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Espectáculos|Jueves, 5 de mayo de 2005
“TIEMPO DE VOLVER”, OPERA PRIMA
DIRIGIDA Y PROTAGONIZADA POR ZACH BRAFF

Retrato de una generación en Babia

El protagonista de la serie Scrubs, que se emite por Sony, concibió una comedia dramática que no le teme a la emoción y que logra recorrer el fin de la adolescencia y el pasaje a la madurez casi como si fuese un lugar geográfico.

Por Martín Pérez
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Peter Sarsgaard, Natalie Portman y Zach Braff en un desprejuiciado repaso de amistades enfermizas.
Casi una década atrás, cuando recién comenzaba su carrera cinematográfica, Natalie Portman formó parte de una hermosa y pequeña película llamada Beautiful Girls. Allí se narraba la tardía crisis de madurez de un grupo de treintañeros de pueblo chico, que se juntaban a hablar de mujeres y de sus vidas con el inesperado regreso de uno de ellos. Como la integrante más joven de un elenco femenino estelarizado por Uma Thurman y Mira Sorvino, Portman encarnaba a una hermosa niña precoz que tentaba de manera encantadora al protagonista, encarnado por Timothy Hutton. Es inevitable pensar en la querible Tiempo de volver como una suerte de reescritura de aquel film entrañable, en la que una crecidita Natalie esta vez es la estrella femenina excluyente y su romance con el protagonista en vez de limitarse a ser platónico ahora es posible, aunque no menos particular. Aun cuando aquellos treintañeros en crisis de entonces, a los que la juventud se les escapaba entre los dedos, son aquí unos veinteañeros que no parecen tener apuros para comenzar realmente con su vida.
Opera prima como director y guionista del actor televisivo Zach Braff, uno de los protagonistas de la serie Scrubs que se emite por Sony, Tiempo de volver es la traducción sumamente ordinaria del original título Garden State, que es como se denomina a Nueva Jersey, el estado natal al que regresa su protagonista, Andrew Langeman, encarnado también por Braff. Abandonando una apenas esbozada carrera actoral en Hollywood, que lo mantiene atendiendo mesas en un restaurante vietnamita, Langeman es llamado de regreso a casa para asistir al súbito funeral de su madre, y una vez allí se reencontrará con sus viejos compañeros de escuela, descubrirá un amor y revisará una intrincada historia familiar. Con una banda de sonido tal vez exageradamente ubicua, pero sumamente disfrutable (con temas de Coldplay y Nick Drake, pero estelarizada por las canciones de The Shins), Tiempo de volver está llena de escenas divertidas y por momentos desopilantes, pero con esa explosión humorística casi en cámara lenta. Producida por Danny DeVito, casi lógicamente fue la sensación del Festival de Sundance del año pasado.
Narrada con gracia y encarnada por un elenco de actores bastante admirable y sin estridencias (es una agradable sorpresa encontrarse con siempre solventes veteranos como Ian Holm y Ron Liebman), la película de Braff es un divertido retrato suburbial de una generación en Babia, que ha puesto su vida en pausa gracias a drogas recreacionales y pastillas recetadas. Uno de los indudables atractivos de Tiempo de volver son sus retratos de freaks adolescentes y no tanto, así como el desprejuiciado repaso de amistades enfermizas y familias disfuncionales de todo tipo, que desfilan ante los ojos de un protagonista por momentos devenido en una suerte de Tato Bores de pueblo, mirando azorado los pavoneos de semejante comparsa integrada, entre otros, por un amigo de la infancia que se ha hecho millonario inventando el velcro silencioso, otro que es enterrador en un cementerio judío y al mismo tiempo invierte en figuritas de La Tormenta del Desierto y el regente de un peep show poco ortodoxo (encarnado por el rapper Method Man).
Atragantado con antidepresivos desde su temprana infancia, el súbito viaje de Langeman le hizo olvidar sus pastillas de litio en Los Angeles, un detalle que ayudará a que el personaje de Braff se enfrente a un conflictivo pasado que la película se toma su tiempo en reconstruir, una clave para intercalar acertadamente las revelaciones emocionales con las pinceladas generacionales. Salvo por una sucesión de finales emotivos que podrían haberse evitado, y por el hecho de que las actuaciones tanto de los encantadores Zaff Brach y Natalie Portman por momentos tal vez no están a la altura de lo que sus roles requieren, Tiempo de volver es una película pequeña y generosa, habitada por personajes desarrollados y queribles. Que se niega a tomarse en serio su drama pero que al mismo tiempo no le teme a la emoción, y que logra recorrer el fin de la adolescencia y el pasaje a la madurez casi como si fuese un lugar geográfico.

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