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Espectáculos|Martes, 4 de junio de 2002
HOY COMIENZA UN CICLO DE HOMENAJE AL FRANCES JEAN RENOIR

“Es el mejor cineasta del mundo”

Así calificaron François Truffaut y sus amigos de la revista “Cahiers du Cinéma” al hijo del pintor Auguste Renoir. La muestra que presenta la Alianza Francesa permitirá acceder a un puñado de sus grandes clásicos, entre ellos algunos poco frecuentados, como “La marsellesa”.

Por Luciano Monteagudo
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Jean Gabin, el inolvidable protagonista de “La bestia humana”.
Un azar benigno ha determinado que, coincidiendo con la retrospectiva Truffaut que está llevando a cabo en la Sala Leopoldo Lugones, la Alianza Francesa inicie hoy –en su sede central de la avenida Córdoba 946– un ciclo dedicado a Jean Renoir (1894-1979), un cineasta fundamental del primer cine sonoro, que fue idolatrado no sólo por el director de Los 400 golpes sino también por toda la cofradía de la nouvelle vague. “Lo que voy a afirmar no es el resultado de una encuesta, sino un sentimiento personal: Jean Renoir es el más grande cineasta del mundo”, afirmaba Truffaut en 1967, cuando él mismo ya era un realizador consagrado. “Nuestro amor por la obra entera de Jean Renoir –y hablo en nombre de mis amigos de Cahiers du Cinéma– nos ha hecho pronunciar la palabra ‘infalibilidad’, que no deja de irritar a los amantes de las ‘obras maestras’, aquellos que exigen de un film una homogeneidad de intenciones y de ejecución que Renoir, de hecho, jamás buscó. Por el contrario, pareciera que Renoir hubiera dedicado sus mejores esfuerzos a huir de la obra maestra, en lo que ella tiene de definitivo e inmóvil, para beneficiarse en cambio de un trabajo semi-improvisado, voluntariamente inacabado, abierto, de suerte que cada espectador lo pudiera completar y comentar a su gusto”.
Hijo del célebre pintor Auguste Renoir, Jean abrazó la causa del cine en los tempranos años ‘20 y entregó algunos films memorables durante el período mudo, como Naná (1926), sobre la novela de Emile Zola, donde ya despuntaba el “realismo humano”, como lo llamaba André Bazin, que sería la marca indeleble de su obra. Es, sin embargo, a partir de los años 30, ya en la plenitud del sonoro, que Renoir alcanza la madurez de su cine. Algunos de sus mejores ejemplos están en la muestra de la Alianza, realizada con copias en 16 y 35mm de la Cinemateca de la embajada de Francia. Hoy a las 18 se exhibirá La marsellesa (1938), uno de los films menos difundidos de Renoir, realizado en pleno apogeo del Frente Popular, al cual el director adhirió fervientemente. Para Truffaut –que cita un fragmento de esta película al comienzo de La sirena del Mississippi– se trata de “un film que iguala a La gran ilusión, que Renoir había rodado el año precedente (...) Parece un montaje de noticiario de la Revolución francesa. Renoir mezcla aquí todo un mundo, defendiendo todas las causas con esa objetividad, esa generosidad, esa inteligente autoridad que nadie le ha podido negar jamás”. El doble programa de hoy se completa a las 20 horas con la proyección El crimen de Monsieur Lange (1936). A partir de un guión del poeta Jacques Prévert, Renoir ofrece una visión contemporánea del espíritu revolucionario que animaba a Francia en tiempos del Front Populaire. “Es, de todos los films de Renoir, el más espontáneo, el más denso en milagros de interpretación y de cámara, el más cargado de verdad y de belleza puras, un film, que diríamos, está tocado por la gracia”, afirmaba Truffaut.
Con La bestia humana (1938), Renoir volvió al universo de Emile Zola y consiguió la que quizás sea la mejor interpretación de Jean Gabin en toda su carrera, como ese maquinista capaz de domar a su caballo de hierro pero que no puede escapar a un destino trágico. La proyección de este clásico (el martes 11, a las 18) será seguida por una curiosidad en el cine de Renoir, Boudu salvado de las aguas (1932), un vaudeville de profundo espíritu anarquista, magníficamente protagonizado por Michel Simon como un clochard ingobernable. Según Eric Rohmer, este vagabundo “comete todos los pecados enumerados en el ‘Album de familia’: lujuria, gula, hipocresía y, sobre todo, pereza...”
La muestra concluye el martes 25 a las 19 con Toni (1934), un film que anticipa en más de una década al neorrealismo italiano, en su utilización de decorados naturales y actores no profesionales. “Uno de los cinco oseis films más bellos de Renoir –escribió Truffaut–, una tragedia en la que el sol ocupa el lugar de la fatalidad”. En el mismo programa, se exhibirá Una fiesta campestre (1936), basado en un melancólico relato de Guy de Maupassant, “un film de puras sensaciones, en el que cada brizna de hierba nos hace cosquillas en el rostro; un film –siempre según Truffaut- que es el más físico de su autor y que es capaz de tocar a sus espectadores físicamente”.

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