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Espectáculos|Viernes, 8 de abril de 2005
JUAN “TATA” CEDRON PRESENTA CON SU CUARTETO EL NOTABLE
“PIOVE EN SAN TELMO”, UN HOMENAJE AL MEJOR TANGO ORILLERO

“Lunfardo o no lunfardo, estamos haciendo poesía”

Junto a Miguel Praino, Facundo Torres y sus hijos Emilio y Román Cedrón, el Tata lleva adelante una serie de conciertos en los que el tango, el candombe y la milonga se mezclan con la melancolía y la lírica de una Buenos Aires inolvidable.

Por Karina Micheletto
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Cedrón vivió treinta años en París, pero el año pasado decidió volver a afincarse en la Argentina.
“Digan lo que digan, el tango está entre nosotros. Así sea utilizado como nueva forma retórica, meramente ornamental. Así haya perdido el grado de popularidad que tuvo. Así pueda ponerse de moda, como le pasó al folklore en círculos alambicados. Así su destino sea incierto. Digan lo que digan, nos conocen por el tango, nos recuerdan por el tango, para bien o para mal”, escribía Francisco Urondo en 1964, y el texto podría traspolarse con una actualidad que asusta. El poeta continuaba, refiriéndose a la aparición del primer disco de Tata Cedrón, Madrugada: “Digan lo que digan, y sabiendo que no tengo la más remota autoridad en la materia, los tangos de Cedrón me parecen muy buenos. Además canta como un campeón. Magaldi, Gardel, Florentino, no le hacen nada fácil la tarea. A lo mejor ellos son mejores, tienen demasiado prestigio –en el buen sentido de la palabra–, tienen demasiado que ver con nuestra cultura. Pero Cedrón es todos ellos a la vez, ha juntado esas voces; esto es importante, porque así su voz es un resultado, viene de lejos, de antes, y nos pasa de largo, pero enseguida vuelve”.
Por entonces el guitarrista y compositor Juan “Tata” Cedrón comenzaba un trabajo que sonaba casi a afrenta: musicalizar textos de Juan Gelman, en una línea que seguiría con Raúl González Tuñón, Roberto Arlt, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Dylan Thomas, Bertolt Brecht... El tiempo pasó, y también las discusiones de los tangueros ortodoxos acerca de si Cedrón canta o no canta tango (¿quién puede perder tiempo hoy discutiéndolo, si cuando Cedrón canta que piove en San Telmo suena como la lluvia sobre San Telmo, o si es capaz de pintar con brutal nitidez un paisaje y una época en otros temas como Candombe para el que hasta ayer reía?). El tiempo modificó también obstáculos geográficos: en 1973 Cedrón se exilió en París y allí vivió durante treinta años, hasta que el año pasado decidió volver. Si durante años el músico llevó una rutina que implicaba cruzar el océano para hacer presentaciones aquí cada tanto, ahora es al revés. Son sus compañeros del Cuarteto (Miguel Praino, que integra la agrupación desde sus comienzos; Facundo Torres y sus hijos Emilio y Román Cedrón) los que cruzan ahora para presentar Piove en San Telmo, un notable disco que hace pie en el lunfardo de autores como Luis Alposta, Carlos de la Púa, Dante A. Linyera y Nacho Whisky.
El cuarteto está festejando sus cuarenta años de vida, y al escuchar el disco –aunque hayan ido cambiando un par de integrantes– se nota que el tiempo fue ajustando sabiamente cada detalle. La poesía de Alposta, de De la Púa o de Gelman, de quien también se incluye un poema, Mares, parece hecha desde siempre para ser cantada por la voz profunda de Cedrón, que no será la de un tanguero tradicional, pero definitivamente suena a tango, candombe o milonga, a melancolía, a lluvia, a Buenos Aires. Ahora el Cuarteto está reunido en la Argentina para la presentación del disco, en una gira que ya los llevó por Mendoza y Córdoba y que seguirá por Rosario (mañana), Bahía Blanca (el lunes), el ND Ateneo el próximo sábado, Bariloche el 19 y Neuquén el 21.
–¿Por qué este homenaje al lunfardo?
–No somos muy racionales cuando encaramos algo, lo hacemos. Simplemente encontré algunos poemas de Luis Alposta en lunfardo y seguí esa línea. Yo ya había hecho cosas en lunfardo, como Bandera baja-Ella se reía, de Cadícamo, en el ’62. El entrerriano, de De la Púa, lo compuse en el ’60. No soy el primero, pero podríamos decir que lo mío fue anterior a la onda del lunfardo, que hizo admirablemente Rivero. Ojo, nosotros no inventamos nada, lunfardo ya cantaba Gardel, todos. Pero después del ’40 no se escribió más en lunfardo, vinieron Contursi, Cadícamo, Manzi, que siguieron para otro lado.
–Pero hay una opción por recuperar ese bagaje que perteneció a los márgenes.
