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La ventana|Miércoles, 27 de julio de 2011
medios y comunicación

Reclamos en los pliegues

A propósito de la Copa América, Gerardo Halpern realiza una lectura sobre el manejo que los medios hacen de la imagen de los migrantes y cómo éstos resignifican esa mirada desde la práctica cotidiana y política.

Por Gerardo Halpern *

Vivir un partido de fútbol de la selección nacional desde el lugar de destino de la migración no es lo mismo que hacerlo en el lugar de origen. Tampoco es lo mismo que la forma como lo viven los nacionales del país de llegada, obvio. Menos aún –y es lo que me interesa– lo es respecto del modo en que los ojos de los medios miran cómo miran los ojos de los migrantes.

Hay una mirada folklorizante que, en clave de condescendencia, se acerca al ojo del migrante para describirlo como un sujeto cargado y atravesado por la nostalgia. Se trata de un sujeto que está en un lugar ajeno y que vive esa ajenidad acercándose –a través de la pantalla– a un recuerdo del pasado (y, ojalá, del futuro). Es decir, se trata de una mirada que refiere y construye en su referencia a un sujeto dislocado en espacio y tiempo. Un sujeto al que se le otorga un rato de palabra para que narre cómo es esa distancia espacio temporal. En este caso, un sujeto futbolizado que, en su dimensión futbolística, adquiere palabra. Relata su palabra futbolísticonacional. No cualquier palabra, es cierto. Una palabra fuertemente codificada, situada, encerrada. Una palabra unidimensional.

El miércoles 20 de julio varios medios de comunicación que hace ocho meses acompañaban celebratoriamente al jefe de Gobierno de la Ciudad, Mauricio Macri, en su avanzada xenófoba, y que referían a los paraguayos –y a los bolivianos y peruanos, es cierto– como delincuentes, traficantes e incontrolables productores de anomia social, se acercaron al Club Atlético Deportivo Paraguayo para mostrar cómo viven la Copa América en Buenos Aires, “como si fuera Asunción”.

Una Asunción legítima.

Una Asunción unidimensional.

Los medios filmaron, entrevistaron, tipearon, festejaron y sufrieron amablemente con la demagogia que puede denostar al mismo sujeto al que se invoca para colorear una página de la crónica diaria. Al mismo sujeto al que se le niega su palabra de protesta, de acceso a derechos, de reclamos y de resistencias.

El Club Atlético Deportivo Paraguayo, además de ser un objeto de coloración mediático, es una institución por la que han pasado cientos de exiliados paraguayos en Argentina, cientos de experiencias políticas y culturales locales e internacionales y cientos de iniciativas por la igualdad de derechos de los migrantes en la Argentina. De hecho, producto de la presencia mediática del miércoles, el domingo se esperó a los medios con una bandera que decía “Voto sin fronteras. Ja’e Sí” (digamos sí, en guaraní), un slogan que sintetiza la lucha de los migrantes paraguayos por la restitución de sus derechos cívicos en el Paraguay, una bandera que reclama contra la desigualdad y que no ingresa en la agenda mediática. Pero los medios nunca llegaron. Los paraguayos perdieron.

Entre tanto color futbolístico –o como parte de sus pliegues– muchos migrantes volvieron a irrumpir –aun con las limitaciones que el sistema informativo les impone– con la voz política que ese sistema de medios les ha negado, tanto como se la ha negado gran parte del campo político local. Pues ambos sistemas han ocultado la lucha por el derecho electoral en el país de origen tanto como han ocultado la lucha por la modificación de la ley que establece trámites imposibles para el ejercicio del voto en la ciudad de Buenos Aires. Ciudad de la que forman parte, al igual que el resto de la población, no sólo para festejar, bailar, tener globos o vestirse con colores festivos. Ciudad de la que forman parte en igualdad de derechos, tal como establecen la Constitución y los pactos internacionales suscriptos por la Argentina. Esos derechos que cuando son reclamados por bolivianos, peruanos o paraguayos los transforman en invasores silenciosos de una migración descontrolada que pululan por los discursos de ciertas autoridades y por las páginas policiales de muchos medios.

La reunión, la bandera, la espera, la historia y las voces acalladas se juntaron no sólo para ver un partido de fútbol desde la migración, sino también para hacer de ese partido un peldaño más en la construcción de una voz que exige igualdad de derechos en el país de origen tanto como en el lugar de residencia.

* Investigador UBA-Conicet.

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