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Psicología|Jueves, 17 de noviembre de 2005
LA RELACION ENTRE EL PSICOANALISIS Y EL DERECHO

Analizar al que criminaliza

Por Eugenio Raul Zaffaroni*
Nunca la relación entre el psicoanálisis y el derecho fue pacífica, por cierto no podía serlo desde que Freud golpeó uno de los pilares en que se asentaban casi todos los discursos jurídicos con cierta ambición constructiva: la pretendida invariable racionalidad del ser humano. La primera vinculación se intentó por el lado del derecho penal. Esta rama jurídica, siempre ávida de novedades debido a su orfandad estructural de conceptos básicos, se lanzó a producir una formidable cantidad de bibliografía al respecto, de calidad no equiparable a su cantidad, muchas veces con manejos harto superficiales de los conceptos psicoanalíticos y, en general, con tendencia a nutrir los debilitados postulados de la criminología etiológica. Se trató con preferencia de psicoanalizar al criminal. En este sentido, se explotaban ciertos rasgos positivistas de los primeros momentos de la teorización freudiana y de algunos de sus discípulos. Llegaron a señalarse ciertos paralelismos entre algunas ideas de Freud y Lombroso que, en verdad, provenían del común marco antropológico originario.
Pero la formidable fuente psicoanalítica no podía quedarse en semejante limitación. La mirada psicoanalítica no podía dejar de lado el poder y quienes lo ejercen, en cualquier ámbito; la historia y la civilización fueron leídas en esta clave. Ya no se trata de psicoanalizar al criminal sino a quienes criminalizan, y a veces las encrucijadas se vuelven cortocircuitos, cuando éstos sienten que el instrumento del que quisieron valerse para ejercer su poder asumiendo el rol de sujetos de conocimiento se desborda y hace de ellos mismos objetos de conocimiento. De las oscuras aguas de teorías jurídicas fuertemente arraigadas sale a flote su esencia racionalizante; lo racional en muchas ocasiones se vuelve encubridor de lo irracional.
El riesgo es la perversión del discurso: que el instrumento se vuelva contra sí mismo, creando un nuevo poder: el del psicólogo. Lo punitivo no es sólo lo que ejercen policías, jueces, fiscales, celadores y penitenciarios, sino que se trata de un poder que siempre disputan corporaciones o categorías profesionales. Difícil es vencer la tentación; el poder siempre tiende a atrapar, a comerse al crítico, a domesticarlo a su servicio. Todo el que opera como crítico del poder corre el riesgo de quedar enredado en sus tentáculos. Y el poder punitivo –desde Wier en el siglo XVI– fue manoteado por los médicos, hasta que llegaron a apoderarse de buena parte de él en el siglo XIX, en alianza con la ingenuidad policial y con las consecuencias terribles que terminaron legitimando los campos de concentración.

* Juez de la Corte Suprema de la Nación. Fragmento del prólogo a Encrucijadas del campo psi-jurídico.

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