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Psicología|Jueves, 8 de febrero de 2007
DIFICULTADES Y PERSPECTIVAS DE LA PRACTICA DEL PSICODRAMA

Cuando dos metros son una distancia enorme

Por E. P.

¿Cuáles son las dificultades por las que atraviesa un coordinador grupal para incorporarse y dirigir una escena durante una sesión? ¿Cuál es la distancia existente entre la situación de un terapeuta sentado cómodamente, realizando con eficacia su tarea de psicoterapeuta o coordinador grupal, y la de incorporarse para dirigir una escena de psicodrama? En términos de recorrido, no debe atravesar más de dos metros. Pero la percepción que tiene el coordinador al levantarse para dirigir una escena suele ser percibida como una distancia mucho mayor que la simple que existe entre su cuerpo sentado y los dos o tres pasos para dirigir la escena. Muchas veces el coordinador siente una incómoda resistencia a tener que incorporarse, aunque presuma que la escena psicodramática, en ese momento de la sesión, sería un buen recurso terapéutico.

Intentaremos reflexionar sobre escenografías, límites, contornos. Cuando el terapeuta coordina una sesión grupal sin utilizar técnicas dramáticas, está incluido en una escenografía que tiene límites precisos en la rostridad de los integrantes, espacio demarcado por el cuerpo de todos, terapeuta incluido. Existe un régimen de afección independiente de las complejidades transferenciales. Terapeuta incluido en una escena con predominio del lenguaje discursivo. Este espacio terapéutico es un espacio del orden fenoménico. Relaciones de distancia de cierta precisión, conjunto de percepciones organizadas, movimientos, dirección, tiempo, sucesión.

El cuerpo de los integrantes, la distancia entre ellos y con el terapeuta, pueden ser inmodificables durante toda la sesión. Esta posición del terapeuta –en nuestro medio, generalmente sentado– favorece la predominancia de las intervenciones interpretativas. Existe un control de la enunciación. No existen demasiados vacíos o balbuceos. Ni caídas. El terapeuta está sostenido por su ECRO (esquema conceptual, referencial y operativo, tal como lo planteó Enrique Pichon-Rivière) y su oficio. Delimitación del campo terapéutico a través de un mapa geográfico de límites precisos –lo opuesto a cartografía del deseo– que se sitúa entre los cuerpos de los integrantes y el cuerpo del terapeuta. Diseño que permite anular cualquier fenómeno intempestivo. Hay predominancia de la línea histórica. Lo que escuchamos decir a los terapeutas es que las sesiones pueden ser buenas, pero con predominio de estructuras defensivas obsesivas en un clima intelectual. Un paciente habla y los demás interpretan, opinan.

A veces existe una sensación de debate de “casos”. Existe un clima de certidumbre que muchas veces tiene que atravesar el tedio o el aburrimiento, por la ausencia del atravesamiento del proceso de vacío de todo proceso creativo o intempestivo. Se sabe demasiado bien por dónde, cómo y hacia dónde se va. Pero se tiene la inminente sensación de estar bloqueando intensidades.

El incorporarse a dramatizar incluye lo que Deleuze define como espacio preextensivo, no representativo, desrealizado. Esta ligado a la noción de singularidad. Una singularidad existe a partir de conexiones.

Conexiones, vecindades, contagios. No se mide por las coordenadas habituales de tiempo y espacio. Espacialmente tiene límites imprecisos. Régimen de afección diferente. Cuerpo a cuerpo del director y el protagonista. Cartografía que hay que ir construyendo sin previas hipótesis. Se ponen en juego ansiedades agorafóbicas –abrirse al mundo abierto de la escena–. Aparición de lo intempestivo. Ansiedades claustrofóbicas –no poder salir de la escena–, ruptura del contorno geográfico del coordinador y sus integrantes. Al incorporarse el director es inventor de sus propios espacios, de fugas flexibles, de límites imprecisos. Se abren nuevas líneas de fuga. No existe un contorno claro. Se van creando nuevos espacios tiempo. Ritornellos en el transcurrir de la dramatización. El terapeuta está aproximándose a su máximo movimiento de soledad.

La ansiedad agorafóbica predomina al romperse la línea más dura del contorno sociodramático anterior. Predominio del devenir. Las ansiedades corresponden al proceso de ambigüedad del proceso creativo y de los bocetos o manchas de Bacon. Buscando el accidente se da lugar a lo intempestivo. No hay estructura. La multiplicación dramática de este período correspondería al proceso de búsqueda de nuevos espacios-tiempos por los integrantes del grupo. Como en la asociación libre de Winnicott en el psicoanálisis individual, se debe dejar fluir intensidades evitando el bloqueo o captura de sentidos. Desvío de la historia personal del paciente a través de nuevas narrativas que se están construyendo. Predominancia de lo molecular, la mirada de los integrantes vivida como persecutoria produciendo ansiedades psicóticas de cuerpo fragmentado en el director de escena. Estas dos funciones, la de coordinador grupal y la de director de escena, forman parte ambas del proceso terapéutico.

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