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Espectáculos|Lunes, 20 de diciembre de 2004
SPINETTA EN EL COLISEO

Cómo abarcar una obra gigantesca

La excusa era presentar el EP Camalotus, pero el show sirvió como un recorrido por varias estaciones clásicas del Flaco.

Por Esteban Pintos
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En el Coliseo sonaron varias canciones inolvidables.
El silencio petrifica al niño que observa las luces del escenario ubicado diez filas delante. Su padre, como el resto de los fieles que apenas llenan medio teatro Coliseo, espera el remate del pequeño monólogo del artista, en una pausa de la música. Hasta que ocurre. “Ya me voy a sanar”, dice Luis Alberto Spinetta, el abuelo especial (así está vestido) que atrae todas las miradas y provoca un silencio de iglesia. Acaba de imitar un estereotipo porteño de esos que debe cruzarse en su vida cotidiana, en el norte de la ciudad, con singular gracia y agudeza. Estallan las risas y los aplausos. Comienza otra canción.
El show con que Spinetta completó su doblete de fin de semana en el fin del año, un sábado caluroso de diciembre, sigue su curso entre canciones levemente hipnóticas, otras sencillamente inolvidables (eso que suele denominarse “clásicos”), bocadillos de comediante vocacional a cargo del hombre de la noche y demostraciones de virtuosismo técnico de parte de la banda que lo acompaña. Así ocurrió en varios pasajes del recital, tal como siempre sucede cuando Spinetta elige materializarse ante los presentes y desgranar, una tras otra, canciones de otro tiempo y lugar, canciones nuevas, chistes viejos y agudas observaciones, como la que coronó su interpretación de Kamikaze: la sinrazón de inmolarse en busca de un supuesto estado de bienestar. Spinetta suelta su teoría sobre el destino de los seres humanos después de la muerte, pero sale de la gravedad parodiando a un tipo (ser superior) que se ríe en la cara de los que van llegando a ese otro lugar. Cambia de tono de voz y hace morisquetas frente al micrófono, mientras su nuevo baterista Cristian Judurcha estalla en una carcajada. Un show de Spinetta es todo eso: música, pasos de comedia y profundidad. El artista más singular de la historia del rock argentino, el más influyente según la opinión mayoritaria de sus propios colegas-devotos-alumnos, dio una nueva función de música e histrionismo en el fin del año 2004.
Esta nueva reencarnación de la banda-Spinetta se apoya en el delicado aunque por momentos repetitivo tratamiento instrumental de Claudio Cardone en teclados y programaciones, más la sangre joven del baterista Judurcha y la bajista Nerina Nicotra (demasiado concentrada en mostrar lo bien que toca). Los tres, impecables en su rol secundario. Delante, o más bien a su lado por la disposición escénica, el hombre iluminado. Esta vez era para presentar un EP de apenas cuatro canciones, Camalotus, un disco que acentúa la melancolía en trance que impregnaba Para los árboles. Como ejemplo, vale la interpretación de Crisantemo, una bonita página inspirada en el tema central de una película (Flores de septiembre) que habla de estudiantes secundarios desaparecidos. Spinetta y Cardone, solos sobre el escenario, encantando a la audiencia con una melodía mínima y una soberbia interpretación instrumental y vocal. Gran ovación a su cierre, por supuesto. Antes y después, Spinetta y este nuevo trío (a distancia años luz de, por ejemplo, las tormentas eléctricas desatadas por los Socios del Desierto) recorrieron la obra inmensa del artista, parando en determinadas y muy especiales estaciones. Durazno sangrando por ahí, La herida de París por allí; Resumen porteño, más allá, Ludmila para el cierre. Pasaron también las nuevas canciones, de tranquilo desarrollo, con apenas algún leve sobresalto (en Yo miro tu amor, por ejemplo) y mucho vuelo lírico, marca registrada del personaje en cuestión.
Resolución elegante de una noche que, para cualquier persona que atravesara el hall del teatro, implicaba cruzarse con algunas mini-celebridades de la televisión y la vidriera pública de los medios, entre flashazos de fotógrafos convocados por la curiosa figura de un encargado de relaciones públicas (“Gaby” Alvarez, tal su nombre), encargado a su vez de una lista de invitados propia de una nueva farándula cool que elige mostrarse ahí. Eso y el aire familiar que, como ningún otro nombre del rock argentino, impregna cada show de Spinetta. Entre el silencio respetuoso y la discreción de sus fans de más de treinta, las fotografías para alguna galería de famosos y las bellas canciones, pasó la noche. Por encima de todo, Spinetta y su inmensa obra, cuyas canciones –vaya paradoja– operan como un baño de realidad sobre la pose, sea cual fuere la motivación para estar y aparecer.

LUIS ALBERTO SPINETTA:

Músicos: Luis Alberto Spinetta (guitarra, voz), Claudio Cardone (teclados, programaciones), Cristian Judurcha(batería), Nerina Nicotra (bajo).

Duración: 150 minutos.

Público: 1800 personas.

Lugar: Teatro Coliseo, viernes 17 y sábado 18.

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