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Espectáculos|Jueves, 5 de mayo de 2005
PAULINHO MOSKA ACTUA ESTA NOCHE EN BUENOS AIRES

“Este disco es la aurora de mis noches anteriores”

El músico brasileño explica el proceso que lo llevó a grabar su cd Tudo novo de novo, que presenta hoy en ND Ateneo.

Por Karina Micheletto
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Paulinho Moska define su propuesta como “rock con formación de MPB”.
Todo empezó con una cámara digital y un par de fotos sacadas en el baño de un hotel, para probar el chiche nuevo. Paulinho Moska acababa de separarse y, dice, estaba nocturno, depresivo. Así le había salido su disco anterior, Eu falso da minha vida o que eu quiser (un juego de palabras entre “hacer” y “falsear”). Así que en la gira de aquel disco pasó gran parte de su tiempo libre en los baños de los hoteles... sacando fotos a su propio reflejo en los distintos artefactos del baño. Al verlas en sucesión (llegó a sacar unas tres mil), encontró “un idioma propio, de extrañeza y soledad”. Y a partir de estas fotos descubrió “un nuevo método de composición de canciones”, asegura el cantautor. Así salió Tudo novo de novo, el disco que presentará hoy a las 21 en el teatro ND Ateneo, donde incluyó dos temas de su amigo Jorge Drexler. Un disco con canciones simples y bellas, muchas de las cuales hablan de cierta renovación vital ineludible, como su nombre y su lugar de gestación indican.
Como representante de la nueva guardia brasileña, Moska define lo suyo como rock con formación de MPB. Su amistad con Drexler (de quien se escucha en el disco La edad del cielo versión Moska, y otra de Dos colores: blanco y negro, con el uruguayo como invitado) parece lógica, y suena tanto en los arreglos, donde se mixtura la electrónica y lo acústico, como en cierto fondo temático que remite al cambio constante de la vida. Los cantautores ya compartieron varios conciertos, uno como invitado del otro, tanto en Río de Janeiro y San Pablo como en Montevideo, donde Moska volverá a actuar después de su show en Buenos Aires.
–¿Cómo es esto de partir de autorretratos en baños de hoteles?
–No fue algo premeditando, salió así. Yo estaba empezando la gira de mi álbum anterior, con canciones que había hecho después de separarme de mi mujer, y compré una cámara digital. La gira empezó al mismo tiempo que la guerra en Irak. Así que toda la gira quedó en paralelo con esa guerra y con mi guerra interna. En el escenario, todo el repertorio era muy pesado, negro. Cuando volvía a los cuartos de los hoteles de cada ciudad no conseguía salir mucho a la calle, me interesaba más quedarme mirando libros.
–Y artefactos sanitarios, al parecer.
–Es que las luces de los baños son siempre muy claras, por eso son buenas para las fotos. Ahí descubrí cómo se reflejaban las imágenes en los objetos metalizados de los baños, primero como un juego, después sistemáticamente. Las mejores fotos las guardaba y cuando regresaba a mi casa les daba nombres. Después de las primeras 500 hice un poema para una foto, Lágrimas de diamantes, que más tarde se transformó en canción. Así descubrí una nueva metodología para componer canciones utilizando la metáfora del baño.
–¿Y por qué justo esa metáfora?
–Porque el baño no es como la sala de estar, donde se puede simplemente estar. Es un lugar al que uno entra necesariamente para hacer algo con su cuerpo: bañarse, peinarse, ir de vientre. Es un espacio de renovación. Uno entra allí y cambia para estar mejor. Esta metáfora ahora está muy clara para mí, pero en el medio pasaron dos años en una especie de esquizofrenia. Por eso este disco es la aurora de la noche anterior, y la simbología que envuelve el pasaje de la noche al día está muy presente.
–¿Cómo surgió su relación con Jorge Drexler?
–Yo había terminado un concierto de este álbum depresivo en San Pablo, una chica muy linda entró a mi camarín y me preguntó si conocía a Jorge Drexler. Le dije que no y ella me regaló un cd pirata, una mezcla de canciones de muchos álbumes. Regresé a mi casa y a la primera escucha me quedé completamente impactado con todo: la voz, la poesía, las canciones, los arreglos. Y además sentí una proximidad ética muy grande, aquellas canciones decían mucho para mí, especialmente La edad del cielo. Realmente necesitaba escuchar a alguien decir suavemente, como susurrándome en mi oído, “calma, deja que el tiempo cure”. La voz de este futuro amigo fue un bálsamo. En Internet encontré una dirección suya y le mandé un mail como fanático, contándole la historia de la chica y el cd. Enseguida me respondió, empezamos a telefonearnos como amigos y terminamos haciendo en Brasil una versión de La edad del cielo, que es la que incluí en mi álbum. Con el tiempo compartimos más shows, y también un fin de semana en La Paloma con su familia y la mía. Tenemos cada vez más cosas en común, no sólo en la música, también en lo que pensamos acerca del mundo.
–En su biografía cuenta que el Pan de Azúcar influyó en su decisión de ser músico. ¿Cómo fue?
–Mi padre trabajaba allí, era el administrador. Había un local nocturno que iba cambiando de nombres como Dancing Days o Noches Cariocas. Allí desde muy niño pude ver conciertos increíbles: Hermeto Pascoal, Egberto Gismonti, Caetano, Gilberto Gil, los Paralamas, todos... Iba allí escondiéndome de la policía, porque era menor. Los primeros 16 años de mi vida los pasé visitando el trabajo de mi papá. Ahora que estoy grande percibo que haber crecido allí, escuchando aquella música y percibiendo mi ciudad desde arriba, fue toda una composición de vida. Realmente he sido un afortunado.

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