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Mitologías|Lunes, 27 de octubre de 2008
la página de análisis de discursos

Trampa y robo

Y otra sobre cómo las palabras “trampa” y “robo” son comodines que dispensan a sectores de oposición de definir sus posiciones ideológicas respecto de temas clave.

Por Sandra Russo

El tajo entre las maneras de leer la Argentina sigue su corte hacia abajo. Se hace profundo. O quizá no se esté profundizando, sino haciéndose crónico, como una alergia, y el movimiento no sea hacia abajo, sino rítmico. Compulsivamente rítmico. El Gobierno sale a anunciar algo y la oposición de centroderecha grita: ¡Robo! ¡Trampa! ¿Cuántas veces pasó ya? Anuncio y revoloteo. Muchos micrófonos y una voz que grita: ¡Esto es un robo! ¡Esto es una trampa!

Si es música, es la de un jingle barato. Pero si fuera un jingle, podría ser el de un jabón en polvo. Los micrófonos son como los de la propaganda, instrumentos para recoger y amplificar una opinión: ¡Lava más blanco!, grita una presunta vecina con una media tres cuartos en la mano. ¿De qué jabón en polvo hablamos? De cualquiera: los jabones en polvo, extrañamente, se publicitan todos con Gianola, Anita Martínez o personajes populares metiéndole el micrófono en la boca a una mujer anónima que termina gritando sorprendida: ¡Lava más blanco!

En la escena política, al espectador, oyente o lector que esté informado o desinformado, da lo mismo y en esto reside su potencia, las palabras “trampa” y “robo” le suenan conocidas y las asocia al Gobierno. El mecanismo es tan violento, que sigue su inercia aun cuando las problemáticas que van pasando por el Congreso son diversas, importantes, de peso simbólico fuerte y, como en este caso, estructurales. La eliminación de las AFJP iba a llegar, tarde o temprano, si las cosas toman un rumbo en la Argentina. El tema de fondo es que, efectivamente, las cosas están tomando un rumbo en la Argentina. Lo demás es jingle.

La discusión propuesta, necesaria e intelectualmente honesta que se propicia es sobre el rumbo que queremos que tome el país. Es una discusión legítima. Pero reclama argumentos, posiciones políticas claras, castellano correcto, serenidad discursiva. Es la oposición política la primera que sale a bajar el nivel de todo lo que con altura podría estar discutiendo. “Trampa” y “robo” no permiten ninguna discusión. Ni siquiera ésta, que versa sobre las AFJP, uno de los peores engendros que nos quedaron de los ‘90, una de las salvajadas que comprometieron el futuro de millones de personas. La discusión se atasca en la “trampa” y el “robo”, cuando lo que necesitamos saber es por qué la oposición defiende ahora a las AFJP.

La “trampa” y el “robo” nunca son expuestos en el ámbito judicial, nunca especificados más allá de dos o tres nombres repetidos hasta el hartazgo y ya cargados con el sentido de tramposos y ladrones (cualquier taxista nos hablará de ellos en esos términos, puesto que viene escuchando “lo que son” desde hace meses, en esos juicios impunes de las declaraciones periodísticas). El caso de la valija pareció poder llenar con algún contenido esas palabras, pero era tan pobre el espectro de posibilidades, que la confirmación de la “trampa” y el “robo” iba a llegar no desde ciudadanos estafados o instituciones corruptas, sino de un tramposo profesional. Otro jingle.

Estas líneas no quieren descartar que existan trampas o robos porque eso está más allá de lo observable. Pero en la escena pública, lo que se ve y se escucha es una repetición mántrica de acusaciones que no buscan provocar un incendio, ya que quieren las pronuncian saben que son cañitas voladoras. Lo que buscan a primera vista es impregnar a un gobierno cuyas políticas los espantan de una imagen burdamente negativa: ¿alguien defendería la “trampa” o el “robo”? Pero en una segunda instancia, a esta altura, esa repetición de sketch que encarna mejor que nadie Carrió, cumple un segundo papel: reemplaza a las respuestas.

La oposición debe dar respuestas políticas a las propuestas políticas. Detrás de cada posición hay un marco ideológico, y así es la democracia, amigos, con un gobierno que gobierna y una oposición que lo critica: necesitamos críticas desde las respectivas posiciones ideológicas. Esto implica argumentos sólidos y, naturalmente, el país que cada bloque tiene en mente a mediano plazo. No hay rumbo serio sin un mediano plazo consensuado, porque el Estado será de cualquier otra fuerza política tarde o temprano.

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