomas (1999), La buena gente (2001), y las testimoniales Los cuartos oscuros (1976), Cuerpos presentes (1981) y El basural. En este escrito de 1988, el autor toma el rol del curioso que no tiene voz pero registra lo dicho por Doña Argentina, una ciruja. Esta historia partió de un hecho real y de una conversación que mantuvo el autor con aquella mujer, cerca de un basural, en 1957.
De El Merodeador...se rescató, entre otros hechos, aquel “precioso regalo” que recibió el autor gracias a una indiscreción del actor Narciso Ibáñez Menta. Este le comentó que había conocido a su bella hermana, la actrizAnalía Gadé, una “picardía” de su padre que el entonces jovencísimo Gorostiza desconocía. Gadé, quien reside desde hace décadas en España, lo acompañó también en este homenaje, secundada por Duilio Marzio. “Te tengo noticias de Madrid”, le dijo, como si hubiera desembarcado minutos antes, y a continuación leyó un elogioso comentario del escritor y periodista español Ignacio Amestoy, en el que éste pedía el Premio Cervantes para el dramaturgo. Gades neutralizó tanta alabanza con una sutil autocrítica: “Duilio me decía: haces mal en leerlo tú, queda como raro”.
En este homenaje no faltó nada, y menos la reflexión sobre el propio país. Tampoco el recuerdo de la participación del autor en asuntos relacionados con la vida política y cultural, básicamente su participación en Teatro Abierto 1981 y su cargo de secretario de Cultura entre 1984 y 1986. Se habló de etapas dentro de su dramaturgia (sobre todo de la segunda y metafórica de Los hermanos queridos y El acompañamiento) y de su pasión por escribir sin olvidar el entorno. En ese tramo se escucharon las opiniones del dramaturgo Roberto Cossa (en video), mientras que en escena aportaban Pepe Novoa (quien fuera intérprete de El lugar y El frac rojo y de dos puestas de Aeroplanos, una con Carlos Carella y otra con Claudio García Satur); también de Jorge Rivera López, quien se refirió a la nostalgia del autor como “dolor por el propio país”; y de la dramaturga, escritora y guionista Aída Bortnik, quien recordó que la primera vez que recibió un premio coincidió con el que le entregaron a Gorostiza. Y ahí se hicieron amigos. Para ella es un troesma –dijo–, como lo es Carlos Gardel. “Y ¿por qué no? Tiene pinta”, apuntó. Fue también Bortnik quien se refirió a la cíclica experiencia de frustraciones y esperanzas de los argentinos y a la indiscutida fraternidad de un Gorostiza que –según confesó– “le permite mostrarse y ser frágil”. El placer de compartir la velada se extendió al actor y director Villanueva Cosse (el Pericles de Toque de queda, el primer estreno del autor en el Teatro San Martín). Otro rescate sobre El acompañamiento dio lugar a un hecho regocijante: se pudo ver en video al autor actuando su propia obra, acompañado, también como actor, por Roberto Co- ssa (el suceso se dio en un ciclo de Teatro Leído). Cossa lucía allí una boina y su compañero, chambergo y chalina. “¡Quién lo hubiera dicho!” Después de cincuenta años sin actuar (su último trabajo había sido el del Comisario de Crimen y castigo, de Fédor Dostoievsky), Gorostiza componía a Tuco, aquel aspirante a cantor que a través de su locura intenta alejar el fracaso.
Promediando el encuentro, la actriz y directora China Zorrilla confesó su deseo de haber querido ser amiga del dramaturgo. Destacó su mesura y elegancia y el respeto que inspira y dijo haber estado a punto de tejerle un suéter. “Un romance trunco”, lamentó. Como contrapartida, le tocó a ella invitarlo a subir al escenario. Allí, emocionado, y recordando que “un hombre macho no debe llorar”, Gorostiza agradeció la generosidad de “los cometedores de este hecho” e invitó a que lo acompañaran su mujer Teresa, Roberto “Tito” Cossa y otros amigos y artistas. El público aplaudía y nadie se atrevía a abandonar el escenario. “¿Quién se va primero?”, preguntó entonces Gorostiza.

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