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Espectáculos|Lunes, 27 de diciembre de 2004
OPINION

Mirar más allá

Por washington uranga

“No todo lo que brilla es oro” ni todo lo que aparece a primera vista es la totalidad de lo que existe, sino apenas lo que se puede ver en determinada circunstancia y contexto. La sociedad es una totalidad compleja y esa complejidad debería ser tenida en cuenta a la hora de analizar los acontecimientos. Este es un criterio que también debe aplicarse al análisis de polémicas recientes en torno de muestras artísticas consideradas ofensivas para algunas sensibilidades religiosas. Saliendo del debate mismo sobre la muestra, es necesario mirar más allá. En primer lugar, lo que está poniendo en evidencia este tipo de enfrentamientos es la inmadurez que aún tenemos como sociedad para plantear nuestras diferencias, discutirlas y transformarlas en instancias superadoras para todas las partes. El debate sobre la muestra encubre otros debates más profundos, más serios y cruciales, que tienen que ver con modelos de sociedad y normas básicas de convivencia entre ciudadanos adultos y responsables. Y en ese sentido no hay que cargar las tintas sólo a una de las partes en disputa. Sin la pretensión ni la autoridad para juzgar a nadie, se puede observar a simple vista que intolerancia, provocación y autoritarismo son adjetivos que podrían aplicarse por lo menos a parte de los distintos bandos. También es cierto que ni los que dicen defender la fe (no sólo las autoridades religiosas, sino muchos de los que están detrás alimentando la reacción) se mueven sólo por ese interés, ni muchos de los que en este tema se presentan como defensores de la libertad de expresión se mueven con ese único y loable propósito. La sociedad argentina necesita profundizar en sus debates y no quedarse meramente en rencillas, que si bien pueden dejar en evidencia diferencias de fondo, terminan agotadas en un círculo de agresiones y reacciones más parecido a una pelea de gallinero que a un debate que apunte a razonar, a discernir y comprender. Y tampoco se trata de exigir a nadie alineamientos incondicionales, como si se tratara de bandos o como si sólo existiese una línea que separa la verdad de la falsedad, el bien del mal. La sociedad es sumamente compleja. Los seres humanos también lo son. Las tramas y las encrucijadas a las que nos somete la historia exigen de todos nosotros mirar más allá de nuestras narices, entender que hay posiciones y valores en juego que están detrás de los hechos emergentes y que son imprescindibles para explicar lo que se ve. Porque de lo que se trata es de que la sociedad, es decir, los actores que la conforman, alcancen coherencia entre el decir y el hacer. Tomando en cuenta que la coherencia es la base más sólida de la confianza social.

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