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Espectáculos|Miércoles, 18 de mayo de 2005
ALEJANDRO URDAPILLETA EN “ADIOS QUERIDA LUNA”

La ciencia ficción argenta

“La película no es under, pero trabajamos con ese espíritu”, dice el actor sobre el último film del director Fernando Spiner.

Por Emanuel Respighi
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“La Argentina es una berretada organizada como un país.”
La acción se desarrolla en el espacio, en el año 2068. Una nave obsoleta es enviada a la galaxia por el gobierno argentino con el fin de destruir la luna porque –según el científico argentino Estanislao Frydman– el satélite es el causante de extraños fenómenos climáticos que acechan a la Tierra. Desoyendo a la ciencia mundial que rechaza de plano la teoría, por descabellada, el Estado argentino se corta solo mandando una tripulación de tres personas en “misión secreta”. Poco después, el gobierno decide abandonar a su suerte a los tres miembros de la nave, convirtiendo a la convivencia espacial en un caos, en el que no faltarán intentos de violación, asesinato y hasta... la llegada de un ser de otro planeta dispuesto a alzarse con el amor de la única dama de la tripulación. Esta es la delirante trama de Adiós, querida Luna, la película de Fernando Spiner, protagonizada por Alejandro Urdapilleta, Gabriel Goity, Alejandra Flechner y Horacio Fontova.
Basada en la obra de teatro que en la década del 80 escribió Sergio Bizzio (Animalada), la última película de Spiner le devuelve al cine nacional la comedia popular, en este caso en forma de sátira de los films sobre el espacio hechos por Hollywood. “La película no tiene ninguna pretensión artística ni filosófica: está concebida como un film para cagarse de risa”, le explica a Página/12 el actor Alejandro Urdapilleta. Y bromea: “Es más: si me aprietan un poco, diría que es una película para fumarse algo raro y disfrutarla, pero me va a pasar lo de Calamaro”, dispara mientras suelta la carcajada.
–¿Cómo se combina la ciencia ficción con el humor?
–Es una película “clase B”. En un país como el nuestro, no se puede hacer una película de ciencia ficción de verdad, porque no hay plata, ni industria ni experiencia en el género. Es una película que se ríe de la obsesión de las grandes potencias por controlar el espacio aéreo y de las películas que se hicieron al respecto. Por eso las actuaciones en el film son muy solemnes, pero en un marco de una situación berreta.
–Un ridículo del que no se salva lo argentino...
–Es que los argentinos siempre buscamos ser primeros en algo, sin importarnos en qué. La Argentina es una berretada organizada como si fuera un país. La fantasía de ser un país del Primer Mundo hace que hagamos cosas imposibles y nos mandemos muchas cagadas. Por eso, en el film se manda una misión espacial con una teoría equivocada, en una nave atada con alambre y al primer inconveniente salen a relucir las miserias de cada tripulante.
–¿Pero la manifestación de las miserias ante el primer inconveniente no se trata de un problema más bien del ser humano que de los argentinos?
–El ser humano es choto de por sí, pero los argentinos además de chotos somos egoístas. Los argentinos no sabemos funcionar en equipo, como comunidad, como sociedad. Cuando nos vamos al exterior laburamos de cualquier cosa y nos unimos en grupos ante la distancia, mientras que acá cada uno tira para su propio molino y se caga en el otro. Aunque duela, creo que la política es la máxima expresión de los argentinos.
–La película usa muchas metáforas relacionadas con los argentinos.
–Totalmente. La película es muy argentina. Adiós... se ríe de todo lo que nos caracteriza. No es casualidad que ante un fenómeno climático mundial adverso, en el film la Argentina mande su propia misión sin consultar a otras potencias. Nos creemos los mejores pero siempre nos terminan salvando los santos...
–Como el dibujo holográfico de Diego Maradona en la nave espacial, que es quien finalmente salva a su personaje del ataque extraterrestre...
–Siempre tenemos algo que nos salva que es un santo mágico. Los argentinos creemos en las soluciones mágicas. Lo mismo con la virgen de Luján que está en la nave. ¿Cómo es posible que en una misión que tendría que estar calculada en cada detalle haya una virgen en la nave espacial para rezarle para que todo salga bien?
–¿Cómo es filmar ciencia ficción en el país?
–En realidad, es una película bizarra. Igualmente, yo la hubiera hecho más bizarra. Lo que pasa que para el 2001 era un delirio total, el inconveniente es que ahora se podía haber aumentando la apuesta. Ahora, la miseria y la pobreza están a la vista en la ciudad. Yo le hubiera agregado más monstruosidad. Porque en cierta forma la película es muy ingenua: habla de una parte de nuestras características. En aquella época el país parecía armado, en cambio ahora es una masa amorfa.
–La película maneja un tipo de humor que apunta al público joven. ¿Es una limitación?
–La gente debe entrar a un código muy particular. Adiós... maneja un humor muy distinto al de la televisión, que es un humor más de adolescente pajero. En la TV son todos chistes relacionados con lo sexual hechos por gente grande. O los noteros, que cuando recién empiezan son serios y a las dos semanas se transforman. La TV deforma y degenera a las personas. No es casualidad que para estar en TV hay que ser un loquito y/o un pajerito. En cambio, Adiós... es un film para sentarte y relajarte, no para analizar otras lecturas. Es un tipo de humor similar al que se manejaba en el teatro en los ’80. El origen de la película viene del under. No sé si la gente está preparada para ver esto...
–Aun cuando se trata de una película muy simple...
–Es muy loco, pero es así. A la gente el humor de la peli le va a parecer extraño, porque la TV encorsetó el humor argentino. Hay que ver si la gente está con la cabeza abierta para reírse de un humor que fue muy festejado hace 20 años y que ahora está en desuso. Un poco, volvimos a los ’80 en el espíritu: nos cagamos de risa. Hubo un clima muy creativo. Si bien no es una película under, había un espíritu under entre nosotros.

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