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Espectáculos|Sábado, 27 de abril de 2002

“El placer máximo es lograr que cada cantante dé lo mejor de sí”

Juventus Lyrica existe desde 1999 y por sus funciones pasaron más de 40.000 espectadores.Ana D’Anna, su fundadora, habla del proyecto.

Por Diego Fischerman
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Ana D’Anna es directora teatral y fundó Juventus Lyrica.
Algunos datos son contundentes. Juventus Lyrica, una asociación privada dedicada a montar espectáculos de ópera a precios accesibles, existe desde 1999 y por sus funciones han pasado 41.384 espectadores y más de 600 artistas. “Además, una fracción muy pequeña, un 17 por ciento, corresponde a asistentes habituales a óperas en el Teatro Colón. Si bien esa proporción va aumentando, podemos decir que mucha gente, muchísima, descubrió la ópera con nosotros”, se entusiasma Ana D’Anna, directora teatral y fundadora de la asociación que el próximo jueves 9 abrirá su temporada 2002. Esas personas que se acercaron al género por primera vez, además, tuvieron la oportunidad no sólo de disfrutar con clásicos indiscutidos como Carmen de Bizet o La flauta mágica de Mozart sino de acceder a títulos rara vez programados, como Mavra de Stravinsky, la cantata L’enfant prodigue de Debussy, Gianni Schichi de Puccini (la genial comedia negra que conforma parte de Il Trittico), L’enfant et les sortilèges de Ravel o Les mamelles de Tirésias de Poulenc.
“Soy una persona de teatro. Dirigí durante años una compañía en Pergamino y un día se me ocurrió hacer la carrera de régisseur en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón”, cuenta su historia –y la de Juventus Lyrica– Ana D’Anna. “Allí tuve una pequeña traba que fue el hecho de que no me dejaran inscribirme porque ya tenía más de cuarenta años. Hice juicio durante un año y lo gané en todas las instancias. Hice la carrera y, apenas entré, pensé que lo que quería era armar un grupo. En esa época los cantantes argentinos parecían predestinados a hacer sólo papeles pequeños. Ahora la situación se ha revertido un poco pero, en ese momento, si querían cantar roles protagónicos mejor que lo hicieran fuera del Colón. El grupo lo armamos, inicialmente, con Antonio Russo y Susana Frangi, empecé a llamar a los régisseurs que me parecían inteligentes y talentosos y nuestros amigos nos ayudaron a vender algunos palcos caros, para sostener así los precios del resto de las localidades –las más baratas salen $5–. Tenemos una experiencia de tres años, haciendo ocho títulos en cada temporada y sin suspender ni una sola función”.
Si bien reconoce que, obviamente hay voces que corren más que otras en una sala gigantesca como la del Colón y que las exigencias en un teatro como el Avenida, donde Juventus Lyrica presenta sus espectáculos, son menores, D’Anna otorga especial importancia a “la oportunidad de cantar papeles importantes completos. No en un recital de arias sino en una ópera. Hay cosas que los cantantes sólo pueden aprender cantando. Las voces crecen en el escenario”. Para ella, además, la función del régisseur, tanto como la del director musical es “lograr que el cantante pueda sacar su mejor yo. Damos un especial énfasis a lo teatral y eso consigue que quien cante se sienta liberado, que pueda cantar de la mejor manera posible”. Este año, además de algunos títulos nuevos Juventus Lyrica repondrá Mavra, que integrará un programa dedicado a Stravinsky en el que también se incluirá una versión escénica de La historia del soldado –con puesta de Horacio Pigozzi–, Carmen y L’Enfant et les sortilèges. Los estrenos serán La cenerentola de Rossini y, como final de temporada o comienzo de la próxima –”nada es demasiado seguro en el medio de la situación crística que atravesamos”, afirma la régisseur– la masque King Arthur de Henry Purcell, con dirección de Andrés Gerszenzon y una orquesta de instrumentos originales.
“Yo soy la que programa pero escucho mucho”, dice D’Anna. “De todas maneras, más allá del papel de directora artística al que me han llevado las ganas de encarar este proyecto, lo que me gusta es hacer puestas de ópera. El placer máximo para mí, además del espacio, porque me importan también la pintura y el trabajo sobre lo escénico, es conseguir que el cantante de lo mejor de sí, que consiga su máximo rendimiento posible, tanto en musical como en lo dramático. Yo trabajo con lo que la gente puede, con lo que tiene. Y además me gusta estar atrás de la obra; justo atrás. Las experiencias de los cantantes y las mías son inéditas, porquesomos únicos en el mundo, y eso ya alcanza para darle luz a la composición sin necesidad de ponerse por delante de la obra, como es tan habitual que suceda. A nadie debería importarle lo que se le ocurrió al régisseur. No. Lo importante es lo que se le ocurrió a Shakespeare, a Verdi”. No obstante, a Ana D’Anna le interesan las transposiciones temporales (“siempre y cuando estén justificadas”) en tanto “actualizan el sentido de las óperas, porque acercan las obras a nuestro mundo y nuestra vida”. Lo que no la atraen son “las extravagancias, porque generalmente denuncian una falta de talento”. Las obras, afirma, “son eternas”. No se trata, en todo caso, de agregarle cosas que fuercen su sentido sino “de ponerle colores que, sin ser de la naturaleza, merecerían serlo”.

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