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Psicología|Jueves, 7 de octubre de 2004
SINTOMA DE NUESTRA EPOCA

Terminar con ese Otro

Por Sergio Zabalza

En el “transitivismo”, un niño que golpea a otro, sufre y llora como si él mismo fuera el blanco del golpe asestado. Así, agresor y agredido coinciden en la misma individualidad: cierto que, a la luz de estos observables, convendría cuestionar esa noción de individualidad. Está claro que para la subjetividad que propinó el golpe, de ninguna manera existen los individuos autónomos.
Un niño se incluye en la escena humana al integrar en su psiquismo a ese Otro que es, en palabras de Sigmund Freud, “fuente de todas las motivaciones morales”. Dado un sujeto para quien el Otro no exista, ¿cuáles serán las consecuencias? Para empezar, diríamos que no hay lazo social posible. Cuando el Otro no existe, sólo tenemos in-dividuos, lo cual constituye el problema social por autonomasia.
Al no haber inscripción alguna de alteridad, la certeza del yo es tan aplastante que todo pasa a ser el signo de nada. A partir de allí se torna perentorio ubicar algo, una marca, un perseguidor, un culpable, algo que haga de corte a tamaña opacidad desestructurante.
Bien sabemos que la violencia es cauce ineludible para localizar algo de ese retorno indiscriminado.
Algunos sujetos optan por plantarse frente a sus compañeros de curso, para disparar y terminar de una vez con ese Otro aplastante. Es el problema social del individuo, síntoma de nuestra época en que el Otro no existe.

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