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Psicología|Jueves, 9 de noviembre de 2006

El criterio de uno y el anhelo de otro

Por E. R.

Por el trabajo interdisciplinar con médicos clínicos, desde los inicios de mi práctica profesional, yo había observado variadas formas de dolencias psíquicas en pacientes hombres afectados de esterilidad biológica. En la actividad psicoterapéutica y de supervisión se registraban largos años de frustración por no ser padres.

En su evolución, se veía cómo habían elegido diversos caminos ante su impedimento biológico: adopción lisa y llana, unirse a mujeres con niños, el vuelco a la creatividad artística. Otros, estancados en impasses terapéuticas, habían petrificado sus defensas y mantenían durante años repliegues emocionales, alimentando sordas, resentidas depresiones.

Donald Winnicott enseñó mucho en cuanto a la diferencia entre vivir con creatividad y la sujeción a las ataduras de la forma esperable por el medio familiar, cultural, social, en términos de “self falso”. Me interesa examinar, ante respuestas como la considerada en la nota principal, la operatividad de una articulación entre el elemento creativo y un self falso pero cuyo sentido es protector.

Sabemos que no captar el elemento creativo puede precipitar al sujeto a un repliegue obturante o hundirlo en una depresión fatídica. Pero errar en el diagnóstico y aceptar precozmente una solución falsa puede constituir una mascarada sostenedora de la disociación, con el consiguiente riesgo de desintegración somática o de derrumbe psíquico.

Cuando estas respuestas incluyen la apelación a las nuevas tecnologías, ¿qué valoración habremos de adjudicarles en el modo de vida posible de nuestros pacientes? Más allá de su aceptación o su rechazo, ¿cómo discernir la posibilidad de que, paradójicamente, se constituyan en nuevos artilugios de las resistencias? ¿Cómo alcanzar alguna objetividad ante posiciones que involucran relaciones o respuestas diferentes, como la homofilia, homoparentalidad o la apelación a diversos recursos tecnológicos de avanzada? ¿Qué aportar en relación con las dismorfias sexuales y la legitimación de la cirugía para cambio de la anatomía sexual? Desde los aportes de la psiquiatría forense y la bioética, advierto que fallas en el fino diagnóstico y tratamiento pueden implicar riesgo suicida, tanto si se plantean impedimentos a la consumación como si, a la inversa, se propician ablaciones y reasignación de sexo precipitadas, con el consecuente arrepentimiento.

En todo caso, estos nuevos modelos, ¿no podrían alterar nuestras antiguas certezas-criterios sobre salud o patología? ¿Sabemos acompasar esas certezas-criterios con anhelos del paciente y también, por qué no, de aquellos con quienes comparte su vida?

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