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Espectáculos|Martes, 1 de marzo de 2005
CHRIS ROCK, UN PRESENTADOR MUY PARTICULAR

Un poco de incorrección para autocelebrarse mejor

El morocho de Saturday Night Life le tomó el pelo a buena parte de la cofradía hollywoodense. La Academia, en un alarde de magnanimidad, lo “toleró”.

Por Horacio Bernades
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Chris Rock, bien acompañado, en la noche más afroamericana de Hollywood.
“Jamás veo la entrega de los Oscar, me parece aburridísima.” La afirmación no pertenece a cualquier mortal, en pleno derecho de cambiar de canal el último domingo de febrero de cada año, a eso de las 5 de la tarde (hora de Los Angeles). El que lo dijo, hace sólo unos días, es la última persona que según las normas de etiqueta debería haber abierto la bocaza. Ya que es justamente a él a quien contrataron para conducir esa aburridísima ceremonia. Chris Rock empezó cortando cabezas ya desde antes de subirse al escenario del Kodak Theatre, y siguió haciéndolo durante, con un buen surtido de afirmaciones ofensivas, en contra de varios de sus colegas y hasta del conjunto de las películas nominadas.
¿Por qué la comunidad cinematográfica le abrió sus puertas a un marginal a ella, para que le tomara el pelo desde el escenario, en el preciso día en que se celebra a sí misma? Pues justamente para eso: para celebrarse a sí misma, mostrándose más amplia y abierta que nunca. ¿Qué mejor modo de hacerlo que llevando al colmo la máscara de magnanimidad y de corrección política, abriéndole las puertas al enemigo, para más datos un forastero negro? Al fin y al cabo, la presencia de Chris Rock en el escenario fue como la frutilla en el postre de la noche más afroamericana de Holly-wood, junto con aquella de 2002 en la que Denzel Washington y Halle Berry ganaron sendos Oscar a Mejor Actor y Actriz Protagónica. Ahora, la marca fue igualada por Jamie Foxx y Morgan Freeman, en su carácter de Mejor Actor Principal y Secundario.
¿Pero quién es el insolente que en cuestión de minutos se cargó al presidente Bush, a los miembros de la Academia (por no haber nominado a Fahrenheit 9/11), a varios de los actores más adorados por el ghetto hollywoodense y a todas las películas en competencia? A George W. Lo comparó, desventajosamente, con el empleado de una tienda cualquiera, que declarara la guerra a un país bananero para terminar reconociendo que los motivos por los cuales la declaró fueron enteramente falsos. “Lo echarían al instante”, remató. Tras las referencias a la llamativa ausencia del documental de Moore, comentó que la ultrafascista La Pasión de Cristo le resultó “divertida”. Al paso, recomendó no desesperar a los productores que busquen a Russell Crowe pero en su lugar consigan “apenas” al meteórico Colin Farrell. Se rió de la súbita multiplicidad de Jude Law (“lo único que le falta es hacer de negro”) y presentó al siempre muy circunspecto gentleman Jeremy Irons como “maestro de la comicidad”.
Mucho más gracioso (mucho más irritativo) que estos palos algo gratuitos (¿quién dijo que Russell Crowe sea mejor actor que Colin Farrell?) resultó el sketch en el que interrogaba a “espectadores comunes” sobre las películas nominadas, descubriendo que nadie había visto ninguna. Pero en su lugar adoraban a las más despreciadas del año. Con lo cual esa ceremonia presuntamente ecuménica quedaba convertida, de la noche a la mañana, en una reunión minoritaria, representativa del gusto de un pequeño ghetto llamado Hollywood. ¿Pero quién es el autor de esta sarta de ofensas? Ni más ni menos que uno de los mejores monologuistas cómicos del show business actual. Si no el mejor, teniendo en cuenta que Jerry Seinfeld está semirretirado.
Proveniente de las afiladas huestes del Saturday Night Life, Mr. Rock escribe sus propios monólogos. Como quedó demostrado anteanoche, los carga de venenosos dardos contra la política racial estadounidense. No por nada trabajó durante unas temporadas como guionista de un programa llamado Politically Incorrect with Bill Maher. Si en su discurso de aceptación Jamie Foxx eligió asumirse como discípulo del ultraintegrado Sidney Poitier y Morgan Freeman elogió la “apertura” de Hollywood a los actores afroamericanos, el bocón de Rock se la pasó echando leña al fuego con cosas como que “con todos los negros que hay aquí esta noche tendríamosque ponernos a bailar”. A Spike Lee, vestido con frac y zapatillas blancas, no le debe haber disgustado el vitriólico comentario.
¿Pero quién ganó entonces el domingo a la noche? ¿El disidente aislado o la corporación que lo convocó, en gesto extremo de democracia formal? Más compadrito que nunca, Sean Penn lo embocó a la distancia desde el escenario. “Puede ser que hoy yo no tenga tanto sentido del humor como el conductor, pero no veo por qué hay que burlarse de los actores que hacen distintos papeles”, largó el ex guardaespaldas de Madonna, saliendo en justa defensa de Jude Law. A partir de ese momento, el bocón cerró la bocaza, limitándose a cumplir con su tarea específica. La ceremonia siguió su curso, y la morochaza Beyoncé interpretó tres de las cinco canciones nominadas. El show debe seguir, con cada negro en su lugar, el subtitulado de TNT por cualquier parte y una morocha en tres lugares a la vez. En cualquier momento la llaman a Beyoncé para hacer de Jude Law.

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