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Espectáculos|Martes, 14 de junio de 2005
FESTIVAL DE TITERES PARA ADULTOS

“Para nosotros esto es una militancia”

Carolina Erlich, coordinadora del evento, habla sobre la variedad de técnicas que animan la vida de un género en expansión.

Por Hilda Cabrera
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Erlich, actriz, autora y marionetista, coordina el festival que empezará este viernes en el Celcit.
“Ramírez nace y, como todo ser vivo, crece, se reproduce y seguramente muere. Su vida se bifurca y le presenta a cada paso una segunda oportunidad.” De este planteo arranca Vida bífida, espectáculo de títeres de mesa y actuación sobre idea y puesta de Carolina Erlich que se presenta en el II Festival de Títeres para Adultos de Buenos Aires junto a otras producciones de grupos de la Capital y de provincias. Integrante de El Bavastel, “un equipo de siete mujeres titiriteras”, Erlich seleccionó las obras atenta al rigor artístico y a la variedad de técnicas. Este encuentro, que se desarrollará entre el viernes 17 y el lunes 20, y desde el 24 hasta el 26, cuenta con una fiesta de apertura (el sábado 18, a las 16, en la Plaza Dorrego del barrio de San Telmo) a la que han sido invitados los músicos uruguayos de El Club de Tobi (dos violines, viola y violonchelo). En el marco del festival se ofrecerán dos talleres: Teatro de objetos, a cargo de Ana Alvarado, y Manipulación de títeres de guante, con Miguel Oyarzún. Las funciones tendrán lugar en el Celcit, de Bolívar 825.
La apertura en la Plaza Dorrego fue concebida a la manera de una kermesse titiritera, donde las compañías ofrecerán números callejeros, como los Juegos Mecánicos de La Musaranga. “Evitamos presentar espectáculos de una misma técnica, dos de teatro de sombras por ejemplo, prefiriendo incorporar nuevos y combinar grupos más o menos conocidos con otros de trayectoria, como El Chonchón, de Córdoba, que trabaja mucho en provincias y realiza giras por Europa”, puntualiza Erlich, cuyo debut data de 1993. Estudió actuación con Lorenzo Quinteros, se formó luego como titiritera en cursos barriales que completó con los de la Escuela del Teatro San Martín y retornó a la actuación tomando clases con Julio Chávez. Pero fue en la manipulación de títeres donde se descubrió: “Creo que es el instrumento que mejor toco, el mejor diseñado para mí”, sostiene.
–¿Qué significa trabajar en equipo?
–Crear El Bavastel nos exigió darle forma y buscar de manera colectiva algo para mostrar. El grupo demanda, pero impulsa y contiene.
–¿El festival se define por alguna línea temática?
–No. Nuestra preferencia pasa por la calidad y prolijidad de los trabajos, en el sentido de esfuerzo invertido en cada obra y en actitud de riesgo. Lo que pretendemos con estos festivales es hacer militancia: instalar la idea de que existe un teatro de títeres para adultos muy creativo. Pensamos que en cada edición reunimos lo mejor que se está haciendo en la materia.
–¿Necesitan salas de un formato especial?
–Es cierto que no nos viene bien cualquier sala, pero los titiriteros nos adaptamos, quizá porque ya tenemos incorporada esa capacidad y porque nuestro deseo de mostrar el trabajo es más fuerte que las dificultades que se nos presentan. Históricamente fue así: el titiritero llegaba a un lugar, armaba su retablo e iniciaba la función. Con El Bavastel somos nosotras las que creamos los climas, que a veces son trágicos y otras humorísticos.
–¿Existen grandes diferencias entre la cultura del títere que se practica en los países europeos y en la Argentina?
–La nuestra es herencia de estéticas europeas que se reciclan. Nosotros tenemos, por ejemplo, una importante cultura de títeres de guante. Las marionetas de hilo están más influidas por las técnicas de los artistas que llegaron de Europa. Pero, en las últimas décadas, las obras de títeres se fueron modificando: se introdujo la fotografía, el video, la danza...
–¿Un poco al estilo de las ilusiones visuales que logra el francés Philippe Genty en sus espectáculos?
–Las ideas de Genty marcaron, para mí un antes y un después en las obras con actores y títeres.
–¿Cómo surgió Vida bífida?
–Se originó en un momento muy difícil, mío y del grupo. Gente que trabajó con nosotras y se fue. Estábamos paralizadas. Después pudimos rearmarnos y salir de esa situación. Crear este espectáculo nos produjo alegría, aun cuando habla mucho de la vida, donde no todo es felicidad. Utilizamos títeres de mesa y recurrimos a la fotografía: mostramos fotos de niños, de nosotras cuando éramos niñas y diapositivas de los años ‘70. Aparece Ramírez de bebito y también de abuelo. Las titiriteras (además de Erlich participan aquí Florencia Sartelli, Lucía Marachli Levy y Viviana Aronno, como asistenta de dirección) somos por un lado hadas madrina y por otro unos seres siniestros que llevan a Ramírez por el mal camino.

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