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Psicología|Jueves, 7 de marzo de 2002
BARUCH SPINOZA INSISTE EN LAS CALLES ARGENTINAS

Acerca del “deseo de lo común”

Por Olga Prosperi * y Nora Trosman **

Para Baruch Spinoza, una multitudo, como universalidad humana, funda el hacer colectivo en el desarrollo de las potencias individuales. Sólo la potencia de los muchos haciéndose constitución colectiva puede fundar un poder-hacer; poder-hacer siempre inmanente capaz de restringir “la potestad” propia de la dominación.
Esto es pensar, junto con Spinoza, la democracia como fundación de la política; no como un régimen de gobierno entre otros, tampoco como el ideal de la polis griega, en el que la libertad es un atributo de algunos, sino como la instauración de la máxima potencia reunida en el “para todos”, por lo tanto en su máxima realidad y “en el mejor modo de perseverar en su ser”. Sólo a partir de allí cada época histórica podrá refundar y construir su forma de gobernar-se. Consultarse, escucharse y tolerarse, agudiza el humano talento y la praxis democrática; ensayando es posible llegar a aquello en lo que nadie había pensado antes, es decir “la invención”.
Pensamos, siguiendo a Aristóteles, que el zoon politikón no es la suma de una vida y una condición; se trata más bien de que el advenimiento del viviente humano que somos es eminentemente político. Una política que, al no ser un dato natural, demanda entonces el acto de una reinscripción, que, siendo contingente, se actualiza siempre históricamente.
La coincidencia, en términos aristotélicos, entre polis y comunidad política implica anterioridad respecto del cada uno y de las partes, por lo cual el juicio sobre lo que es justo es del registro del obrar y producto de la comunidad política.
Pero dicha comunidad necesita de un espacio, espacio que es a construir por una operación de vaciamiento que rompe momentáneamente con el sentido común del uso. Este nuevo espacio devenido político (las avenidas, calles y plazas de estos días) es el escenario en el que se funda una nueva relación del sujeto colectivo con la palabra y con la responsabilidad de cada cual respecto de lo que es de interés comunitario.
Sólo allí es posible que se realice y persevere lo que Spinoza llama “deseo de lo común”, deseo que opera como nexo entre la vida singular y la multitudo. No se trata de que la suma de individualidades dé por resultado el todo de lo común. Hay un exceso que hace precisamente que la multitudo no pueda ser estrictamente representada, es decir contada, pero sí presentada.
El infinito de singularidades que es la masa, políticamente pensada, en pleno ejercicio de su condición pensante-deseante, hace a la posibilidad de una experiencia de lo común, en la que un nuevo enlace de lo singular a lo universal genera potencia para existir y para actuar.
Pensamos que “el deseo de lo común” tiene toda la potencia que no tiene la parte. Expone el asunto común como causa, como apremio y abre las vías para pensar una nueva relación de la ética con la política.
En lo que hace a la relación del “deseo de lo común” spinoziano con la ley, es interesante remarcar que ésta no aparece como límite a las potencias singulares, sino por el contrario como una expresión que le es inmanente. La ley despliega e incrementa la pluralidad de potencias que la constituyen : “Una lógica de la agregación sustituye a la lógica del sacrificio cualquiera sea su forma”, en el decir de Diego Tatián. Spinoza decía: “No sabemos lo que puede un cuerpo, no sabemos de lo que es capaz”; cuerpo social y político, campo de fuerzas que libera y acrecienta impulsos afirmativos.
Una intensa potencia afirmativa, potencia nacida en nuevos espacios políticos, recorre hoy nuestra ciudad.

* Psicoanalista. ** Filósofa.

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