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Espectáculos|Viernes, 17 de mayo de 2002

“La idea es relajarse en esta era de la depresión duhaldista”

Damián Dreizik, Martín Rocco, Diego Reinhold, Natalia Carulias y Gustavo Garzón le ponen el cuerpo a “Cómico”, un espectáculo basado en la “stand up comedy”, pero de temática bien argentina.

Por Pablo Plotkin
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Dreizik, Rocco y Reinhold, tres de los actores que participan en un esfuerzo actoral colectivo.
Después de leer teoría del género y foguearse durante años en el escenario del teatro Bululú, Martín Rocco llegó a una definición inapelable del stand up: “Un chabón ahí parado que se la juega”. Se puede hablar de los orígenes del monólogo de humor, de la industrialización del género en los Estados Unidos y reparar en detalles estructurales que lo diferencian del teatro convencional, pero, al fin y al cabo, el asunto es hacer reír a cuarenta personas que agitan un trago con cara de “a ver qué tenés para ofrecerme”. Cómico sólo se vale de ciertos aspectos estéticos del “humor de pie” estadounidense para exhibir una serie de personajes argentinísimos. Casi siempre ligados al costumbrismo antiheroico, a veces precipitándose al absurdo, en el peor de los casos reproduciendo arquetipos. “No hay un contexto teatral que te avale. Estás vos solo y tenés que hacer reír”, resume Damián Dreizik, otro de los protagonistas del espectáculo que se concreta cada sábado en La Matriz (Honduras y Malabia), a bar lleno. Rocco asiente: “En este caso, el público no funciona como una cuarta pared”.
Lo que se ve no es más que un escenario bajito, un micrófono de pie y un haz de luz blanca. Al estallar una música estilo Broadway, bien rimbombante, aparece el anfitrión de la velada. Diego Reinhold es un actor joven que sale a escena vestido de gala y, valiéndose de recursos del “lenguaje de discoteca”, presenta a los monologuistas. Cada uno tiene diez minutos para desarrollar su relato, lo que impone cierta exigencia de efectividad. No hay mucho tiempo que perder, de manera que los guiones tienen que combinar velocidad y precisión. “Es un espectáculo pensado para que te rías constantemente”, señala Reinhold. “No es para reírte por momentos, sino que venís a sorprenderte todo el tiempo.”
Rocco encarna un personaje que, asegura, tiene mucho que ver con su vida: un perdedor de Munro que vive en un edificio de 30 pisos (“me pega el sol dos minutos por día”) donde las cucarachas, asqueadas de la mugre, se lanzan al suicidio debajo de las suelas de sus habitantes. “No bajamos una línea política”, aclara Dreizik, que interpreta de manera soberbia a una actor egocéntrico, lleno de “proyectos” y de un desaforado amor hacia el teatro y sus “duendes”. “Lo que mejor funciona es la identificación, lo cotidiano. Cuando Martín habla de Munro, de un barrio de segunda selección, está representando al tipo perdedor, degradado. O el actor éste que hago yo, que es patético: habla de él, no se baja más del escenario, se entrega premios. Desde lo cotidiano aparece algo político. No al estilo Tato Bores, pero al hablar de la paranoia en la calle estás hablando de algo social que nos pasa a todos. Un país de segunda selección.” Producido por Natalia Kleiman, el elenco de Cómico se completa con Natalia Carulias (y sus recuerdos de chica criada en un barrio “guarro”) y Gustavo Garzón, que hace una especie de ejercicio retórico al estilo “Orozco”.
Si bien el stand up se asocia en este tiempo a los bares y clubes de comedia de ciudades estadounidenses (de Woody Allen a Jerry Seinfeld, todos pasaron por esa prueba de fuego hacia la consagración), el monólogo humorístico no es un invento del Tío Sam. Dreizik informa que se practicaba en los cabarets de la Alemania prenazi. “Digo más”, aporta Rocco, el más estudioso en la materia. “Eso empieza con la Comedia del Arte. Había unos sketches que separaban los cuadros, en los que se hacía un monólogo. Ahí empezó eso que después los estadounidenses y los ingleses llamaron side show, el show de relleno, algo parecido a lo que pasaba acá en los intervalos de las películas. Por eso quedó más asociado al arte de las variedades que al teatro serio, cuando en realidad es muy difícil salir y pelar uno solo. Si decís stand up, Landriscina hace un stand up, Pinti hace stand up. Sólo quiere decir: de pie.”
Por eso, para Rocco es fundamental que, más allá de cuestiones de formato, el espectador entienda los conflictos y las miserias del personaje, aunque estén llevados al paroxismo. “Es necesario conectar conlo que pasa en la realidad argentina. Si yo vengo a hablar de los autos largos, de los problemas que tengo para aparcar, no se va a reír nadie. Si el público no conecta con lo que estoy diciendo –ni emocionalmente, ni racionalmente–, perdí el control, los perdí para siempre.” Dreizik busca el rastro en la tradición nacional del estilo: “Creo que viene por el lado del varieté de Marrone, del capocómico, del café concert”, enumera el ex integrante del dúo Los Melli. Y agrega: “El Parakultural, por ejemplo, de cuya movida fui parte, era otra cosa. Quizás porque ésta es otra época. No estamos en la euforia alfonsinista. Esta es una depresión duhaldista. La idea es: vamos a relajarnos y a reírnos, no hay una necesidad de transgredir”.

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