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La ventana|Miércoles, 29 de julio de 2009
medios y comunicación

Gripe y definición del riesgo

Luciano Elizalde hace algunas consideraciones para tomar en cuenta a partir de la campaña comunicacional sobre la gripe H1N1.

Por Luciano H. Elizalde *

La gran complejidad tecnológica y cognoscitiva de las sociedades modernas han llevado a plantearse la necesidad de diferenciar entre lo que significa “peligro” y “riesgo”. Mientras que el “peligro” es una medida objetiva acerca de los efectos perniciosos de algo sobre alguien, el “riesgo” es la percepción subjetiva, exagerada o realista, que las personas tienen de un peligro. Tanto compañías privadas con actividades complejas como Estados y sus organismos dedicados al control de estas actividades, han comenzado a utilizar una doctrina de comunicación pública denominada risk communication.

Hasta ahora en la Argentina, este modelo o doctrina no ha sido aplicado de manera sistemática. El origen de esta falta de perspectiva puede ser el desconocimiento o el sesgo de la comunicación gubernamental de tipo persuasiva o electoralista. Al contrario, en la comunicación de riesgo lo que se pretende es ajustar la diferencia entre la expectativa de la gente y la realidad. El objetivo es desarrollar la percepción que la ciudadanía tiene de cierto problema del modo más realista posible. Y esto no sólo porque el público puede generar percepciones de sobreestimación, sino también porque es posible que las percepciones subestimen un problema de seguridad, de sanidad o medio ambiental.

El modo más claro de ajustar las expectativas del público con el conocimiento más actualizado y realista de un problema es, primero, centralizando la comunicación en una fuente oficial que permita unificar el discurso y concentrar la información novedosa dentro de una misma perspectiva. Esto no puede ser dejado al libre funcionamiento del escenario público, ya que sería dejar abandonado el tema al “mercado del miedo”, a la ansiedad o a las malas intenciones de jugadores que pretenden obtener una rentabilidad política o económica con el asunto.

En segundo término, es necesario definir a qué deben temer y a qué no deben temer los ciudadanos. Esto permite ajustarse de modo realista al problema. Sin una definición creíble (esto depende del comunicador) y realista (ajuste del discurso al referente) de la situación, surgen una serie de acciones descontroladas, de miedos infundados o de comportamientos que ponen en peligro la vida de muchas personas.

En definitiva, la campaña de comunicación sobre la gripe A no puede ser una campaña informativa. Debe ser un proceso de ajuste realista entre la percepción de los ciudadanos y el peligro real según los últimos conocimientos que tienen los expertos sobre el tema.

* Profesor Facultad de Comunicación Universidad Austral; Investigador del Conicet.

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