–Para mí es poesía. Yo elijo la poesía, lunfardo o no lunfardo. Por ejemplo, me parece que como poesía “desde lejos se te embroca pelandruna abacanada” es extraordinario, cómo suena, la música, la fuerza que tiene. Me gusta cómo está expresado un sentimiento en el lenguaje cotidiano. Y el de Alposta es un lunfardo muy delicado: “Araca Rosalía que canta el gallo, y compadrón el viento viene silbando”. O “Piove en San Telmo, dulce percanta, y al sol no brilla, la rosa blanca”. Eso está escrito con una gran ternura y delicadeza. No es un lunfardo folklórico. No quiere decir que hay que hablar mal para hablar lunfardo. Nosotros estamos haciendo poesía.
Miguel Praino, el otro “histórico” del Cuarteto, interviene en la charla para marcar que el lunfardo no debe remitirse sólo a los márgenes. “En su origen, sí, en todo el mundo el lunfardo fue el lenguaje que usaban los ladrones para hablar entre ellos sin que entendiera la policía, por eso los primeros diccionarios los hizo la policía. Pero después hay una forma que empieza a salir del margen y se introduce en la vida cotidiana. Hoy forma parte del lenguaje coloquial. Es la manera en que hablamos todos los días”, advierte. “Lo que pasa es que los poetas del tango introdujeron el lunfardo porque se tenían que separar de lo que obligaba lo académico”, continúa Cedrón. “Dijeron: ¿por qué tenemos que decirlo así, si nosotros tenemos un bagaje lingüístico que es más amplio que el académico? Cuando un tipo dice ‘percanta que me amuraste’ en lugar ‘muchacha que me abandonaste’, no sólo lo hace distinto a todos, sino que lo hace sin pedirle permiso a nadie. Ese fue el gran aporte, por ejemplo, de Contursi, cuando escribe en lunfardo.”
–En tantos años de cuarteto, ¿qué cosas permanecen intactas y cuáles fueron cambiando?
–No sé, supongo que nos seguimos acercando de la misma manera a las cosas. De hecho, hicimos un trabajo rememorativo del cuarteto, que se editó en Francia y pronto estará acá, y le pusimos De cada día. Porque el trabajo es cada día, y si hay una continuidad es en el trabajo. Tenemos alegría de trabajar, seguimos buscando cosas... Con Miguel seguimos discutiendo como si fuésemos una sola persona, no se sabe de dónde salen las ideas, es realmente un trabajo de equipo, sin proponérnoslo.
–¿En algún punto tuvieron que ir cambiando el rumbo con el tiempo?
–No. Sí fuimos descubriendo cosas nuevas, pero ésa es la gracia. Dicen que al principio yo componía de una manera rara y ahora es más clásica. Nosotros no hacemos tango tradicional, pero yo hace cuarenta años que canto Eche veinte centavos en la ranura, entonces se hace como un clásico. Siempre es así, cuando Troilo tocaba Sur no era tradicional un tango así.
–El año pasado, recién llegado al país, se lo escuchaba muy esperanzado. ¿Sigue igual a un año de vivir aquí?
–No recibí ningún cachetazo... (risas). Sigo trabajando, integrándome, tratando de encontrarme. Es verdad que estaba muy efusivo cuando llegué, y una de las cosas que tuve que aprender es que es difícil integrarse para poder trabajar. Por ejemplo, yo quisiera dar clases, enseñar. Tengo arreglos para hacer formaciones de seis, siete músicos. Con los chicos en cada barrio se podría hacer una orquesta. Y tengo la gente para hacerlo, para enseñar. Pero hay que organizarlo, y a nadie parece interesarle. El año pasado yo decía: voy a hacer esto y esto. Y ahora digo, sí, quiero hacer esto, pero, ¿hay algún lugar adonde lo pueda hacer, alguien me ofrece algo, una mínima estructura? No digo un sueldo, para nada. Hablo de gente que quiera apoyar este proyecto de enseñanza. Aquí hay alguien que integra el Cuarteto Cedrón, con cuarenta años de experiencia, con una conducta limpia, coherente, que no se quebró, que siempre llevó adelante un trabajo solidario, de conjunto, que se ofrece para enseñar a los quevienen. ¿A alguien le interesa apoyarlo? Para mí sería importante, porque no quedan muchos de nuestra generación para pasar la posta.
–¿Lo charló con alguien de alguna estructura de gobierno?
–Y, sí... Esas charlas que se dan en reuniones, donde tirás la idea, pero no sabés si no lo escucharon o se hacen los giles. A mí me gustaría enseñar a componer. Podría formar gente. Acá en la Argentina hace falta enseñanza y aprendizaje. El otro día, hablando con mi hermano, sacaba cuentas de la plata que nos toca por la ley de reparación a los exiliados: son 100 mil dólares para mí, otro tanto para mi ex mujer y para mis dos hijos. 400 mil dólares. Una barbaridad. Y yo me pregunto: ¿la gente que se quedó acá, que nunca se les ocurrió salir, los hijos de Túpac Amaru, los que no tenían parientes en Europa, los que no podían sacar pasaportes, esa gente no sufrió la dictadura? Entonces, esa guita, ¿no estaría mejor puesta en educación y en crear trabajos? Y mi hermanito me dice, bueno, educación, sí, pero qué educación. Estados Unidos pone millones en educación, pero, ¿para qué, para ir a pelear a Irak? Entonces, volvemos a lo anterior: hay que tener en claro qué política de educación queremos, y para qué país. Después, empezamos a hablar.

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